lunes, 5 de octubre de 2015

ERA ENTONCES LA TIERRA DE UNA LENGUA Y DE UNAS MISMAS PALABRAS

ERA ENTONCES LA TIERRA DE UNA LENGUA Y DE UNAS MISMAS PALABRAS

LA TORRE DE BABEL

Por: Maurice Nicoll

¿Ha obrado alguna vez la humanidad basándose en el Bien?

La antigua alegoría del Génesis donde se dice que "era entonces la Tierra de una lengua y de unas mismas palabras" es cosa que ya hemos estudiado.

Se refiere a una época en la que el hombre obraba por el Bien, porque únicamente el Bien puede proporcionar una lengua o un acuerdo común.

Hubo un tiempo en la Tierra en el que los hombres no obraban en base a teorías acerca del bien y del mal, en base a diferentes ideas acerca de la Verdad, a distintas doctrinas, a diferentes aspectos del conocimiento.

Obraban, ante todo, por el reconocimiento interior de lo que es bueno.

Esto enlazaba a todos; pues el Bien es el único poder ca­paz de unir.

Toda armonía proviene del Bien.

En tanto el Bien era lo primero, todo lo demás carecía de importancia.

El hombre podía tener esta o aquella opinión, la que mejor le acomodase, pero colocaba a Dios primero y por sobre todas las cosas.

Así estaba siempre de acuerdo con todos aquellos que también colo­caban primero al Bien en sus asuntos.

La descripción de la huma­nidad que en un tiempo era de una sola lengua significa que hubo una etapa en el hombre durante la cual el Bien ocupaba el primer lugar, y así todos hablaban la misma lengua.

Siguió a este tiempo uno de degeneración representado por la construcción de la Torre de Babel, destinada a llegar al cielo.

"Era entonces toda la Tierra de una lengua y de unas mismas palabras.

Y aconteció que como se partieron de Oriente ha­llaron una vega en la tierra de Shinar y asentaron allí.

Y dijeron los unos a los otros:

«Vaya, hagamos ladrillos, cozámos­los con fuego».

Y sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el betún en lugar de mezcla.

Y dijeron: «Vamos, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre por si fuéremos esparcidos sobre la faz de la Tierra»." (Génesis XI, 1-4.)

Luego sigue una alegoría descriptiva de cómo empezaron a confundirse y esto se representa por medio de la diversidad de lenguas y la forma como fueron esparcidos.

El primer versículo:

"Era entonces toda la Tierra de una len­gua y de unas mismas palabras", significa que hubo un tiempo en que la humanidad mantenía cierto grado de unidad en la Tierra.

El segundo versículo: "Y aconteció que como se partieron de Oriente, hallaron una vega en la tierra de Shinar y asentaron allí", significa que empezaron a alejarse de esta condición de unidad.

"Se partieron de Oriente", o sea que se alejaron de la fuente de aquella condición de unidad y a la vez descendieron en el nivel de su ser.

"Hallaron una vega... y asentaron allí."

Comen­zaron a inventar ciertas nociones ya que habían perdido todo contacto con la fuente original.

"Vamos, hagamos ladrillo... y sirvió el ladrillo en lugar de piedra y el betún en lugar de mez­cla."

Como ya lo hemos estudiado, la piedra representa la Verdad.

Ya no tenían la Verdad, "sirvió el ladrillo en lugar de piedra", o sea algo hecho por el hombre y no por el Verbo de Dios.

Tenían ladrillos en lugar de piedra.

Habiendo perdido la piedra, o sea las verdades originalmente enseñadas, se propusieron cocer los ladrillos ellos mismos y construir por sus propias manos.

Tenían betún en lugar de mezcla, o sea algo malo en lugar de algo bueno.

Se proponían erigir una torre que llegase hasta el cielo, o sea elevarse por sí mismos hasta el nivel de Dios.

Todo cuanto se hace se basa en el amor propio que siempre quiere elevarse, pues el amor propio solamente busca el modo de poseer poder y ejerci­tarlo sobre todas las cosas.

Quiere exaltarse a sí mismo, y de esto proviene la imagen de una torre en la parábola.

Todo esto y cuanto sigue significa que el hombre comenzó a pensar que él mismo era la fuente del Bien, y no Dios.

Cometió el delito espi­ritual conocido con el nombre de robo, que es a lo que se refiere el octavo mandamiento, el de "no robar".

El hombre se atribuyó a sí mismo aquello de lo cual él no era la causa.

Y este robo psicológico ha continuado hasta hoy día en que ha alcanzado un notable crecimiento, tanto que las personas tácitamente se atribuyen a sí mismas todo, aún la vida.

Y como resultado de este robo original, la humanidad ya no tiene un habla común.

Ocurrió la "confusión de lenguas".

Ya no había una lengua común, es decir que el hombre dejó de entender y de comprender a su pró­jimo, pues ya no tenía ningún punto de común comprensión con él, un punto como puede proporcionarlo únicamente la per­cepción del Bien.

Babel reemplazó la unidad.

Tal es el actual estado de cosas en el mundo.

El hombre se lo atribuye todo a sí mismo y ya ha perdido el sentido de cualquier otra idea del universo, o del significado de la humanidad en la Tierra.

Se atribuye mente, pensamiento, ser consciente, sentimiento, volición, vida, y, de hecho, virtualmente todo; se lo atribuye todo a si mismo, aún cuando es y siempre será incapaz de explicar cual­quiera de estas cosas.

Y la única explicación que hoy tiene del universo es que ocurrió por casualidad y que no tiene ningún sentido.



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