HÁGASE
TU VOLUNTAD... EN LA TIERRA...
Por:
Maurice Nicoll
γενηθητω
το θελημα σου…έπι της γης.
¿Habrá
oración más extraña que ésta?
'Hágase
tu voluntad... en la tierra.'
El
significado implícito es que la voluntad de Dios no se hace en la tierra.
Y, a
pesar de esto, las personas religiosas imaginan que todo lo que ocurre en la
tierra es siempre la voluntad de Dios.
Procuran
consolarse y darse ánimos con este pensamiento, aún ante los accidentes más
necios, ante el desastre y la muerte.
Y
quienes no son religiosos lo toman como una prueba de que no hay Dios.
Hay
algo extraño en todo esto.
Cierta
falta de comprensión, o algún malentendido.
O bien
una confusión en el pensamiento.
Se
juzga la existencia o no existencia de Dios según lo que pasa en la tierra.
Cada
década ve la aparición de libros que parecen demostrar que la existencia de
Dios es un imposible ante todo el mal que hay en el mundo, ante tanta crueldad
y ante todo el despilfarro que hay en la naturaleza.
En la
intimidad de sus pensamientos, muchas personas llegan a estas conclusiones o a
otras muy similares.
Presencian
un accidente en el que de pronto mueren varias personas inofensivas, o bien una
epidemia que mutila o destruye a decenas de niños; erupciones volcánicas,
inundaciones y hambrunas que barren con millones; ven la crueldad de la
naturaleza, animales que viven nutriéndose de otros animales y una serie de
leyes despiadadas que gobiernan la creación.
En
vista de esto, y si nos apoyamos en el mundo visible, ¿podemos creer que existe
Dios, el Principio Supremo del más elevado Dios?
Este es
uno de los primeros problemas que confrontan a cualquiera que comienza a pensar
seriamente.
Por
regla general, este pensamiento da como resultado la duda o el pesimismo.
Y tiene
razón el ateo que, buscando en todas las conclusiones que le ofrece el mundo
visible con todas sus tragedias, concluye que la vida, tal cual la ve, no
enseña nada acerca de la existencia de Dios.
Las
gentes no entienden que lo que sucede en la tierra: sencillamente, sucede.
Van más
allá, y hasta quieren ver en los desastres que sufre la humanidad algún
significado especial; es decir, que todas estas cosas son una especie de
castigo dispuesto por Dios mismo.
Ven en
todo ello cómo la voluntad de Dios se hace en la tierra.
Pero
esto es algo que se desmiente en el Nuevo Testamento.
Cuando
los discípulos informaron a Jesús que Pílalos había dado muerte a varios
galileos (Lucas, XIII, 1/5), Jesús les dijo: "¿Pensáis que estos galileos,
porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores que todos los
galileos"?
Es
evidente que los discípulos creían que Dios había castigado a estos galileos
por sus pecados.
Se
explicaron la catástrofe de esa manera y es justamente así como solemos
considerar a veces las desgracias ajenas.
Vieron
la mano de Dios castigando el mal en la tierra.
De esto
sigue que, conforme a tal razonamiento, los galileos que sacrificó Pilatos
debían haber sido especialmente malos.
Jesús
les pregunta si en realidad creen eso, y añade: "No, os digo; antes, si no
os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente."
¿Qué
significa esto?
Que lo
importante no es cuestión de pecar o no pecar, ni de un castigo en la vida,
como tampoco de explicar lo que sucede ordinariamente.
Lo
importante es "arrepentirse."
La vida
no prueba nada.
Las
personas que sufren una muerte atroz no son más pecadoras que otras.
Lo que
vemos no tiene ninguna relación con estas cosas.
Si
esperamos que el mundo visible nos demuestre que Dios existe o no existe, jamás
lo conseguiremos.
Esto es
lo que esperaban o pensaban los discípulos, pero Jesús les dice que la
respuesta no la hallarán ahí, en los hechos visibles, sino en algo que llama
"arrepentimiento."
Esta
palabra, sin embargo, no proporciona el verdadero sentido del original griego.
La
actitud de los discípulos ante la vida y ante la enseñanza que estaban
recibiendo era en ambos casos errada.
Mezclaban
sus ideas ordinarias de la vida con las que Cristo procuraba enseñarles.
De modo
que prosigue y les pregunta si se imaginaban que los que habían muerto en un
accidente en un suburbio de Jerusalén eran pecadores contumaces.
