EN LA CASA DE MI PADRE
HAY MUCHAS MORADAS
Por: Maurice Nicoll
En las antiguas
parábolas se compara a menudo al hombre con una casa.
Vive en la casa de su ser.
En esa casa hay muchos
cuartos en diferentes pisos.
Cada hombre tiene una
casa donde vive con ciertas actitudes típicas, prejuicios y hábitos, que
corresponden por lo general a las habitaciones más bajas de si mismo.
Puede vivir en los
mejores cuartos, sin embargo cuando escuche algo nuevo, algo extraño, regresa a
su propia casa, a no ser que haya recibido una impresión muy profunda, la cual
lo elevará a nuevas habitaciones en la casa de su ser, momentáneamente, sólo
para volver a los viejos cuartos —esto es, en unos pocos cuartos situados
probablemente en la planta baja, los cuales por lo general ocupa mental y
emocionalmente—.
Así, se dice que en el
último día de la fiesta de los tabernáculos, después que la multitud oyó las
palabras de Cristo: "Cada uno se fue a su casa." (Juan VII, 53).
No habían comprendido
nada de nuevo.
Nuevamente, en una
antigua alegoría oriental, el hombre es comparado a una casa que contiene
muchos sirvientes.
Este es una pintura del
hombre vista desde otro ángulo.
El hombre no es uno sino
muchos.
En esa casa hay muchos
"yo" diferentes y carece de dueño.
Sin embargo, el hombre
piensa que es uno y la misma persona en todo momento y no se da cuenta que en
distintos momentos es una persona muy diferente.
En otra alegoría
oriental, el hombre es comparado a una asamblea.
En esa asamblea se
levanta primero un "yo" y dice algo y se vuelve a sentar.
Luego otro "yo"
se levanta y dice todo lo contrario.
Por ejemplo, un hombre
dice: "hoy voy a salir", y luego añade: "no, no creo que lo haga
porque hace demasiado frío".
No discierne que dos
"yo" diferentes están hablando.
Luego otro
"yo" se levanta y dice:
"debemos salir o podríamos perder nuestro trabajo porque siempre hay la
posibilidad de encontrarse con alguien importante."
Así ahora tres
"yo" se han levantado en la asamblea.
Otros "yo"
pueden levantarse y decir diferentes cosas.
Esta es una pintura del hombre
considerado como una casa que contiene diferentes "yo".
Como consecuencia de
ello el hombre es la resultante de todos esos diferentes "yo" que
forman la asamblea de si mismo.
Desde otro ángulo el hombre
es un país psicológico.
Así como en una comarca
visible hay muchos lugares, muchas ciudades y villas, muchos lugares deseables
y otros indeseables, como esteros, pantanos, barrios bajos, calles peligrosas,
así es internamente el hombre.
El Salmista dice:
"hazme saber el camino por donde ande" (Salmos, CXLIII, 8).
Esto es; en sí mismo.
Es extraordinario como
tendemos a andar por los lugares desagradables en nosotros mismos.
Del mismo modo que, en
la vida externa real, evitamos andar por lugares peligrosos, en barrios de mala
fama, en traicioneros pantanos, así nos será posible evitar andar por los
lugares peligrosos en nuestro sí interno.
Con todo, debido a que
el hombre tiene la ilusión de ser una y la misma persona en todo momento no
podemos discernir el significado de enseñanzas que se visten con lenguajes e
imágenes y alegorías tales como las que hemos mencionado más arriba.
El hombre piensa que es
él mismo cuando está dominado por su mal carácter o tiene un estado de ánimo
amable.
No ve que es al mismo
tiempo dos personas diferentes.
Ni tampoco se da cuenta
que anda por dos lugares diferentes en su propio país psicológico.
Sin embargo, es muy
difícil romper esa ilusión de que el hombre es uno y el mismo, lo cual es el
punto de partida de todo nuevo auto-desarrollo.
