LA IDEA
DE LA SABIDURÍA EN LOS EVANGELIOS
Por:
Maurice Nicoll
INTELIGENTE
En
muchas de las parábolas y de los
dichos de Cristo se hace uso de un término que en la traducción aparece como prudente y que significa ser sabio.
Por
ejemplo, en una ocasión dice a sus discípulos: "Sed pues prudentes como
serpientes y sencillos como palomas".
Acá
"sencillo" o inocente significa ser inofensivo, alguien que "no
hace ningún daño", y no tiene este significado moral y sentimental de
Occidente que quiere decir que uno no sabe nada: difícil cosa sería ser sabio y
a la vez no saber nada.
Pero
la palabra traducida como "prudente" no significa exactamente
cautela o sabiduría; significa más bien "inteligente" o inteligente
en un sentido práctico.
La
expresión griega es φρόνιμος, que en su sentido original quería decir estar en sus cabales, o tener presencia de
ánimo, o estar despierto.
En
una cita Cristo expresa:
"Los
hijos de este siglo son en su generación más sagaces que los hijos de la
luz", y quizá sea éste el pasaje que más claramente destaque el
significado de la palabra.
En
su propio nivel y a su modo, las personas mundanas son mucho más prácticas,
más agudas, sagaces y sabias con relación a sus objetivos que los "hijos
de la luz" con respecto a los suyos.
Tienen
más presencia de ánimo en los asuntos de la vida, y no hacen tonterías ni
cometen locuras.
Saben
qué es lo que tienen que hacer y, efectivamente, lo realizan como es debido y
lo hacen a su debido tiempo, y esto es ser φρόνιμος.
EL
MAYORDOMO DE LA JUSTICIA
Conviene
recordar que el mayordomo de la justicia (erróneamente traducido como mayordomo
infiel) recibe el calificativo de "discreto", o sea φρόνιμος, y su
amo le alaba porque este hombre supo qué hacer en una situación difícil y obró
con gran presencia de ánimo.
Esta
palabra φρόνιμος tiene, en consecuencia, un poderoso sentido, un sentido abarcante
y práctico.
En
los Evangelios se le usa para definir la acción correcta de un hombre
inteligente que busca modo de alcanzar un nivel superior en sí mismo mediante
el proceso de la evolución interna.
Cristo
habla de los inútiles en este sentido.
Los
compara con la sal que ha perdido su sabor y ni siquiera sirve para el muladar.
"Buena
es la sal; más si aún la sal fuere desvanecida, ¿con qué se adobará?
Ni
para la tierra ni para el muladar es buena; fuera la arrojan." (Luc. xiv,
34-35.)
Traduciendo
este concepto, lo "desvanecido" significa en realidad un
"desatino".
El
muladar es la vida.
Y
"desatina" todo aquel que piensa que únicamente precisa alimentar una
creencia sentimental en los Evangelios.
Son
como el hombre "insensato" que edificó su morada sobre la arena, en
contraste con el hombre "prudente", descrito en el término φρόνιμος,
quien construyó la suya —o sea se construyó a sí mismo— sobre la peña, "y
no cayó".
Esto
significa que el hombre era φρόνιμος porque fundó su casa, o sea que se cimentó
a sí mismo, en la enseñanza permanente de la evolución interior que en los
Evangelios se llama el Verbo, y
trabajó para construir la casa de sí mismo sobre estos cimientos.
Este
hombre hizo el Verbo.
Actuó
por él.
Aplicó
su comprensión a su propia vida.
Así
se apoyó en la peña de la Verdad más que sobre la arena movediza de la vida.
LAS
DIEZ VÍRGENES
En
este sentido, consideremos la parábola de las diez vírgenes, cinco de las
cuales eran prudentes, φρόνιμος, y cinco insensatas o necias.
Esta
parábola también trata acerca del logro de un nivel superior por medio de la
evolución íntima que acá se llama el reino de los cielos.