Dice:
"O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató,
¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en
Jerusalén?
No, os
digo; antes, si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo." (Lucas,
XIII, 4/5).
Su
respuesta es la misma para las dos preguntas: los males que las gentes sufren
en la tierra nada tienen que ver con el castigo divino, y no han de tomarse de
este modo.
Buscar
a Dios en la vida, indagar en ella con ansiedad, apoyándose siempre en lo
externo y dejándose siempre influir por lo que ocurre fuera y por todos los
incidentes que se suceden, es perder por completo el sentido de lo que Cristo
enseña.
Pero
tan mal se entiende esto, y es tan difícil captar su significado, que ciertas
versiones del Evangelio dan una síntesis del Cap. XIII de Lucas titulándola:
'Cristo
enseña la necesidad, de arrepentirse ante el castigo de Dios a los galilelos y a otros.' Lo asombroso es que esto
sea justamente lo que Cristo no enseña.
Cristo aún
acentúa su significado, añadiendo un ejemplo a fin de aclararlo lo más posible
y para que sus discípulos vean cuan errada es su actitud hacia la vida.
Le
habían preguntado acerca de los galileos y él les indicó que su muerte nada
tenía que ver con un castigo divino, ni de sus pecados.
Y agrega que la caída de la torre de
Siloé, que mató a dieciocho, tampoco es un castigo por sus pecados.
Sin embargo, esta errada actitud hacia la
vida, y que Cristo procura corregir en sus discípulos, ha persistido a través
de todo el pensamiento religioso y ha terminado por producir el choque tan
fatal que hoy vemos entre la religión y la ciencia.
Todos los libros y las enseñanzas
religiosas pueden dividirse en dos categorías:
Una, la abrumadora mayoría, parte desde el
punto de vista de los discípulos; la otra, muy reducida, del significado de la
respuesta de Jesús.
Es evidente que en la respuesta que Jesús
da a los discípulos va implícita la idea de que la voluntad de Dios no se hace
en la tierra.
Y esto es precisamente lo que se indica en
el "Padre Nuestro."
Por tanto, sacar conclusiones acerca de
Dios guiándose por lo que ocurre en la
tierra, es partir de un punto de vista
completamente errado.
Pero, como es tan difícil separarse de los
sentidos, siempre se parte desde este punto de vista en las reflexiones acerca
de la existencia de Dios.
La inmensa mayoría de la gente parte desde
este errado nivel, de la misma manera como lo hicieron los discípulos, y así
todo se revuelve en la mente.
Y, al igual que los discípulos, que querían
recibir algunas reflexiones morales acerca del pecado apoyándose en las
noticias del día, las gentes consideran que el mundo externo y visible es el
primer teatro de la venganza divina.
Ven la mano de Dios en todos los
acontecimientos.
Lo ven distribuyendo castigos y recompensas
según su conducta humana.
Hasta quieren ver la mano de Dios en las
guerras.
Ven a Dios como la encarnación del derecho
y la justicia en la tierra.
Ven a Dios en la guerra, creen que Dios
está de su parte y que su propia victoria significará el cumplimiento de su
voluntad divina.
Pero, lo que Jesús refuta es justamente
esta idea externa de la religión, la idea que se apoya en los sentidos.
Dice que todos correrán la misma suerte a
menos que se arrepientan.
Pero ¿qué es arrepentirse!
¿Cómo hemos de entender la palabra arrepentimiento'?
Ya nos es posible discernir su significado.
Es una palabra muy equívoca, debido a que
no traduce en forma alguna el original en griego.
Su significado comienza a vislumbrarse en
su contextura, en la forma como la emplea Jesús para aclarar a los discípulos,
para indicarles cuán errados van al tomar las cosas del mundo como la voluntad
de Dios.
Tienen que aprender a verla de una manera
distinta.
Hay otra manera de enfocar la vida, y esto
es lo más importante que puede uno entender.
Jesucristo dice que a menos que el hombre
se arrepienta es un ser del todo inútil y sufrirá una suerte común.
Es
decir, la misma suerte que aguarda a todo el que no ha llegado a la etapa de
entendimiento que se llama arrepentirse.
Ver la
voluntad de Dios en todas las cosas que suceden en la tierra es no entender lo
que quiere decir esta palabra tan interesante: arrepentimiento.
Únicamente
por medio de lo que tan equívocamente se llama "arrepentirse" es como
la persona puede corregir semejante actitud ante las cosas de la vida.
