lunes, 5 de octubre de 2015

EL SENTIDO PSICOLÓGICO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

EL SENTIDO PSICOLÓGICO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Por: Maurice Nicoll

Puesto que todas las sagradas escrituras tienen un sentido literal y otro psicológico, pueden caer sobre la mente de una manera doble, por así decirlo.

Si el hombre no fuese capaz de un mayor desarrollo, nada de esto tendría razón de ser.

Pero, justamente porque tiene posibilidades de una mayor evolución individual, es que existen las parábolas.

La idea "sagrada" acerca del hombre, o sea la idea esotérica o interior, estriba en que éste cuenta con un elevado nivel de entendimiento que no utiliza y que su verda­dero desarrollo consiste precisamente en alcanzar el más alto nivel que le sea posible.

De modo que todas las sagradas escrituras, como ocurre en la forma de las parábolas, tienen un significado doble porque contienen uno al pie de la letra y que está desti­nado al hombre tal cual es corrientemente, y otro que a la vez puede alcanzar el nivel superior que existe en él en potencia y que le aguarda.

Una parábola se vuelca en la forma de un significado antiguo.

En los Evangelios, las parábolas están vertidas en la forma de un lenguaje antiguo ya olvidado.

Hubo un tiempo en que este lenguaje de las parábolas podía entenderse bien.

Este lenguaje, el de las parábolas, las alegorías y los milagros, está perdido para la actual humanidad.

Pero aún perduran algunas fuentes de conocimiento que nos permiten entender algo acerca de este antiguo signifi­cado.

Y puesto que el objetivo de la parábola es el de conectar los entendimientos superior e inferior, se la puede considerar como un puente entre dos niveles, como un enlace entre el entendimiento literal y el psicológico.

Como luego lo veremos, existió en cierto tiempo un lenguaje preciso en el que esta doble función se comprendía y en la que se utilizaron debidamente ciertas palabras y ciertos términos en este doble y bien entendido sentido.

A través de este antiguo lenguaje se estableció un contacto entre los signi­ficados superior e inferior, o, lo que al cabo viene a ser lo mismo, entre los aspectos superior e inferior del hombre.

Nuestro primer nacimiento ocurre del mundo celular que evoluciona hacia el hombre.

Renacer, o nacer de nuevo, signi­fica evolucionar hacia una psicología superior, hacia un superior nivel de entendimiento.

Tal es la meta suprema del hombre con­forme lo indica la enseñanza de todas las antiguas escrituras en las que aquél aparece como una semilla psicológica que no se ha desarrollado.

Y ésta es la enseñanza esotérica.

A semejante nivel solamente se puede llegar mediante un conocimiento nuevo y sintiendo y practicando éste; y el conocimiento que proporciona tales posibilidades al hombre suele ser denominado en los Evan­gelios a veces la Verdad, a veces el Verbo.

Pero no se trata de una verdad ordinaria, corriente, o de un conocimiento vulgar.

Se trata de un conocimiento que dice de este paso a un mayor desarrollo íntimo.

Tratemos de obtener algunas ideas preliminares acerca de este antiguo y doble lenguaje de las parábolas.

Comencemos por estu­diar la forma como se presenta la Verdad.

En este antiguo len­guaje, las cosas visibles representan hechos psicológicos.

La vida exterior, la que registran los sentidos, se transforma en su signi­ficado, de un nivel a otro.

La Verdad no es un objeto visible; pero en este lenguaje se la representa como si lo fuera.

Una parábola se halla repleta de imágenes visibles de todo cuanto es objeto de los sentidos.

Pero cada imagen visual representa algo que corresponde a un nivel psicológico de entendimiento, a un nivel que se distingue de la imagen utilizada.

LA PALABRA AGUA:

En los Evangelios a menudo se hace uso de la palabra "agua".

¿Qué significa esta palabra en el antiguo lenguaje?

Al pie de la letra, quiere decir una sustancia que nosotros conocemos como agua.

Empero en un sentido psicológico, en un nivel superior de entendimiento, denota algo muy diferente.

La palabra "agua" no significa sencillamente agua.

Al hablar a Nicodemo acerca del renacimiento, Cristo le dice que el hombre tiene que nacer de agua y espíritu, "... el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Juan III, 5).

¿Qué quiere decir, pues, agua?

Tiene que tener otro significado, uno superior o psicológico.

Quizá podamos colegir que "espíritu" pueda significar "voluntad" o aquella parte más intima y más real del hombre.

Y también podemos entender que nacer de nuevo no significa necesariamente volver al vientre materno como pen­saba Nicodemo, quien representaba al hombre que únicamente es capaz de un entendimiento literal.

