lunes, 5 de octubre de 2015

HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA

HÁGASE TU VOLUNTAD... EN LA TIERRA...
Por: Maurice Nicoll

γενηθητω το θελημα σου…έπι της γης.

¿Habrá oración más extraña que ésta?

'Hágase tu voluntad... en la tierra.'

El significado implícito es que la voluntad de Dios no se hace en la tierra.

Y, a pesar de esto, las personas religiosas imaginan que todo lo que ocurre en la tierra es siempre la voluntad de Dios.

Procuran consolarse y darse ánimos con este pensamiento, aún ante los accidentes más necios, ante el desastre y la muerte.

Y quienes no son religiosos lo toman como una prueba de que no hay Dios.

Hay algo extraño en todo esto.

Cierta falta de comprensión, o algún malentendido.

O bien una confusión en el pensamiento.

Se juzga la existencia o no existencia de Dios según lo que pasa en la tierra.

Cada década ve la aparición de libros que parecen demostrar que la existencia de Dios es un imposible ante todo el mal que hay en el mundo, ante tanta crueldad y ante todo el despilfarro que hay en la naturaleza.

En la intimidad de sus pensamientos, muchas personas llegan a estas conclusiones o a otras muy similares.

Presencian un accidente en el que de pronto mueren varias personas inofensivas, o bien una epidemia que mutila o destruye a decenas de niños; erupciones volcánicas, inundaciones y hambrunas que barren con millones; ven la crueldad de la naturaleza, animales que viven nutriéndose de otros animales y una serie de leyes despiadadas que gobiernan la creación.

En vista de esto, y si nos apoyamos en el mundo visible, ¿podemos creer que existe Dios, el Principio Supremo del más elevado Dios?

Este es uno de los primeros problemas que confrontan a cualquiera que comienza a pensar seriamente.

Por regla general, este pensamiento da como resultado la duda o el pesimismo.

Y tiene razón el ateo que, buscando en todas las conclusiones que le ofrece el mundo visible con todas sus tragedias, concluye que la vida, tal cual la ve, no enseña nada acerca de la existencia de Dios.

Las gentes no entienden que lo que sucede en la tierra: sencillamente, sucede.

Van más allá, y hasta quieren ver en los desastres que sufre la humanidad algún significado especial; es decir, que todas estas cosas son una especie de castigo dispuesto por Dios mismo.

Ven en todo ello cómo la voluntad de Dios se hace en la tierra.

Pero esto es algo que se desmiente en el Nuevo Testamento.

Cuando los discípulos informaron a Jesús que Pílalos había dado muerte a varios galileos (Lucas, XIII, 1/5), Jesús les dijo: "¿Pensáis que estos galileos, porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores que todos los galileos"?

Es evidente que los discípulos creían que Dios había castigado a estos galileos por sus pecados.



Se explicaron la catástrofe de esa manera y es justamente así como solemos considerar a veces las desgracias ajenas.

Vieron la mano de Dios castigando el mal en la tierra.

De esto sigue que, conforme a tal razonamiento, los galileos que sacrificó Pilatos debían haber sido especialmente malos.

Jesús les pregunta si en realidad creen eso, y añade: "No, os digo; antes, si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente."

¿Qué significa esto?

Que lo importante no es cuestión de pecar o no pecar, ni de un castigo en la vida, como tampoco de explicar lo que sucede ordinariamente.

Lo importante es "arrepentirse."

La vida no prueba nada.

Las personas que sufren una muerte atroz no son más pecadoras que otras.

Lo que vemos no tiene ninguna relación con estas cosas.

Si esperamos que el mundo visible nos demuestre que Dios existe o no existe, jamás lo conseguiremos.

Esto es lo que esperaban o pensaban los discípulos, pero Jesús les dice que la respuesta no la hallarán ahí, en los hechos visibles, sino en algo que llama "arrepentimiento."

Esta palabra, sin embargo, no proporciona el verdadero sentido del original griego.

La actitud de los discípulos ante la vida y ante la enseñanza que estaban recibiendo era en ambos casos errada.

Mezclaban sus ideas ordinarias de la vida con las que Cristo procuraba enseñarles.

De modo que prosigue y les pregunta si se imaginaban que los que habían muerto en un accidente en un suburbio de Jerusalén eran pecadores contumaces.