Y en
tanto no se arrepienta sufrirá un destino común con todos los demás, los
buenos y los malos, los morales y los inmorales, los píos y los impíos.
De un
modo u otro, todos toman la vida erradamente, y a menos que este error inicial
se corrija, todos sufrirán el mismo destino.
Sin arrepentimiento,
tan fracaso es la buena como la mala moral.
Jesús
dice: "Aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé, y los mató,
¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en
Jerusalén?
No, os
digo: antes, si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo."
En
aquella época vivían en Jerusalén muchos hombres de buena y de mala moral,
justos e injustos, buenos y malos ciudadanos, tales como los hay actualmente en
cualquier ciudad del mundo: Londres, París, Berlín, etc.
Pero, a
menos que se arrepientan, todos perecerán de la misma manera. "...
Antes,
si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo."
METANOIA:
La
palabra que en todo el Nuevo Testamento aparece traducida como arrepentimiento
es la palabra griega meta-noia (μετανοια) que significa transformar
la mente.
Hallamos
la raíz griega meta (μετα) en muchísimas palabras de uso corriente,
tales como metáfora, metafísica, metamorfosis, etc.
Tomemos
la palabra metáfora; significa transferir el significado.
Hablar
metafóricamente es hablar más allá de la palabra en su significación literal,
llevarla por encima o más allá y de este modo trasladar el sentido de lo que se
dice a un plano distinto de la palabra en sí.
Por su
parte, la metafísica se refiere al estudio de lo que yace más allá de lo
observable en la ciencia física pura, como el estudio de la naturaleza del ser,
la teoría del conocimiento o el hecho de la conciencia.
Metamorfosis
es la palabra que describe la transformación de la forma en la vida de los insectos
como la transformación de una oruga en mariposa.
Es un
traslado, transferencia o transformación de una estructura a otra del todo
nueva y que yace más allá de la anterior.
La
partícula 'meta' indica transferencia, traslado o transformación.
Denota
algo 'más allá'.
La
segunda parte de esta palabra —noia— proviene del griego nous, que
significa mente.
Por
consiguiente, la palabra metanoia tiene entonces que ver con la transformación
de la mente.
¿Por
qué, entonces, la palabra arrepentimiento resulta inadecuada?
O,
dicho de un modo más preciso, ¿por qué constituye aquí un error?
La
palabra castellana 'arrepentirse' proviene del latín poenitare que
quiere decir tener pena.
Penar,
sentir pena, lamentar, es un estado de ánimo que todos experimentamos de vez en
cuando.
La
palabra griega metanoia yace muy por encima de este significado.
No se
refiere a un estado de ánimo.
No
contiene ni la menor sugestión de pena o lamentación.
Se
refiere a una nueva mente, y no a un nuevo corazón, pues es del todo
imposible cambiar el corazón, cambiar la manera de sentir, sin haberse hecho
una mente nueva.
Y una
mente nueva significa una nueva manera de pensar, una modalidad de pensamiento
totalmente nueva, con ideas nuevas, con nuevos conocimientos, con una actitud
enteramente nueva hacia todo en la vida.
A pesar
de lo mucho que se ha dicho y escrito acerca de esta palabra de tan tremendo
significado, y acerca de su errada interpretación, y a pesar de que muchos
eruditos han insistido una y otra vez en que el término 'arrepentimiento' no
es su traducción verdadera y exacta, todas las traducciones ordinarias del
Nuevo Testamento aún llevan la palabra 'arrepentimiento', implicando con ello
que lo que se enseña es un cambio moral y no mental.
Ahora
nos será de provecho volver a las palabras que Jesús dice a sus discípulos
respecto de los galileos muertos por Pilatos y los dieciocho que perecieron en
el accidente de Siloé.
Volvamos
a ellas teniendo presente el significado de la metanoia.
Y así
se nos aclarará el diálogo.
Los
discípulos piensan erradamente, y Jesús no les responde en el sentido de
"si no os arrepintiereis", sino en el sentido de "si no
pensareis muy diferentemente"; o sea, si no se cambia de manera de
pensar.
Les
advierte que, de otro modo, quedarán sujetos y petrificados y no podrán huir
del destino común que aguarda a la generalidad de las personas que siempre
parten de lo aparente, de lo visible; en suma, que parten de los sentidos o
derivan sus opiniones de las pruebas tangibles.