"Entonces el reino de los cielos será
semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámparas salieron a recibir al
esposo.
PRUDENTES Y FATUAS
Y las cinco de ellas eran prudentes, y las cinco
fatuas.
Las que eran fatuas, tomando sus lámparas, no
tomaron consigo aceite.
Más las prudentes tomaron aceite en sus vasos,
juntamente con sus lámparas.
Y fardándose el esposo, cabecearon todas y se
durmieron.
Y a la media noche fue oído un clamor:
«He aquí, el esposo viene, salid a recibirle».
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y
aderezaron sus lámparas.
Y las fatuas dijeron a las prudentes:
«Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas
se apagan».
Más las prudentes respondieron diciendo:
«Porque no nos falta a nosotras y a vosotras, id
antes a los que venden, y comprad para vosotras».
Y mientras que ellas iban a comprar, vino el
esposo; y las que estaban apercibidas entraron con él a las bodas; y se cerró
la puerta.
Y después vinieron también las otras vírgenes
diciendo:
«Señor, señor, ábrenos».
Más respondiendo él dijo:
«De cierto os digo que no os conozco.
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en
que el Hijo del Hombre ha de venir»."
(Mat. XXV, 1-13.)
ACEITE
Las
vírgenes prudentes se distinguen de las insensatas por el hecho de tener aceite
en sus lámparas.
Es
preciso tomar nota que rehúsan dar su aceite a las otras, pero, en cambio, les
dicen que vayan a comprarlo en la vida.
Todas
ellas, las diez, tenían lámparas, pero sólo la mitad poseía aceite y a estas
cinco se las llama "inteligentes", "no-necias".
Son
prácticas.
EL
ESPOSO
Se
dieron cuenta de lo que era necesario tener a fin de poder alcanzar este nivel
superior que en la parábola se llama el esposo.
¿Qué
significa esto de tener aceite?
Hay
quienes algo han entendido en relación a la enseñanza de Cristo, han entendido
algo que los otros no captan y esto representa el tener aceite en las lámparas.
Es
necesario elevar esta parábola por completo fuera de su nivel literal.
LUZ
Una
lámpara es algo destinado a alumbrar.
Pero
en el sentido psicológico significa algo que puede proporcionar luz, no en un
sentido físico, sino en el sentido en que se utiliza la palabra "luz"
en los Evangelios, la luz que brilla en la oscuridad de la mente, la luz de la
nueva comprensión derivada del Verbo.
Cristo
vino a dar luz a aquellos seres humanos que se describen como perdidos en las
tinieblas de la Tierra.
Viven
bajo la luz del sol, pero ésta es oscuridad si se la compara con la otra luz,
la que solamente puede comprenderse con el entendimiento.
Cristo
se llamó a sí mismo la luz del mundo; se refería a esa otra luz que puede caer
sobre la mente e iluminar el entendimiento.
Cuando
el hombre vive únicamente de sus sentidos y toma el espectáculo de la vida
exterior, la que ilumina el sol, como toda finalidad, se encuentra en la
oscuridad.
Juan
dice que las tinieblas no conocieron ni comprendieron a la luz; es que un nivel
inferior no puede comprender a uno superior.
Cuando
el individuo se logra dar cuenta de que internamente es un ser incompleto, que
está perdido, que todo el significado de su existencia tiene que experimentar
un cambio, una evolución interior, y si logra recibir una nueva comprensión
acerca de sí mismo y acerca de lo que tiene qué hacer, ha comenzado ya a ver la
luz, a ver el significado genuino de su creación.
El
Verbo trata acerca de este
significado.
Cristo
enseñó el Verbo, y así es la
luz.
El
Verbo es la enseñanza acerca de cómo alcanzar el nivel donde brilla esta luz,
donde yace por encima del hombre y a la vez
dentro del hombre mismo.