Dice: "O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén?

No, os digo; antes, si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo." (Lucas, XIII, 4/5).


Su respuesta es la misma para las dos preguntas: los males que las gentes sufren en la tierra nada tienen que ver con el castigo divino, y no han de tomarse de este modo.

Buscar a Dios en la vida, indagar en ella con ansiedad, apoyándose siempre en lo externo y dejándose siempre influir por lo que ocurre fuera y por todos los incidentes que se suceden, es perder por completo el sentido de lo que Cristo enseña.

Pero tan mal se entiende esto, y es tan difícil captar su significado, que ciertas versiones del Evangelio dan una síntesis del Cap. XIII de Lucas titulándola:

'Cristo enseña la necesidad, de arrepentirse ante el castigo de Dios a los galilelos y a otros.' Lo asombroso es que esto sea justamente lo que Cristo no enseña.

Cristo aún acentúa su significado, añadiendo un ejemplo a fin de aclararlo lo más posible y para que sus discípulos vean cuan errada es su actitud hacia la vida.

Le habían preguntado acerca de los galileos y él les indicó que su muerte nada tenía que ver con un castigo divino, ni de sus pecados.

Y agrega que la caída de la torre de Siloé, que mató a dieciocho, tampoco es un castigo por sus pecados.

Sin embargo, esta errada actitud hacia la vida, y que Cristo procura corregir en sus discípulos, ha persistido a través de todo el pensamiento religioso y ha terminado por producir el choque tan fatal que hoy vemos entre la religión y la ciencia.

Todos los libros y las enseñanzas religiosas pueden dividirse en dos categorías:

Una, la abrumadora mayoría, parte desde el punto de vista de los discípulos; la otra, muy reducida, del significado de la respuesta de Jesús.

Es evidente que en la respuesta que Jesús da a los discípulos va implícita la idea de que la voluntad de Dios no se hace en la tierra.

Y esto es precisamente lo que se indica en el "Padre Nuestro."

Por tanto, sacar conclusiones acerca de Dios guiándose por lo que ocurre en la
tierra, es partir de un punto de vista completamente errado.

Pero, como es tan difícil separarse de los sentidos, siempre se parte desde este punto de vista en las reflexiones acerca de la existencia de Dios.

La inmensa mayoría de la gente parte desde este errado nivel, de la misma manera como lo hicieron los discípulos, y así todo se revuelve en la mente.

Y, al igual que los discípulos, que querían recibir algunas reflexiones morales acerca del pecado apoyándose en las noticias del día, las gentes consideran que el mundo externo y visible es el primer teatro de la venganza divina.

Ven la mano de Dios en todos los acontecimientos.

Lo ven distribuyendo castigos y recompensas según su conducta humana.

Hasta quieren ver la mano de Dios en las guerras.

Ven a Dios como la encarnación del derecho y la justicia en la tierra.

Ven a Dios en la guerra, creen que Dios está de su parte y que su propia victoria significará el cumplimiento de su voluntad divina.

Pero, lo que Jesús refuta es justamente esta idea externa de la religión, la idea que se apoya en los sentidos.

Dice que todos correrán la misma suerte a menos que se arrepientan.

Pero ¿qué es arrepentirse!

¿Cómo hemos de entender la palabra arrepentimiento'?

Ya nos es posible discernir su significado.

Es una palabra muy equívoca, debido a que no traduce en forma alguna el original en griego.

Su significado comienza a vislumbrarse en su contextura, en la forma como la emplea Jesús para aclarar a los discípulos, para indicarles cuán errados van al tomar las cosas del mundo como la voluntad de Dios.

Tienen que aprender a verla de una manera distinta.

Hay otra manera de enfocar la vida, y esto es lo más importante que puede uno entender.

Jesucristo dice que a menos que el hombre se arrepienta es un ser del todo inútil y sufrirá una suerte común.

Es decir, la misma suerte que aguarda a todo el que no ha llegado a la etapa de entendimiento que se llama arrepentirse.

Ver la voluntad de Dios en todas las cosas que suceden en la tierra es no entender lo que quiere decir esta palabra tan interesante: arrepentimiento.