Todos esos lugares
diferentes en nuestro país psicológico están representados por diferentes
lugares en el mundo espiritual.
Es el país psicológico
de uno mismo el lugar en donde realmente vivimos.
¿Qué es el mundo
espiritual?
Primero, es el mundo
invisible de nuestros pensamientos y sentimientos.
Si dicen que no hay un
mundo invisible, luego no estaré de acuerdo con ustedes.
Sus pensamientos son
invisibles, sus sentimientos son invisibles.
¿Creen realmente que son
visibles?
Este es el primer
aspecto del mundo invisible o espiritual.
Nadie puede
"ver" sus pensamientos o sus sentimientos con sus cinco sentidos
externos.
Pero ¿acaso no son la
cosa más real en usted?
Puede tener un buen
dominio de si y no mostrar externamente sus verdaderos pensamientos o sentimientos,
ni en el rostro, ni en los gestos, pero con todo para usted son más reales que
el mundo visible, externo.
Si usted dice que el
invisible mundo espiritual es irreal, comete un error muy profundo.
Piensa que es meramente
su cuerpo, visible para todos.
Usted está, de hecho,
invertido.
Si usted está en un mal
lugar en su país psicológico, sufrirá aún cuando esté rodeado de las mayores
comodidades físicas.
Digamos que usted odia.
¿Acaso las invitaciones
a cenar pueden curar ese estado?
Por lo tanto un hombre
tiene muchos lugares en sí mismo, muchas moradas en la casa de su ser.
¿Por dónde anda usted en
si mismo?
¿Cuál es el lugar en su
país psicológico que visita continuamente? (Diremos: sus agravios.)
Se queja de ser
desdichado y siente que si solo pudiera tener más comodidad material sería más
feliz.
Hasta cierto punto tal
vez sea cierto, porque la pobreza es difícil de soportar.
Pero si siempre
acostumbra andar por lugares desagradables en usted mismo, odiando y envidiando
a los otros, las riquezas materiales no curaran su infelicidad.
No se trata de una
cuestión exterior.
Así, después de haber
aprendido a andar por la vida externa con cierta astucia, necesitamos otra
educación en la cual es necesario aprender a andar por dentro de nosotros
mismos, y en qué cuartos, en qué pisos vivimos en la casa de nosotros mismos, y
con qué "yo" vamos del brazo.
Porque en cada piso, en
cada nivel, hay un diferente pensar y sentir, y hemos de aprender cuál de ellos
es el mejor.
Si fuéramos a decir de
qué modo un hombre puede llegar a ser dueño de su propia casa, tendríamos que
extendernos mucho, empero al mismo tiempo un hombre puede empezar a observarse
a si mismo, y si descubre lo que ha de observar en si mismo podrá seguir la
dirección que lo lleve a encontrarse con el dueño verdadero pero ausente de su
propia casa — esto es, podrá atraerlo—.
Las gentes piensan que
escuchar una conferencia o leer un libro podrá cambiarlas, pero luego de haber
escuchado una conferencia o leído un libro, "cada hombre regresará a su
propia casa" y seguirá siendo exactamente lo que era antes —de lo
contrario—, con todos los medios modernos de transmisión del conocimiento, el
mundo habría cambiado hace mucho tiempo.
No, un cambio de ser es
un problema más profundo.
Solo usted puede
hacerlo.
Si, el problema es mas
profundo.
Un hombre debe conocerse
a si mismo antes de poder cambiar.
Y aquí entra otra
ilusión.
Cada cual cree conocerse
a si mismo.
Se ofende si se le dice
que no se conoce.
Cada cual que se
comporta con completo conocimiento de su manera de comportarse y de lo que dice
y por que lo dice.
Así permanece en el
mismo lugar, en la misma casa, y en el mismo sitio en su casa, en los mismos
"yo" que toma por si mismo.
Al hombre le fue dado
más de lo que necesita, y este es uno de los misterios de la vida. Solo una
parte de su cerebro.