Porque
el reino de los cielos se halla dentro del hombre, y éste puede tomar contacto
con él solamente ahí, en lo íntimo.
El
camino está en uno mismo, no
está afuera.
Puede
experimentar vislumbres de otro estado de conciencia, momentos de un
significado enteramente nuevo, momentos que le demuestran que existe un nivel
superior en él.
Hay
momentos de esta luz.
Pero
a fin de lograr que este nivel sea permanente, el hombre tiene que aprender el Verbo, y debe aprenderlo antes que
nada en el exterior, por medio de los sentidos.
Tiene
que oírlo, pero esto no quiere decir que ha de recibirlo literalmente; debe
empezar a comprenderlo, a oírlo con la mente, a ponderar sobre él, a pensar en
su significado y a llevarlo a su conciencia interior, viéndose a sí mismo en
los términos de la enseñanza.
Porque
es necesario que la mente vaya preparándose poco a poco a fin de poder cambiar,
ya que este nivel superior es muy diferente al inferior, y los pensamientos
que corresponden al nivel inferior no son del mismo orden que aquellos de un
nivel superior.
Tiene
que formarse algo nuevo en la mente a fin de que pueda recibir "luz",
de suerte que tiene que ir cambiando gradualmente
de manera de pensar; es decir, tiene que aprender a pensar en una forma
nueva por entero (o a "arrepentirse", que es un término que traduce
el concepto muy erradamente).
LA
LÁMPARA
Este
gradual cambio en la manera de pensar forma la lámpara en el hombre.
Se
forma mediante la enseñanza del Verbo.
Pero
la lámpara por sí misma no es suficiente.
Por
sí sola no puede proporcionar luz, no puede alumbrar, no puede iluminar.
Sin
embargo es algo necesario como
primer paso en la evolución.
EL
ACEITE
El
segundo paso, la segunda etapa, según esta parábola, es la del aceite.
Esto
significa que todo cuanto el hombre sabe y ve como la nueva Verdad tiene que
aplicarlo.
Cristo
dijo: "Cualquiera pues que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente ...
PRUDENTE
E INSENSATO
Y
cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato".
Estas
dos palabras, prudente e insensato,
aparecen en el mismo sentido que en la parábola de las vírgenes sensatas y las
fatuas.
El
obrar internamente por la enseñanza de Cristo, el comenzar a hacerla, el empezar a trabajar
partiendo de la comprensión de su significado, el comenzar a aplicar a si mismo en la práctica,
todo esto es ser prudente.
Esto
es utilizar el Verbo con
inteligencia.
Esto
es ser inteligente en un sentido
práctico.
Y
esto, individualmente, proporciona el aceite para la lámpara.
Pero
las personas pueden aceptar la Verdad de un orden superior y, sin embargo,
seguir actuando desde el nivel de la vida ordinaria.
No
obedecen interiormente a esta Verdad, al nuevo conocimiento que han obtenido y
que proviene de un nivel superior; siguen, mejor dicho, obedeciendo a la vida y
al bien de la vida ordinaria cuando llega el momento de obrar.
Tienen
lámparas, pero carecen de aceite.
Estas
personas son las fatuas o insensatas que tienen que ir a comprar aceite de
quienes lo venden.
Esto
significa que tienen que continuar recibiendo el tipo de aceite ganado por
medio de las obras meritorias de la vida, porque es la única clase de Bien que
valorizan.
Los
que "venden" el aceite son aquellos que nos dicen lo que es
meritorio, lo que deja una mayor ganancia.
Obrar
en razón del mérito y en busca de una recompensa produce una clase de aceite.
Actuar
en base a la enseñanza del Verbo
y de su significado, comprendiéndolo interiormente, es obrar desde un nivel que
está por encima de la vida, y nada hay en la vida exterior que constituya una
recompensa para dichas acciones.
Las
vírgenes fatuas tienen lámparas pero carecen de aceite; son quienes se hallan a
un nivel de la Verdad y conocimiento, pero sólo intelectualmente.