Únicamente por medio de lo que tan equívocamente se llama "arrepentirse" es como la persona puede corregir semejante actitud ante las cosas de la vida.

Y en tanto no se arrepienta sufrirá un destino común con todos los demás, los buenos y los malos, los morales y los inmorales, los píos y los impíos.

De un modo u otro, todos toman la vida erradamente, y a menos que este error inicial se corrija, todos sufrirán el mismo destino.

Sin arrepentimiento, tan fracaso es la buena como la mala moral.

Jesús dice: "Aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén?

No, os digo: antes, si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo."

En aquella época vivían en Jerusalén muchos hombres de buena y de mala moral, justos e injustos, buenos y malos ciudadanos, tales como los hay actualmente en cualquier ciudad del mundo: Londres, París, Berlín, etc.

Pero, a menos que se arrepientan, todos perecerán de la misma manera. "...

Antes, si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo."

METANOIA:

La palabra que en todo el Nuevo Testamento aparece traducida como arrepentimiento es la palabra griega meta-noia (μετανοια) que significa transformar la mente.

Hallamos la raíz griega meta (μετα) en muchísimas palabras de uso corriente, tales como metáfora, metafísica, metamorfosis, etc.

Tomemos la palabra metáfora; significa transferir el significado.

Hablar metafóricamente es hablar más allá de la palabra en su significación literal, llevarla por encima o más allá y de este modo trasladar el sentido de lo que se dice a un plano distinto de la palabra en sí.

Por su parte, la metafísica se refiere al estudio de lo que yace más allá de lo observable en la ciencia física pura, como el estudio de la naturaleza del ser, la teoría del conocimiento o el hecho de la conciencia.

Metamorfosis es la palabra que describe la transformación de la forma en la vida de los insectos como la transformación de una oruga en mariposa.

Es un traslado, transferencia o transformación de una estructura a otra del todo nueva y que yace más allá de la anterior.

La partícula 'meta' indica transferencia, traslado o transformación.

Denota algo 'más allá'.

La segunda parte de esta palabra —noia— proviene del griego nous, que significa mente.

Por consiguiente, la palabra metanoia tiene entonces que ver con la transformación de la mente.

¿Por qué, entonces, la palabra arrepentimiento resulta inadecuada?

O, dicho de un modo más preciso, ¿por qué constituye aquí un error?

La palabra castellana 'arrepentirse' proviene del latín poenitare que quiere decir tener pena.

Penar, sentir pena, lamentar, es un estado de ánimo que todos experimentamos de vez en cuando.

La palabra griega metanoia yace muy por encima de este significado.

No se refiere a un estado de ánimo.

No contiene ni la menor sugestión de pena o lamentación.

Se refiere a una nueva mente, y no a un nuevo corazón, pues es del todo imposible cambiar el corazón, cambiar la manera de sentir, sin haberse hecho una mente nueva.

Y una mente nueva significa una nueva manera de pensar, una modalidad de pensamiento totalmente nueva, con ideas nuevas, con nuevos conocimientos, con una actitud enteramente nueva hacia todo en la vida.

A pesar de lo mucho que se ha dicho y escrito acerca de esta palabra de tan tremendo significado, y acerca de su errada interpretación, y a pesar de que muchos eruditos han insistido una y otra vez en que el término 'arrepentimiento' no es su traducción verdadera y exacta, todas las traducciones ordinarias del Nuevo Testamento aún llevan la palabra 'arrepentimiento', implicando con ello que lo que se enseña es un cambio moral y no mental.

Ahora nos será de provecho volver a las palabras que Jesús dice a sus discípulos respecto de los galileos muertos por Pilatos y los dieciocho que perecieron en el accidente de Siloé.

Volvamos a ellas teniendo presente el significado de la metanoia.

Y así se nos aclarará el diálogo.

Los discípulos piensan erradamente, y Jesús no les responde en el sentido de "si no os arrepintiereis", sino en el sentido de "si no pensareis muy diferentemente"; o sea, si no se cambia de manera de pensar.

Les advierte que, de otro modo, quedarán sujetos y petrificados y no podrán huir del destino común que aguarda a la generalidad de las personas que siempre parten de lo aparente, de lo visible; en suma, que parten de los sentidos o derivan sus opiniones de las pruebas tangibles.