El
primer paso es la metanoia.
En la
epístola de Pablo a los Corintios puede verse con toda claridad cuan poco
adecuada es la palabra 'arrepentimiento'.
Las
gentes pueden recibir tal cúmulo de dolores y heridas en la vida que lleguen a
perder toda creencia y hasta dejar de pensar, procurarán gratificarse en lo
posible, o bien abandonarán toda esperanza y vivirán realmente muertos.
Pero,
en algunos casos, los hay que comienzan a reflexionar en lo que les acontece.
Y poco
a poco llegarán a tener un nuevo punto de vista, una nueva manera de enfocar la
vida.
Puede
iniciarse en su pensamiento algo nuevo.
De un
modo individual.
Puede
empezar una nueva actividad de la mente, puede comenzar a despertar.
En los
sufrimientos, o cuando sobrevienen desastres personales, uno siente a menudo
que todo cuanto ocurre en la vida es completamente irreal.
Este es
un entendimiento correcto, cierto.
Bordea
el estado en que se alcanza la metanoia, la transformación de la mente.
Las
cosas, entonces, aparecen bajo otra luz.
Algo
nos hace comprender entonces que lo que sucede en la vida no es lo
verdaderamente importante, sino que lo único que importa es la propia actitud.
Por un
instante se alcanza un punto crucial en el que es posible una revolución de la
mente.
Y lo
que antes era pasivo y estaba bajo el dominio de los sentidos y los
acontecimientos de la vida, deja de someterse al mundo exterior y empieza a
tener una existencia independiente.
Acerca
de este despertar de la mente activa trata Pablo en la cita que veremos en
seguida, donde la palabra arrepentirse se da varias veces en la versión
castellana, a pesar de que en el original griego la palabra metanoia
aparece solamente una vez.
"Porque
aunque os contristé por la carta, no me arrepiento, bien que me arrepentí;
porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo os contristó, ahora me
gozo no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para
arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna
pérdida padecieseis por nuestra parte." (II Corintios, VII, 8/9).
En el
original griego de esta cita se da la palabra metanoia sólo una vez, ahí
donde dice "para arrepentimiento" (eis metanoian – εις μετανοια, y
solamente demuestra cuan inadecuada es la palabra arrepentimiento cuando
Pablo dice de sí 'no me arrepiento', emplea un término muy distinto,
μεταμελομαι, qua equivale al latino poemitentive y que es, justamente,
el origen del nuestro: arrepentimiento.
Sin
embargo, todas estas palabras, de tan infinitos valores en el griego, se
traducen al castellano con una sola.
Ni la
pena ni el arrepentimiento ordinario producen una transformación mental.
El
hombre puede afligirse, más no hasta el punto de la metanoia.
Pero
hay cierto tipo de sufrimiento que lleva hasta la metanoia, y a éste se
refiere Pablo y lo contrasta con el sufrimiento corriente de la vida.
"Porque
el dolor que es según Dios obra arrepentimiento saludable... más el dolor del
siglo obra muerte." (II Corintios, VIL 10).
'Fuisteis
contristados para arrepentimiento', o sea que la buena índole del sufrimiento
de los corintios fue lo que les condujo al arrepentimiento.
El Deán
Stanley, uno de los pocos comentaristas europeos que entienden el significado
de la metanoia, dice: "Este pasaje demuestra cuán inadecuada es la
palabra arrepentimiento."
Fuisteis
contristados de tal modo que cambiasteis de manera de pensar; o, vuestro
arrepentimiento equivale a una revolución de la mente.
Tal es
lo que se quiere decir.
En un
sentido más profundo es el sentido mismo de la vida, el de llevar al hombre
al punto en que en vez de decirse a ciegas: 'esto no puede ser cierto',
le haga despertar y por un momento darse cuenta de la irrealidad de lo
que ocurre en el mundo, y también de cuán irreal es su conexión a él.
Esto es
la metanoia: el principio de la transformación de la mente.
Todo el
motivo de las observaciones de Jesús a propósito de la muerte de los galileos y
del accidente de Siloé, es indicar que el verdadero sentido de la frase:
"Hágase
tu voluntad... en la tierra" no puede captarse sin antes haber entendido
la palabra metanoia, la transformación mental.
Por
mucho que creamos saber lo que significa, la verdad es que no lo entendemos en
nuestro actual nivel de pensamiento.