Le fue dado más de lo
que necesita para vivir su vida natural.
Le fue dado una casa
mucho más amplia de la que usa, o necesita usar para los propósitos de la vida
ordinaria.
Como dije, tiene un
cerebro que es mucho más amplio de lo que necesita.
Y por eso las teorías
mecanicistas no vienen al caso.
Tiene, en la totalidad
de la casa que recibió, funciones no empleadas que, a veces, digamos, en
momentos de mucho cansancio, tensión y enfermedad —se le revelan
momentáneamente.
Pasa entonces a otra parte
de su país psicológico, o a otro cuarto de la casa de su ser.
Prestan atención —ya
está allí—.
Luego vuelve a caer en
su estado ordinario y le parece que ha experimentado algo que pertenece a otro
orden y carece de importancia para la vida ordinaria.
Lo que le ha sucedido es
que ha experimentado cosas de otro nivel, que estan en otro cuarto.
Estuvo un instante o dos
en un cuarto en el piso más alto de su casa y vio todas las cosas de una manera
muy diferente, tal como sucede cuando se está en una altura elevada.
Tal vez piense que todo
carece de sentido.
Pero dejando a un lado
esas extrañas experiencias, un hombre puede aprender que hasta en la vida
ordinaria le es posible cambiar entrenándose para andar por los lugares
desagradables que frecuenta habitualmente en su país psicológico, aceptados por
la vida como normales.
De hecho, aprende a
llevar otra vida y deja de culpar a los otros en todo momento.
Empieza a girar en
redondo dentro de si y se acusa de haberse permitido andar por lugares
peligrosos.
Experimentar esta
inversión es muy posible
En los Evangelios se
dice que el Cielo tiene muchos lugares.
Entendido con otro dicho
esencial.
"El Reino de los
Cielos está dentro de vosotros", nos ayuda a comprender la importancia de
conocer en qué lugar estamos en nuestro país psicológico.
Estas dos ideas nos
advierten que nuestro estado de ser será nuestro propio juez en decidir a qué
morada en la casa de nuestro Padre iremos después de la muerte.
No se dice que los
discípulos iban al "Cielo", sino a un lugar especial allí existente.
Cristo dijo: "Voy,
pues, a preparar lugar para vosotros." (Juan XIV 2).
Asimismo dijo: "En
la casa de mi Padre muchas moradas hay".
Así hay muchos otros
lugares y moradas prescindiendo de las preparadas para los discípulos.
Cuando por primera vez
concebí el más allá en esos términos sentí mucho alivio.
Cielos hay muchos, no
uno solo.
Hay tantos lugares
diferentes en el próximo mundo como en este.
De niño, cuando estaba
en la iglesia y miraba los feligreses, solía pensar que no quería
verdaderamente ir al Cielo con toda la gente meritoria y si seguía siendo
cristiano tendría que ir.
Esto creaba una
dificultad en mi mente, una de esas primeras y extrañas dificultades de las
cuales se tiene conciencia durante toda la vida pero que no se mencionan.
Cuando comprendí por mis
propias lecturas que el Cielo no era un lugar sino muchas moradas y lugares,
esta dificultad particular desapareció.
Nadie me había ayudado a
vencer esa dificultad.
Al fin y al cabo costaba
establecerla.
Tan lejos como pueda
recordar, nunca pensé, en mi pensar interior, que no había vida después de la
muerte, ni tampoco tuve con Cristo problemas interiores.
Lo que Cristo dijo me
parecía estar en un nivel más allá de toda discusión, por más difícil que
fuera.
Mantener el punto de
vista que este mundo y todo cuanto sucede en el es todo y es explicable en
función de si mismo, en verdad parece un cuento inventado por un idiota, lleno
de bulla y furia.
Más tarde, comprende que
el intento de explicar el mundo en función de si mismo era imposible.
Algo tenía que ser ajustado
por encima del mundo, alguna otra explicación.