El primer paso es la metanoia.

En la epístola de Pablo a los Corintios puede verse con toda claridad cuan poco adecuada es la palabra 'arrepentimiento'.

Las gentes pueden recibir tal cúmulo de dolores y heridas en la vida que lleguen a perder toda creencia y hasta dejar de pensar, procurarán gratificarse en lo posible, o bien abandonarán toda esperanza y vivirán realmente muertos.

Pero, en algunos casos, los hay que comienzan a reflexionar en lo que les acontece.

Y poco a poco llegarán a tener un nuevo punto de vista, una nueva manera de enfocar la vida.

Puede iniciarse en su pensamiento algo nuevo.

De un modo individual.

Puede empezar una nueva actividad de la mente, puede comenzar a despertar.

En los sufrimientos, o cuando sobrevienen desastres personales, uno siente a menudo que todo cuanto ocurre en la vida es completamente irreal.

Este es un entendimiento correcto, cierto.

Bordea el estado en que se alcanza la metanoia, la transformación de la mente.

Las cosas, entonces, aparecen bajo otra luz.

Algo nos hace comprender entonces que lo que sucede en la vida no es lo verdaderamente importante, sino que lo único que importa es la propia actitud.

Por un instante se alcanza un punto crucial en el que es posible una revolución de la mente.

Y lo que antes era pasivo y estaba bajo el dominio de los sentidos y los acontecimientos de la vida, deja de someterse al mundo exterior y empieza a tener una existencia independiente.

Acerca de este despertar de la mente activa trata Pablo en la cita que veremos en seguida, donde la palabra arrepentirse se da varias veces en la versión castellana, a pesar de que en el original griego la palabra metanoia aparece solamente una vez.

"Porque aunque os contristé por la carta, no me arrepiento, bien que me arrepentí; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo os contristó, ahora me gozo no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte." (II Corintios, VII, 8/9).

En el original griego de esta cita se da la palabra metanoia sólo una vez, ahí donde dice "para arrepentimiento" (eis metanoian – εις μετανοια, y solamente demuestra cuan inadecuada es la palabra arrepentimiento cuando Pablo dice de sí 'no me arrepiento', emplea un término muy distinto, μεταμελομαι, qua equivale al latino poemitentive y que es, justamente, el origen del nuestro: arrepentimiento.

Sin embargo, todas estas palabras, de tan infinitos valores en el griego, se traducen al castellano con una sola.

Ni la pena ni el arrepentimiento ordinario producen una transformación mental.

El hombre puede afligirse, más no hasta el punto de la metanoia.

Pero hay cierto tipo de sufrimiento que lleva hasta la metanoia, y a éste se refiere Pablo y lo contrasta con el sufrimiento corriente de la vida.

"Porque el dolor que es según Dios obra arrepentimiento saludable... más el dolor del siglo obra muerte." (II Corintios, VIL 10).

'Fuisteis contristados para arrepentimiento', o sea que la buena índole del sufrimiento de los corintios fue lo que les condujo al arrepentimiento.

El Deán Stanley, uno de los pocos comentaristas europeos que entienden el significado de la metanoia, dice: "Este pasaje demuestra cuán inadecuada es la palabra arrepentimiento."

Fuisteis contristados de tal modo que cambiasteis de manera de pensar; o, vuestro arrepentimiento equivale a una revolución de la mente.

Tal es lo que se quiere decir.

En un sentido más profundo es el sentido mismo de la vida, el de llevar al hombre al punto en que en vez de decirse a ciegas: 'esto no puede ser cierto', le haga despertar y por un momento darse cuenta de la irrealidad de lo que ocurre en el mundo, y también de cuán irreal es su conexión a él.

Esto es la metanoia: el principio de la transformación de la mente.

Todo el motivo de las observaciones de Jesús a propósito de la muerte de los galileos y del accidente de Siloé, es indicar que el verdadero sentido de la frase:

"Hágase tu voluntad... en la tierra" no puede captarse sin antes haber entendido la palabra metanoia, la transformación mental.

Por mucho que creamos saber lo que significa, la verdad es que no lo entendemos en nuestro actual nivel de pensamiento.