Y, a
menos que el hombre separe en sí mismo el mundo visible con todos sus
acontecimientos, de la idea de un significado supremo de su propia existencia
en la vida visible, permanecerá en una condición en que la metanoia, la
transformación mental, es un imposible.
El verdadero
arrepentimiento, que es una nueva actitud, una manera totalmente
distinta de pensar, sólo puede iniciarse cuando la persona se da cuenta de que
la voluntad de Dios no se hace en la tierra.
A
menudo, cuando se enteran de alguna desgracia ajena, las gentes dicen: 'Se lo
merece.'
En más
o menos grado todos sostienen 'este punto de vista, aunque cada uno piense lo
contrario.
Todos
los que se tienen por muy morales y que entienden la religión sólo en términos
morales, se afirman en tal punto de vista.
Esta es
la opinión externa de la religión, según la cual la existencia en la tierra
constituye una especie de castigo o de recompensa; se apoya en la noción de que
la voluntad de Dios se hace en la tierra.
Todos
hemos sido testigos del trato que reciben algunas personas, según esta noción.
(Recuerdo
un caso singular en el que un hombre sumamente moral, un médico misionero,
trató a una joven enferma de sífilis de este modo, como si fuese el castigo de
Dios por sus pecados y a quien había de considerársele un ser vil. Y en este
caso en particular no fue digna de que se la anestesiara para una operación
local sumamente dolorosa.)
¿No es
acaso muy cierto que toda la crueldad, el salvajismo, la tortura, el odio y el
mal que marcan los jalones de la historia religiosa, se apoyen en el error
fundamental de ver la voluntad de Dios en la tierra, y de este modo en la
creencia de que la conocemos?
Por
consiguiente, es de una importancia esencial hacer un esfuerzo y procurar
comprender lo que Jesús dice a sus discípulos a propósito del sacrificio de los
galileos y los muertos en el accidente de Siloé.
Estos
hechos nada tienen que ver con la voluntad de Dios.
Jesús
pide a sus discípulos que consideren tales cosas desde 'otro punto de vista, y
ello significa que cambien de manera de pensar; no significa arrepentirse.
¿De qué iban a arrepentirse los discípulos,
en un sentido corriente, por lo sucedido a los galileos y a las víctimas de
Siloé?
Este cambio en la manera de pensar
significa que el hombre ya no ha de alimentarse con la idea de que castiga a
las gentes por sus pecados, o que quienes no concuerdan con sus opiniones
morales o principios religiosos son unos pecadores, y que si les sobreviene
alguna desgracia es claro signo de que Dios les castiga por ser tan perversos.
Jesús no deja lugar a dudas de que tal
actitud hacia la vida es un error.
Sean o no religiosas, las gentes a menudo
creen que quienes desacuerdan con ellas, ya sea en cuanto a política o cosas
sociales, aparte de las religiosas, son unos perversos.
Entonces asumen ante ellos una actitud de
suficiencia o de superioridad.
Y hasta creen que se les debe castigar y
destruir.
Su creencia es del mundo y se apoya en el
mundo.
Es una creencia exterior y no una certeza
íntima, algo que llevan dentro de sí.
Y a menos que este punto de vista se
abandone por completo, no puede haber siquiera un comienzo de desarrollo
interior en el hombre.
Pues en nada cambia las cosas el hecho de
que una persona juzgue a otra por su religión o su política, por su moral o
cualquier otro motivo.
La
verdad es que todo lo que corresponde a la vida, al mundo exterior, cuanto
atestiguan nuestros pobres sentidos, no es el punto de partida para el hombre
que anhela la transformación que Jesucristo enseña, primero como metanoia y,
más adelante, como renacimiento.
Acerca
del renacimiento hablaremos luego; ahora tomemos nota de que la metanoia o el
cambio en la manera de pensar es la primera etapa.
Y el
primer jalón de este cambio consiste en dejar de imaginar que la voluntad de
Dios se hace en la tierra.
De modo
que la frase del "Padre Nuestro" que dice: "Hágase tu
voluntad... en la tierra" es de una importancia incalculable si se la
estudia junto con todo lo que Jesús enseña a sus discípulos cuando éstos interpretan
la muerte de los galileos y los de Siloé como castigo por sus pecados.
Lo
evidente es que los discípulos se hallaban al nivel mental de los que creen que
la voluntad de Dios se hace en la tierra, que todo lo que ocurre en la tierra
es el resultado de la voluntad de Dios.