Este
es un nivel superior, pero ellos viven
y obran conforme a otro nivel.
Saben
una cosa, pero hacen otra.
Y
por la misma naturaleza de estas cosas, semejante género de seres se niegan a
sí mismos al reino de los cielos, o sea el logro de un nivel superior que le es
posible al hombre.
No
se trata de que les sea cerrada la puerta.
Nada
la cierra, salvo ellos mismos.
La
clase de aceite que se obtiene "comprando y vendiendo", el aceite del
mérito, no es el tipo de aceite que se necesita para ingresar a otro nivel de
la humanidad.
De
suerte que de éstos se dice que "no son inteligentes".
Y
no son inteligentes porque no advierten que la enseñanza de Cristo se aplica a
ellos y a la clase de gente como ellos.
No
sólo tienen que limitarse a pensar de una manera diferente, a través de la idea
del Verbo, sino que deben
convertirse en otra clase de individuos.
Pueden
conocer y hasta creer en la Verdad de un nivel superior, pero siguen viviendo
en un nivel inferior sin aplicar la Verdad a sí mismos.
Tal
es su problema: sus vidas no están bajo el gobierno de sus conocimientos.
Saben
una cosa, pero quieren otra.
En
esta parábola, las vírgenes prudentes son las que tratan de vivir en base a la
propia comprensión de lo que se les ha enseñado, y que buscan el Bien de lo
aprendido, practicando, aplicando este conocimiento, por su propia voluntad, a
sí mismas.
LAS
VÍRGENES FATUAS
Las
fatuas, por otro lado, aún conociendo la enseñanza, siguen buscando el Bien en
la vida, en la recompensa, en la reputación, en el de ser primero, en lograr
las posiciones más elevadas, en tener una moral mejor que los demás, en que se
piense bien de ellas, en conformarse exteriormente a las leyes y a los
convencionalismos sociales aún cuando en lo interior son muy distintas y sólo
se refrenan por miedo.
Este
es el único Bien que conocen, de suerte que tienen que seguirlo.
Y
desde que todo el asunto estriba en lo que el hombre considera bueno, se les
dice que vayan hacia aquello que para ellas constituye el Bien y que consigan,
por lo menos, esa clase de aceite, pues eso es todo cuanto pueden hacer.
Se
les dice que vayan donde aquellos que compran y que venden este Bien.
Las
vírgenes fatuas regresan.
Pero
se encuentran con que ya quedaron afuera, y se les dice:
"De
cierto os digo que no os conozco".
UN
BIEN QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA VIDA
No
tienen la menor idea de cómo obrar partiendo de un Bien que esté más allá de la
vida, más allá de cualquier recompensa; no saben obrar por amor a lo que
perciben como el Bien a la luz de una enseñanza superior acerca de la Verdad y
el Bien.
De
modo que se encuentran con las puertas cerradas, y son ellas mismas quienes las
cierran porque mezclan dos niveles distintos de conocimiento y dos niveles
distintos de Bien.
Si
se escudriña con atención el sentido del Bien en los Evangelios, se verá su significado.
El
degradar la enseñanza acerca del hombre superior reduciéndola al nivel del
hombre tal cual es, el ir en pos de la idea del Bien partiendo de la base de la
vida ordinaria, de sus recompensas y sus méritos, sus valores, su insistencia
en la reputación, en las apariencias, etc., es cerrarse a sí mismo las puertas
y quedar fuera del reino de los cielos.
EL
REINO DE LOS CIELOS
El
hombre que comienza a llegar al reino de los cielos no realiza el Bien en
espera de un premio, sino que parte de aquello que se ve como bueno a la luz
del Verbo que le ha sido
enseñado.
Y
no vale la pena que alguno de nosotros presuma conocer ya esta clase de Bien ni
que presuma que obra conforme a él.