Y, a menos que el hombre separe en sí mismo el mundo visible con todos sus acontecimientos, de la idea de un significado supremo de su propia existencia en la vida visible, permanecerá en una condición en que la metanoia, la transformación mental, es un imposible.

El verdadero arrepentimiento, que es una nueva actitud, una manera totalmente distinta de pensar, sólo puede iniciarse cuando la persona se da cuenta de que la voluntad de Dios no se hace en la tierra.

A menudo, cuando se enteran de alguna desgracia ajena, las gentes dicen: 'Se lo merece.'

En más o menos grado todos sostienen 'este punto de vista, aunque cada uno piense lo contrario.

Todos los que se tienen por muy morales y que entienden la religión sólo en términos morales, se afirman en tal punto de vista.

Esta es la opinión externa de la religión, según la cual la existencia en la tierra constituye una especie de castigo o de recompensa; se apoya en la noción de que la voluntad de Dios se hace en la tierra.

Todos hemos sido testigos del trato que reciben algunas personas, según esta noción.

(Recuerdo un caso singular en el que un hombre sumamente moral, un médico misionero, trató a una joven enferma de sífilis de este modo, como si fuese el castigo de Dios por sus pecados y a quien había de considerársele un ser vil. Y en este caso en particular no fue digna de que se la anestesiara para una operación local sumamente dolorosa.)
¿No es acaso muy cierto que toda la crueldad, el salvajismo, la tortura, el odio y el mal que marcan los jalones de la historia religiosa, se apoyen en el error fundamental de ver la voluntad de Dios en la tierra, y de este modo en la creencia de que la conocemos?

Por consiguiente, es de una importancia esencial hacer un esfuerzo y procurar comprender lo que Jesús dice a sus discípulos a propósito del sacrificio de los galileos y los muertos en el accidente de Siloé.

Estos hechos nada tienen que ver con la voluntad de Dios.

Jesús pide a sus discípulos que consideren tales cosas desde 'otro punto de vista, y ello significa que cambien de manera de pensar; no significa arrepentirse.

¿De qué iban a arrepentirse los discípulos, en un sentido corriente, por lo sucedido a los galileos y a las víctimas de Siloé?

Este cambio en la manera de pensar significa que el hombre ya no ha de alimentarse con la idea de que castiga a las gentes por sus pecados, o que quienes no concuerdan con sus opiniones morales o principios religiosos son unos pecadores, y que si les sobreviene alguna desgracia es claro signo de que Dios les castiga por ser tan perversos.

Jesús no deja lugar a dudas de que tal actitud hacia la vida es un error.

Sean o no religiosas, las gentes a menudo creen que quienes desacuerdan con ellas, ya sea en cuanto a política o cosas sociales, aparte de las religiosas, son unos perversos.

Entonces asumen ante ellos una actitud de suficiencia o de superioridad.

Y hasta creen que se les debe castigar y destruir.

Su creencia es del mundo y se apoya en el mundo.

Es una creencia exterior y no una certeza íntima, algo que llevan dentro de sí.

Y a menos que este punto de vista se abandone por completo, no puede haber siquiera un comienzo de desarrollo interior en el hombre.

Pues en nada cambia las cosas el hecho de que una persona juzgue a otra por su religión o su política, por su moral o cualquier otro motivo.

La verdad es que todo lo que corresponde a la vida, al mundo exterior, cuanto atestiguan nuestros pobres sentidos, no es el punto de partida para el hombre que anhela la transformación que Jesucristo enseña, primero como metanoia y, más adelante, como renacimiento.

Acerca del renacimiento hablaremos luego; ahora tomemos nota de que la metanoia o el cambio en la manera de pensar es la primera etapa.

Y el primer jalón de este cambio consiste en dejar de imaginar que la voluntad de Dios se hace en la tierra.

De modo que la frase del "Padre Nuestro" que dice: "Hágase tu voluntad... en la tierra" es de una importancia incalculable si se la estudia junto con todo lo que Jesús enseña a sus discípulos cuando éstos interpretan la muerte de los galileos y los de Siloé como castigo por sus pecados.

Lo evidente es que los discípulos se hallaban al nivel mental de los que creen que la voluntad de Dios se hace en la tierra, que todo lo que ocurre en la tierra es el resultado de la voluntad de Dios.

