EL SENTIDO
PSICOLÓGICO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Por: Maurice Nicoll
Puesto que todas las
sagradas escrituras tienen un sentido literal y otro psicológico, pueden caer
sobre la mente de una manera doble, por así decirlo.
Si el hombre no fuese
capaz de un mayor desarrollo, nada de esto tendría razón de ser.
Pero, justamente
porque tiene posibilidades de una mayor evolución individual, es que existen
las parábolas.
La idea
"sagrada" acerca del hombre, o sea la idea esotérica o interior,
estriba en que éste cuenta con un elevado nivel de entendimiento que no utiliza
y que su verdadero desarrollo consiste precisamente en alcanzar el más alto
nivel que le sea posible.
De modo que todas las
sagradas escrituras, como ocurre en la forma de las parábolas, tienen un
significado doble porque contienen uno al pie de la letra y que está destinado
al hombre tal cual es corrientemente, y otro que a la vez puede alcanzar el
nivel superior que existe en él en potencia y que le aguarda.
Una parábola se
vuelca en la forma de un significado
antiguo.
En los Evangelios,
las parábolas están vertidas en la forma de un lenguaje antiguo ya olvidado.
Hubo un tiempo en que
este lenguaje de las parábolas podía entenderse bien.
Este lenguaje, el de
las parábolas, las alegorías y los milagros, está perdido para la actual
humanidad.
Pero aún perduran
algunas fuentes de conocimiento que nos permiten entender algo acerca de este
antiguo significado.
Y puesto que el
objetivo de la parábola es el de conectar los entendimientos superior e
inferior, se la puede considerar como un puente
entre dos niveles, como un enlace
entre el entendimiento literal y el psicológico.
Como luego lo
veremos, existió en cierto tiempo un lenguaje preciso en el que esta doble función se comprendía y en la
que se utilizaron debidamente ciertas palabras y ciertos términos en este doble
y bien entendido sentido.
A través de este
antiguo lenguaje se estableció un contacto entre los significados superior e
inferior, o, lo que al cabo viene a ser lo mismo, entre los aspectos superior e
inferior del hombre.
Nuestro primer
nacimiento ocurre del mundo celular que evoluciona hacia el hombre.
Renacer, o nacer de
nuevo, significa evolucionar hacia una psicología superior, hacia un superior
nivel de entendimiento.
Tal es la meta
suprema del hombre conforme lo indica la enseñanza de todas las antiguas
escrituras en las que aquél aparece como una semilla psicológica que no se ha
desarrollado.
Y ésta es la
enseñanza esotérica.
A semejante nivel
solamente se puede llegar mediante un conocimiento nuevo y sintiendo y
practicando éste; y el conocimiento que proporciona tales posibilidades al
hombre suele ser denominado en los Evangelios a veces la Verdad, a veces el Verbo.
Pero no se trata de
una verdad ordinaria, corriente, o de un conocimiento vulgar.
Se trata de un
conocimiento que dice de este paso a un mayor desarrollo íntimo.
Tratemos de obtener
algunas ideas preliminares acerca de este antiguo y doble lenguaje de las
parábolas.
Comencemos por estudiar
la forma como se presenta la Verdad.
En este antiguo lenguaje,
las cosas visibles representan hechos psicológicos.
La vida exterior, la
que registran los sentidos, se transforma en su significado, de un nivel a
otro.
La Verdad no es un
objeto visible; pero en este lenguaje se la representa como si lo fuera.
Una parábola se halla
repleta de imágenes visibles de todo cuanto es objeto de los sentidos.
Pero cada imagen
visual representa algo que corresponde a un nivel psicológico de entendimiento,
a un nivel que se distingue de la imagen utilizada.
LA PALABRA AGUA:
En los Evangelios a
menudo se hace uso de la palabra "agua".
¿Qué significa esta
palabra en el antiguo lenguaje?
Al pie de la letra,
quiere decir una sustancia que nosotros conocemos como agua.
Empero en un sentido
psicológico, en un nivel superior de entendimiento, denota algo muy diferente.
La palabra
"agua" no significa sencillamente agua.
Al hablar a Nicodemo
acerca del renacimiento, Cristo le dice que el hombre tiene que nacer de agua y espíritu, "... el que no
naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Juan
III, 5).
¿Qué quiere decir,
pues, agua?
Tiene que tener otro
significado, uno superior o psicológico.
Quizá podamos colegir
que "espíritu" pueda significar "voluntad" o aquella parte
más intima y más real del hombre.
Y también podemos
entender que nacer de nuevo no significa necesariamente volver al vientre
materno como pensaba Nicodemo, quien representaba al hombre que únicamente es
capaz de un entendimiento literal.
Sea lo que fuere lo
que nosotros podamos pensar acerca del significado de "espíritu", no
podemos, con nuestra comprensión ordinaria, imaginar lo que denota el
"agua" en este antiguo lenguaje de doble sentido en el que las cosas
sensoriales portan un significado diferente y especial.
