LAS PARÁBOLAS Y EL CENTRO DE LAS EMOCIONES
SUPERIORES
Por: Maurice Nicoll
Cada expresión que se emplea en las parábolas
de los Evangelios, o en la descripción de un milagro, tiene un significado
especial que pertenece a este lenguaje de las cosas visibles del mundo, pero
con la comprensión de la mente y del Centro de las Emociones Superiores.
La parábola es cosa viva únicamente cuando se
apoya en este lenguaje, pues entonces tiene conexión con los niveles
superiores.
Todo lo literal que tiene una construcción
correcta de los términos de este lenguaje es un conducto de fuerza que proviene
de los niveles superiores, y así está viva.
Tal es la base de los milagros, pues un
milagro se produce atrayendo leyes de un mundo superior para que obren en uno
inferior.
Esta era la razón de los rituales, sólo que
ahora el ritual ha perdido su significado, pues para que sea efectivo, para que
sea un conductor de fuerza se precisa no sólo un entendimiento de su
significado, sino también alcanzar cierto grado emocional.
Por ejemplo, la colocación de las manos era
un rito basado en este perdido lenguaje.
Las manos representan poder, y el toque significa contacto.
Pero, limitado a un simple rito, no puede
resultar curativo.
Sin embargo, el ritual es de la mayor importancia.
Se debía hacer las cosas de un modo correcto a fin de corresponder a este lenguaje, pues de otro modo no había
transmisión de fuerza.
El asunto es similar al lenguaje ordinario:
Si se ordenan las palabras de manera
correcta, serán conductoras de significado.
Es también la base del arte objetivo.
Una parábola constituye un ejemplo de arte objetivo.
Al estar en un orden correcto, es un
conductor de significado permanente o eterno,
y todos la entenderán estrictamente conforme a su propio nivel de ser.
Es decir que su significado crecerá según el
nivel de comprensión de la persona.
Al nivel literal o más bajo de la mente, la
parábola se entenderá literalmente.
Parecerá un simple relato acerca de un
pastor, o de un hijo dispendioso, y cosas por el estilo.
Uno pensará que, efectivamente, se trata de
un rey, de un pastor o de un hijo, y un erudito quizás quiera hacer una
minuciosa investigación a fin de establecer a quién se refiere históricamente.
Basta con leer los comentarios más modernos
del Nuevo Testamento para darse cuenta de cuán literalmente se puede tomar todo
lo que dicen los Evangelios.
En tiempos pasados había una mejor
comprensión de estas cosas.
Comencemos por la que se llama la parábola de
las parábolas.
Es la primera que se cita en el libro de
Mateo, en el Capítulo XIII.
Hasta este punto, la enseñanza de Cristo se
presenta en la forma de discursos, como el Sermón de la Montaña.
Luego, y de un modo abrupto, Jesús comienza a
enseñar en parábolas.
La primera contiene la clave de todas las
demás.
Dice a sus discípulos que, a menos que
entiendan ésta, no podrán entender las demás.
Esto se consigna en la versión de Mateo, pero
en la versión de Marcos (IV) Jesús dice: '¿No sabéis esta parábola?
¿Cómo, pues, entenderéis todas las
parábolas?' (v. 13)
Esta parábola clave es la del Sembrador.
Se da en los capítulos XIII de Mateo, IV de
Marcos y VIII de Lucas.
No se da en la versión de Juan, porque este
Evangelio está escrito de un modo muy diferente y tuvo su origen en otra
escuela.
Comencemos con la versión de Mateo.
A veces es muy importante tomar nota de la
introducción a una parábola.
En este caso, la introducción dice:
Y aquel día,
saliendo Jesús de casa, se sentó junto a la mar.
Y se allegaron a él
muchas gentes; y entrándose él en el barco, se sentó, y toda la gente estaba a
la ribera.
Y les habló muchas
cosas por parábolas... (Mateo,
XIII, 1/3)
Puede tomarse esto literalmente, pero tiene
otro significado.
Posee un sentido psicológico aparte del
literal.
En el lenguaje parabólico se emplea a veces
la palabra mar para significar
algo distinto de tierra.
En este caso, el significado es que Jesús
habla de cosas que no corresponden al entendimiento terrenal o literal del
hombre, sino de cosas que a primera vista son incomprensibles para un
entendimiento apoyado en los sentidos.
Habla desde otro nivel, de modo que se le
representa como que no está en la tierra, sino en el mar, cerca de la playa.
Diferentes categorías de ideas corresponden a
distintos niveles de entendimiento.
En el lenguaje natural de los sentidos se
representan estos diversos niveles de modos diferentes, como montañas que son
algo distinto a una llanura, o como mar que es diferente de tierra.
Según Mateo, la parábola del Sembrador
empieza así:
Y les habló muchas
cosas por parábolas, diciendo:
He aquí el que
sembraba salió a sembrar.
Y sembrando, parte
de la simiente cayó al camino; y vinieron las aves y la comieron. (V. 3/4).
Tratemos únicamente esta parte por ahora y
procuremos entender su significado.
Ocurre que esta es una de las parábolas que
el propio Cristo interpreta.
Los discípulos le preguntan qué quiere decir,
y por qué razón habla en parábolas.