Lo que Jesús en realidad dice a sus discípulos es: "A menos que cambiéis de manera de pensar, pereceréis como han perecido ellos."

Este es el primer ejemplo que muestra con toda claridad lo que enseñó acerca del significado de esa difícil palabra: metanoia.

La mezquindad del entendimiento humano es extraordinaria; hace pensar que si alguien que no está persuadido del mismo criterio que uno llega a sufrir alguna desgracia, se la tiene bien merecida.

Esto se apoya en la errada idea de que la vida exterior y los males del mundo comportan un significado.

Toda mezquindad es una insignificancia; es la falta de un significado suficiente.

Sea cual fuere la forma como entendamos el símbolo supremo del significado —Dios—, y aunque creamos o no creamos en Dios, el hecho es que cada uno de nosotros obra personalmente a base de lo que tiene significación para si.

Nadie podría existir sin ello.

Una existencia que no signifique nada es insoportable.

De modo que resulta evidente que cada uno tiene su propio significado.

Pero Jesús indica que es un gran error ver significado en la vida; es decir, el significado supremo que es Dios.

El significado más alto existe aparte de los acontecimientos que se producen en la vida, y a menos que el hombre pueda cambiar de manera de pensar al respecto, sufrirá la suerte común de lo bueno y lo malo que hay en el mundo.

No ha encontrado aún un apoyo cierto desde el cual comenzar.
En otras palabras, partiremos de una base errada si, al creer en Dios como la fuente de todo significado, creyendo también que hay un significado en nuestra existencia personal, comenzamos a buscarlo en la vida exterior y tomamos las recompensas y los castigos del mundo como hechos llenos de significado.

Esto se deduce de la singular importancia que tiene la palabra metanoia.

El hombre no ha de partir de las exterioridades.

Si lo hace, como lo hace la mayoría, quiere decir que es incapaz de cualquier cambio ulterior, de mayor evolución.

El hallar significado en las exterioridades, el tomar significados que se encuentran en la vida externa y juzgar por ellos conforme a la propia educación, es contrario a la metanoia, al cambio en la manera de pensar.

Pero la cuestión estriba en que no hay quien esté del todo libre de estas opiniones. Y en realidad todo individuo particular alimenta la propia estimación y adoración con sus creencias externas, con los antecedentes formados en sus primeros años, con el sentimiento de que es mejor que otros, ya sea que ocupe en el mundo un lugar destacado o modesto.

Y todos creen, ora por su religión o por cualquier otro motivo, que el mundo exterior es el teatro de una acción moral y que en él se ha de mostrar, con el desprecio, la violencia o la persecución, que siempre estamos en lo cierto.

De modo que no hay quien no vea un significado supremo —y esto es 'Dios'— en la vida exterior, y no hay quien no esté de acuerdo con esto.

Así obran el moralista, el político, etc.

Es sumamente difícil desprenderse de semejante punto de vista.

Pero comenzar a hacerlo es empezar a transformar la propia mente, iniciar la metanoia.

Sin darse cuenta de que lo hacen, todos juzgan la vida conforme a su moral, a sus principios, etc.

Y todo esto se apoya en la opinión de que la vida exterior es la fuente de todo.

Pero Jesús enseña que de este modo no se obtiene nada.

Lo que ocurre en la vida exterior no nos guía.

Mas las gentes piensan que todo radica en la vida misma.

No advierten que la vida permanece igual, hagan lo que hicieren; y no captan el hecho de que, en virtud de su propia naturaleza, la vida es algo que puede llevar al hombre a la metanoia, la meta suprema.

La vida externa no es el lugar donde la voluntad de Dios se hace, y por eso la oración dice:

"Hágase tu voluntad en la tierra."

A menos que la persona entienda lo que esto quiere, decir y a menos que empiece a captar sus implicaciones, no sabrá lo que dice cuando reza el Padre Nuestro.

Pero esta no es la única frase que ha de entenderse en el Padre Nuestro; han de entenderse todas.

De modo que quien rece el Padre Nuestro ha de estar en un elevadísimo estado de conciencia, entendiendo el valor de cada palabra y de cada frase, para que tenga un significado.

Es decir, para que sea una oración en el verdadero sentido de la oración.

Esto sería la metanoia en su significado más profundo.


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