No hay ninguna clave.
Decir que un hombre
debe nacer de nuevo del agua física es decir un desatino.
¿Qué puede, pues,
significar la palabra agua en un sentido psicológico?
Podemos encontrar en
otros pasajes de la Biblia lo que esta imagen física representa a un nivel
psicológico de entendimiento.
Pueden citarse cien
ejemplos.
Tomemos uno de los
mismos Evangelios.
Cristo habló a la
mujer de Samaria, en la escena del pozo, y le dijo que él podía darle
"agua viva".
Cuando ella ha ido a
sacar agua del pozo, le dice:
"Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; más el
que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed; más el agua
que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." (Juan IV, 13-14.)
Es obvio que en este
caso se utiliza la palabra "agua" en un sentido perteneciente a ese
ya olvidado lenguaje.
Y en el Antiguo
Testamento, en el Libro de Jeremías, encontramos:
"Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme a mi, fuente de
agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen
aguas." (Jerem.
II, 13.)
¿Qué es, pues, esta
agua, esta agua viva?
En el lenguaje
antiguo, agua significa "verdad
viviente".
Y es una verdad
viviente porque hace que el hombre viva
en sí mismo, que no esté muerto una vez que ha aceptado este conocimiento
y lo aplique prácticamente.
En los términos de la
enseñanza esotérica, o sea en la enseñanza sobre la evolución interior, se
denomina muerto a un hombre que
nada sabe acerca de ella.
Se trata de un
conocimiento de la verdad, pero únicamente con relación al logro de un más alto
nivel de evolución interior que a todos aguarda.
Se trata de un
conocimiento acerca del nivel superior del hombre y de todo cuanto nos puede
ayudar a alcanzar ese nivel.
Se refiere a lo que
una persona tiene que saber, pensar, sentir y entender y hacer a fin de poder
llegar a su próxima etapa de desarrollo.
No se trata de una
verdad externa, acerca de cosas u objetos exteriores, sino de la Verdad
íntima, de la Verdad interior del hombre mismo y de la clase de persona que es
y cómo puede cambiar.
Por lo tanto, es una
Verdad esotérica (esotérico
significa interior) o la Verdad en cuanto se refiere a aquel desarrollo íntimo
y a la nueva organización del hombre y que asimismo le lleva a la siguiente
etapa en su genuina y real evolución.
Pues nadie puede
cambiar, nadie puede hacerse distinto, nadie puede evolucionar y alcanzar este
nivel superior y renacer, a menos que conozca, oiga y siga una enseñanza acerca
de ello.
Si el hombre piensa
que ya conoce la Verdad de este tipo y que la conoce por sí mismo, entonces es
como aquellos a quienes se menciona más arriba, que "dejan las fuentes de
agua viva para cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen
aguas".
La idea es bastante
clara.
Existe una enseñanza,
en todo tiempo ha existido, y ella puede conducir al hombre hacia un desarrollo
superior.
Esta enseñanza es la
verdadera enseñanza psicológica con relación al hombre y a la posibilidad del
desarrollo del Nuevo Hombre en si mismo.
El hombre no puede
inventarla por sí mismo.
Podrá fabricarse toda
suerte de cisternas, pero éstas no contendrán agua alguna; o sea que no contendrán
ninguna Verdad.
Cuando no existe la
Verdad en esta forma, el estado del hombre se considera o se compara con la
sed:
"Los afligidos y menesterosos buscan las aguas que no hay; secóse
de sed su lengua..." (Isaías XLI, 17.)
O cuando la gente va tras
una enseñanza errada, esto se compara como el beber aguas amargas, muertas o
enfermas:
"Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un vaso de agua
fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo que no perderá su
recompensa." (Mat. X,
42.)
Quien tenga una
mentalidad que tome esto al pie de la letra pensará que basta con darle un vaso
de agua fría a un niño.
Pero si el agua
significa Verdad, entonces se refiere a la transmisión de la Verdad por
imperfectamente que se haga.
Y "pequeñito"
aquí no significa un niño (en griego) sino una persona de pequeño o poco
entendimiento.
También tomemos nota
de que para poder recibir la Verdad la mente tiene que ser como una copa que
reciba lo que en ella se vuelca.
O sea que el hombre
tiene que estar listo y dispuesto a que se le enseñe, de tal modo que su mente
sea como una copa que reciba agua.
De esta manera, la
frase "dar un vaso de agua" se refiere tanto a la recepción de la
Verdad, como a su transmisión o comunicación a otros.
Pero nada de esto
puede expresarse de una manera lógica; sin embargo, se puede entender de un
modo psicológico.
Y tal es, justa y
precisamente, la intención del antiguo lenguaje que hemos comenzado a estudiar.
Maurice Nicoll
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