De momento no nos ocupemos de su razón para
hablar en parábolas.
Tratemos de su interpretación de esta primera
parte, que dice así: 'Oíd, pues, vosotros la parábola del que siembra.
Oyendo cualquiera la palabra del reino y no
entendiéndola, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: este
es el que fue sembrado junto al camino.' (V. 18, 19)
Tomemos nota de que en la última línea dice:
'este es el que fue sembrado junto al camino (ούτος έστιν ό παρα την όδον
σπαρεις)
Se refiere al hombre, a cierta clase de
hombre.
El hombre es la semilla.
Sin embargo, también se define la semilla
como 'la palabra del reino' (ό λογος της βασιλειας)
Esto, naturalmente, se refiere a la enseñanza
acerca del reino de los cielos, y que en otra parte se dice expresamente que está en el hombre.
Cuando los fariseos le preguntaron cuándo
llegaría el reino de Dios, Jesús les dijo: 'El reino de Dios no vendrá con advertencia;
ni dirán helo aquí, o helo allí: porque he aquí que el reino de Dios entre
vosotros está.' (Lucas, XVII, 20/21)
Por consiguiente, la semilla que se siembra
es la enseñanza esotérica, la que trata de la posible evolución interior del hombre
a un nivel superior llamado 'el cielo'.
Y la semilla es también el hombre, pues la
cita dice: 'este es el que fue sembrado junto al camino.'
Toda enseñanza esotérica toma al hombre como
a una semilla.
En este sentido se dice del hombre que, a
menos que muera para sí, no podrá dar fruto.
Cuando Jesús se enteró de que 'ciertos
griegos' habían venido para hablar con él, anunció que ya había llegado su
hora.
¿Por qué dijo esto justamente al llegar los
'griegos'?
He aquí este extraño episodio que se da únicamente
en Juan: 'Y había ciertos griegos de los que habían subido a adorar en la
fiesta: éstos pues se llegaron a Felipe, que era de Bethsaida de Galilea, y
rogáronle diciendo:
Señor, queremos ver a Jesús.
Vino Felipe y díjole a Andrés; Andrés, entonces,
y Felipe, lo dicen a Jesús.
Entonces Jesús les respondió diciendo: La
hora viene en que el Hijo del hombre ha de ser glorificado.
De cierto, de cierto os digo que si el grano
de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; más si muriere, mucho
fruto lleva.
El que ama su vida la perderá; y el que
aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.' (Juan, XII,
20/25).
Este es un episodio de singular interés, pues
en los Misterios Órficos de la antigua Grecia, el grano de trigo, la semilla,
era una idea central de su enseñanza, una enseñanza muy poco conocida.
El grano de trigo representaba al Hombre.
Este episodio muestra con bastante claridad
una conexión precisa entre las antiguas escuelas griegas y el drama de Cristo;
pero, por algún motivo, ninguno de los comentaristas del Nuevo Testamento
parece darse cuenta de este hecho.
El Hombre es una semilla y el esoterismo
también lo es.
Pero cuando el hombre oye las ideas
esotéricas, vienen las aves y las devoran.
Las aves
también representan algo preciso en el lenguaje de las parábolas.
Por lo general, representan pensamientos.
Platón, por ejemplo, da la imagen de la mente
humana como un pájaro enjaulado.
El tema principal del Ititus es esta jaula.
A ella entran toda clase de aves y luego se
van.
Si el hombre oye las ideas esotéricas y no
las entiende, significa que tiene pensamientos falsos o errados.
Estos falsos pensamientos, como aves,
devorarán las ideas o las alterarán hasta convertirlas en una mentira.
Es decir, el falso pensamiento devora estas
ideas.
El falso pensamiento es el 'malo' (ό πονηρος)
Tal es el significado del 'diablo' con
relación a la mente.
Y todos podemos verle en nuestros propios
pensamientos.
Todo el que sea sincero en lo que observa en
sí mismo, verá el enorme poder que tiene la mentira y cuánto hemos de luchar
contra ella en nosotros mismos.
La mentira lo toma todo equívocamente, da un
falso significado a las cosas que han ocurrido, etc.
Por consiguiente, las aves de este caso
significan falsos pensamientos.
Pero pueden también significar pensamientos
ciertos.
Los cuervos del desierto alimentaron al
profeta Elías: 'Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y
carne a la tarde; y bebía del arroyo.' (I Reyes, XVII, 6)
En este caso las aves significan también
pensamientos, pero en otro sentido.
Le aumentaban con pensamientos ciertos, con
una comprensión cierta.
La mala comprensión nos lo destruye todo
interiormente.
La comprensión cierta nos alimenta a todos.
El Hombre es una semilla sembrada en la
tierra y el esoterismo es una semilla sembrada en el hombre, a fin de que
despierte a la vida la semilla que es el Hombre.
La primera categoría que describe la parábola
del Sembrador es el que cayó junto al camino.
Este hombre no puede entender las ideas
esotéricas, o las entiende mal y las falsea.
Como semillas, las gentes son sembradas en la
vida de modos diferentes y su poder de comprensión varía según el lugar en que
se les sembró.
Maurice Nicoll
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