Sea lo que fuere lo que nosotros podamos pensar acerca del significado de "espíritu", no podemos, con nuestra comprensión ordinaria, imaginar lo que de­nota el "agua" en este antiguo lenguaje de doble sentido en el que las cosas sensoriales portan un significado diferente y especial.

No hay ninguna clave.

Decir que un hombre debe nacer de nuevo del agua física es decir un desatino.

¿Qué puede, pues, significar la palabra agua en un sentido psicológico?

Podemos encontrar en otros pasajes de la Biblia lo que esta imagen física representa a un nivel psicológico de entendimiento.

Pueden citarse cien ejem­plos.

Tomemos uno de los mismos Evangelios.

Cristo habló a la mujer de Samaria, en la escena del pozo, y le dijo que él podía darle "agua viva".

Cuando ella ha ido a sacar agua del pozo, le dice:

"Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed; más el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." (Juan IV, 13-14.)

Es obvio que en este caso se utiliza la palabra "agua" en un sentido perteneciente a ese ya olvidado lenguaje.

Y en el Antiguo Testamento, en el Libro de Jeremías, encontramos:

"Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme a mi, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas." (Jerem. II, 13.)

¿Qué es, pues, esta agua, esta agua viva?

En el lenguaje antiguo, agua significa "verdad viviente".

Y es una verdad viviente porque hace que el hombre viva en sí mismo, que no esté muerto una vez que ha aceptado este conoci­miento y lo aplique prácticamente.

En los términos de la ense­ñanza esotérica, o sea en la enseñanza sobre la evolución inte­rior, se denomina muerto a un hombre que nada sabe acerca de ella.

Se trata de un conocimiento de la verdad, pero únicamente con relación al logro de un más alto nivel de evolución inte­rior que a todos aguarda.

Se trata de un conocimiento acerca del nivel superior del hombre y de todo cuanto nos puede ayudar a alcanzar ese nivel.

Se refiere a lo que una persona tiene que saber, pensar, sentir y entender y hacer a fin de poder llegar a su próxima etapa de desarrollo.

No se trata de una verdad ex­terna, acerca de cosas u objetos exteriores, sino de la Verdad íntima, de la Verdad interior del hombre mismo y de la clase de persona que es y cómo puede cambiar.

Por lo tanto, es una Verdad esotérica (esotérico significa interior) o la Verdad en cuanto se refiere a aquel desarrollo íntimo y a la nueva orga­nización del hombre y que asimismo le lleva a la siguiente etapa en su genuina y real evolución.

Pues nadie puede cambiar, nadie puede hacerse distinto, nadie puede evolucionar y alcanzar este nivel superior y renacer, a menos que conozca, oiga y siga una enseñanza acerca de ello.

Si el hombre piensa que ya conoce la Verdad de este tipo y que la conoce por sí mismo, entonces es como aquellos a quienes se menciona más arriba, que "dejan las fuentes de agua viva para cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas".

La idea es bastante clara.

Existe una enseñanza, en todo tiempo ha existido, y ella puede conducir al hombre hacia un desarrollo superior.

Esta enseñanza es la verdadera enseñanza psicológica con relación al hombre y a la posibilidad del desarrollo del Nuevo Hombre en si mismo.

El hom­bre no puede inventarla por sí mismo.

Podrá fabricarse toda suerte de cisternas, pero éstas no contendrán agua alguna; o sea que no contendrán ninguna Verdad.

Cuando no existe la Verdad en esta forma, el estado del hom­bre se considera o se compara con la sed:

"Los afligidos y menesterosos buscan las aguas que no hay; secóse de sed su lengua..." (Isaías XLI, 17.)

O cuando la gente va tras una enseñanza errada, esto se compara como el beber aguas amargas, muertas o enfermas:
"Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa." (Mat. X, 42.)

Quien tenga una mentalidad que tome esto al pie de la letra pensará que basta con darle un vaso de agua fría a un niño.

Pero si el agua significa Verdad, entonces se refiere a la trans­misión de la Verdad por imperfectamente que se haga.

Y "pequeñito" aquí no significa un niño (en griego) sino una persona de pequeño o poco entendimiento.

También tomemos nota de que para poder recibir la Verdad la mente tiene que ser como una copa que reciba lo que en ella se vuelca.

O sea que el hombre tiene que estar listo y dispuesto a que se le enseñe, de tal modo que su mente sea como una copa que reciba agua.

De esta ma­nera, la frase "dar un vaso de agua" se refiere tanto a la recepción de la Verdad, como a su transmisión o comunicación a otros.

Pero nada de esto puede expresarse de una manera lógica; sin embargo, se puede entender de un modo psicológico.

Y tal es, justa y precisamente, la intención del antiguo lenguaje que hemos comenzado a estudiar.

Maurice Nicoll






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