A
pesar de lo que sabemos, actuamos de acuerdo con la vida ordinaria.
Para
ser un verdadero cristiano el hombre tiene que desear ser aquello que Cristo
enseñó, y hacerlo.
Si
no puede ver el Bien de lo que se le enseña, no podrá obrar en conformidad a
él.
No
importa cuánto conocimiento reciba, ni cuan verdadero sea este conocimiento; no
obrará conforme a él hasta que por su propia comprensión interior vea y
entienda que es deseable y que es bueno, y comience a querer que exista en él.
El
hombre no solamente es aquello que comprende, sino también la volición derivada
de este entendimiento, y esto y no otra cosa, es lo que hace la totalidad del
hombre.
El
Verbo, o sea la enseñanza
psicológica de los Evangelios, es hacer que el hombre sea diferente primero en pensamiento, después en su ser, de manera que pueda convertirse
en el Nuevo Hombre.
LA
LÁMPARA DE CRISTO
Con
sólo conocer el Verbo y
elaborar su propio aceite, fabricar el bien particular conforme al criterio personal
ordinario, según las ventajas, intrigas y méritos de la vida, no es tener el
aceite que corresponde a la lámpara de Cristo.
Pero
cosa muy diferente es obrar conforme al Verbo,
conforme a esta enseñanza acerca de la evolución interior, el estado superior
del hombre; muy distinta cosa es comenzar a hacer unas cuantas cosas a la luz
de las palabras de Cristo tras haber visto su significado y haber gustado las ideas a fin de poder querer darles existencia, sin pensar
en recompensa alguna.
Un
solo acto realizado por esta voluntad, por el querer vivir alguna Verdad
perteneciente a aquel orden de enseñanza llamado el Verbo, elevará al hombre durante un momento muy por encima de su
nivel ordinario.
En
semejante hecho no hay cuestión alguna de regateo, no se pregunta
"¿cuánto?" Ni siquiera se piensa "¿y qué gano yo con
ello?", como tampoco se hace alarde alguno después.
Se
hacen estas cosas de acuerdo con aquella parte más pura de sí mismo, de la
propia comprensión, porque se percibe su necesidad y su realidad y, en
consecuencia, el Bien que encierra; un acto así, realizado por la propia
volición interior, puede poner en movimiento algo que hasta entonces ha
permanecido silente y estático.
Es
la semilla que empieza a crecer.
Comienza
a despertar el hombre, una semilla sembrada en la vida.
La
luz penetra en la oscuridad interior.
La
Verdad es una cosa, y el espíritu es otra; el hombre tiene que nacer de agua y espíritu antes de poder
convertirse en un Nuevo Hombre.
El
agua es la Verdad, es el
conocimiento y la enseñanza acerca de un nivel superior; y el espíritu es la voluntad del hombre
que pasa a este conocimiento.
Su
valor es la unión con el hombre cuando éste percibe el Bien.
Pero
este resultado no puede venir desde afuera, sea cual fuere la cantidad de
conocimiento que el hombre haya obtenido.
FORMAR
LA LÁMPARA Y FABRICAR EL ACEITE
Una
persona puede tener la lámpara, pero sólo mediante su más profunda e íntima
voluntad, sólo mediante su más hondo consentimiento, sólo obedeciendo en
secreto al conocimiento que ha formado la lámpara en él, podrá fabricar el
aceite.
Justamente
en esto es en lo que todos son libres.
Es
precisamente en este punto en el que todos y cada uno, mediante la acción
interior, pueden evolucionar o no evolucionar.
Maurice
Nicoll
https://platinumpeachpress.com/cuales-son-las-partes-de-las-castanuelas/
ResponderEliminarSi deseas hacer unas castañuelas caseras, puedes hacer un pequeño círculo, sobre una caja de cartón que ya hayas seleccionado, posterior a esto, debes hacer un círculo que sea un poco más grande que el primero.