Así diría que la idea de
otro mundo es una verdad psicológica.
¿Por qué?
Porque da más sentido a
la desnuda verdad de los sentidos físicos.
Llamemos a este mundo y
su vida un campo de prueba o lo que se prefiera, pero a menos que se le de otra
clase de significado, llega a carecer de sentido.
Tengo la certeza que los
jóvenes valientes e inteligentes que perecen no por ello terminan.
Creo que hay un lugar
preparado para ellos —hasta para los valientes violentos.
No cabe duda que,
físicamente, no tenemos prueba alguna de ello.
Pero la verdad
psicológica es más elevada que la verdad física, y el próximo mundo es
invisible a los sentidos como lo es la comprensión psicológica.
¿Acaso en nuestra radio
visible lo principal no es lo invisible?
La idea de que después
de la muerte se va a algún lugar de acuerdo con la calidad de nuestra vida
interior nos da fuerza y nos otorga iniciativa.
Da un nuevo significado
y así una nueva fuerza.
El comportamiento de
nuestra vida no es inútil.
Así diría que hay otro
orden de verdad —y que la prueba de ello está en el poder y significado que nos
da.
A los santos y los
mártires se les dio, mediante la verdad psicológica, la fuerza para soportar lo
que soportaron.
Pero que hablemos de
santos y mártires o de los jóvenes y valientes, que también soportaron lo
indecible, atisbar la naturaleza del otro mundo enseñada por Cristo, nos
tranquiliza porque nos hace ver que algunos irán a una morada y otros a otra.
Vistos bajo esa luz, de
todos los dichos misericordiosos de Cristo, ¿no es acaso "En la casa de mi
Padre hay muchas moradas; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros", uno de los más misericordiosos para nuestra
comprensión humana de la otra vida?
Algunos creen que en el
Cielo nos encontraremos con nuestros parientes.
Se celebraran reuniones
con los familiares.
Piensan que nuestro
prójimo es el vecino de la casa de al lado.
El pensar físico de esta
índole convierte a los Evangelios en una confusión; los Evangelios son
psicológicos.
Pero la crucifixión de
Cristo simboliza que el pensar psicológico siempre está a tiempo para vencer al
pensar físico y literal.
Ahora bien,
psicológicamente nuestro prójimo es el más cercano en comprensión.
Estar en el Cielo entre
gente de comprensión por completo diferente sería un tormento —en suma, el infierno.
Cristo representa el
significado psicológico, por ejemplo, de un mandamiento —esto es, darse cuenta
que, para dar un ejemplo, el matar empieza con el odiar psicológico, y que si
los hombres se envidian y se odian unos a otros, pueden matar o no físicamente,
pero están matando en todo momento.
La purificación de las
emociones —pensemos en la autoconmiseración, la envidia, el odio, la malicia,
los celos, y no solo el sexo— depende de nuestra comprensión psicológica.
"No mataras"
es un mandamiento literal y físico; psicológicamente significa: "No
odiaras ni mataras internamente", porque el odio, que es psicológico,
conduce al matar físico.
Basta reparar en algunas
de nuestras fantasías.
¿Acaso no matamos en
ellas?
Me imagino que muchas
personas han asesinado a algunos de sus vecinos físicos y parientes en
distintos momentos.
Pero dan gracias a Dios
de no haberlo hecho físicamente.
¿Por que no?
Porque tienen
restricciones exteriores.
Temieron la ley, la
policía, la pérdida de reputación —todas las consecuencias.
Aunque maten en su
corazón, parecen virtuosos, llenos de mérito.
Pero en el próximo mundo,
como lo han dicho muchos místicos y filósofos, se es juzgado por lo que es
nuestro corazón, fuera de las restricciones que la ley, la sociedad, el temor a
perder la reputación, nos hacen aparecer externamente.
Somos juzgados por
nuestro estado interno y enviados al lugar al cual pertenecemos.
Maurice Nicoll
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