Lo que
Jesús en realidad dice a sus discípulos es: "A menos que cambiéis de
manera de pensar, pereceréis como han perecido ellos."
Este es
el primer ejemplo que muestra con toda claridad lo que enseñó acerca del
significado de esa difícil palabra: metanoia.
La mezquindad del entendimiento humano es
extraordinaria; hace pensar que si alguien que no está persuadido del mismo
criterio que uno llega a sufrir alguna desgracia, se la tiene bien merecida.
Esto se
apoya en la errada idea de que la vida exterior y los males del mundo comportan
un significado.
Toda
mezquindad es una insignificancia; es la falta de un significado suficiente.
Sea
cual fuere la forma como entendamos el símbolo supremo del significado —Dios—,
y aunque creamos o no creamos en Dios, el hecho es que cada uno de nosotros
obra personalmente a base de lo que tiene significación para si.
Nadie
podría existir sin ello.
Una
existencia que no signifique nada es insoportable.
De modo
que resulta evidente que cada uno tiene su propio significado.
Pero
Jesús indica que es un gran error ver significado en la vida; es decir, el
significado supremo que es Dios.
El
significado más alto existe aparte de los acontecimientos que se producen en la
vida, y a menos que el hombre pueda cambiar de manera de pensar al
respecto, sufrirá la suerte común de lo bueno y lo malo que hay en el mundo.
No ha
encontrado aún un apoyo cierto desde el cual comenzar.
En
otras palabras, partiremos de una base errada si, al creer en Dios como la
fuente de todo significado, creyendo también que hay un significado en nuestra
existencia personal, comenzamos a buscarlo en la vida exterior y tomamos las
recompensas y los castigos del mundo como hechos llenos de significado.
Esto se
deduce de la singular importancia que tiene la palabra metanoia.
El
hombre no ha de partir de las exterioridades.
Si lo
hace, como lo hace la mayoría, quiere decir que es incapaz de cualquier cambio
ulterior, de mayor evolución.
El
hallar significado en las exterioridades, el tomar significados que se
encuentran en la vida externa y juzgar por ellos conforme a la propia
educación, es contrario a la metanoia, al cambio en la manera de pensar.
Pero la
cuestión estriba en que no hay quien esté del todo libre de estas opiniones. Y
en realidad todo individuo particular alimenta la propia estimación y adoración
con sus creencias externas, con los antecedentes formados en sus primeros años,
con el sentimiento de que es mejor que otros, ya sea que ocupe en el mundo un
lugar destacado o modesto.
Y todos
creen, ora por su religión o por cualquier otro motivo, que el mundo exterior
es el teatro de una acción moral y que en él se ha de mostrar, con el
desprecio, la violencia o la persecución, que siempre estamos en lo cierto.
De modo
que no hay quien no vea un significado supremo —y esto es 'Dios'— en la vida
exterior, y no hay quien no esté de acuerdo con esto.
Así
obran el moralista, el político, etc.
Es
sumamente difícil desprenderse de semejante punto de vista.
Pero
comenzar a hacerlo es empezar a transformar la propia mente, iniciar la metanoia.
Sin
darse cuenta de que lo hacen, todos juzgan la vida conforme a su moral, a sus
principios, etc.
Y todo
esto se apoya en la opinión de que la vida exterior es la fuente de todo.
Pero
Jesús enseña que de este modo no se obtiene nada.
Lo que
ocurre en la vida exterior no nos guía.
Mas las
gentes piensan que todo radica en la vida misma.
No
advierten que la vida permanece igual, hagan lo que hicieren; y no captan el
hecho de que, en virtud de su propia naturaleza, la vida es algo que puede
llevar al hombre a la metanoia, la meta suprema.
La vida
externa no es el lugar donde la voluntad de Dios se hace, y por eso la oración
dice:
"Hágase
tu voluntad en la tierra."
A menos
que la persona entienda lo que esto quiere, decir y a menos que empiece a
captar sus implicaciones, no sabrá lo que dice cuando reza el Padre Nuestro.
Pero
esta no es la única frase que ha de entenderse en el Padre Nuestro; han de
entenderse todas.
De modo
que quien rece el Padre Nuestro ha de estar en un elevadísimo estado de
conciencia, entendiendo el valor de cada palabra y de cada frase, para que
tenga un significado.
Es
decir, para que sea una oración en el verdadero sentido de la oración.
Esto
sería la metanoia en su significado más profundo.
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