lunes, 5 de octubre de 2015

LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR PARTE 2

LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR PARTE 2
Por: Maurice Nicoll

Pasemos a la segunda categoría.

La primera es la del hombre sumamente externo, se apoya en los sentidos.

La segunda ya es algo más íntima.

Cada categoría se adentra más, es más y más elevada en la vertical.

La versión de Mateo describe la segunda categoría así:

"Y parte [de la simiente] cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y nadó luego, porque no tenía profundidad de tierra: más en saliendo el sol, se quemó y secóse, porque no tenía raíz."

Procuremos entender esta categoría de hombres con relación a la siembra de la simiente de la enseñanza esotérica en la humanidad.

Son personas que poseen cierta clase de centro magnético que os explicaré más adelante.

Primero veamos la interpretación atribuida a Cristo:

"Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra y luego la recibe con gozo.
Más no tiene raíz en sí; antes es temporal: que venida la aflicción o la persecución por la palabra, luego se ofende."

A primera vista, esto describe al hombre que no puede hacer frente a las dificultades de lo esotérico, ni en sí ni en la enseñanza.

No puede trabajar en sí mismo, ni con otros, ni soportar sus manifestaciones desagradables.

Al ir en pos de una enseñanza esotérica, tiene que haber ante todo una valorización de las ideas esotéricas.

Luego viene la aplicación de las ideas a uno mismo, a si mismo.

Y junto con esto llega a darse cuenta de las propias dificultades.

Si una persona llega a este punto, advertirá que sus dificultades no las debe a otros, sino que las lleva todas en sí misma.

Si no es violenta ni se deprime, podrá seguir adelante, pues hallará la energía necesaria al no malgastarla en quejas, lamentaciones, ni en culpar a los demás o sentirse ofendido.

Pero esta segunda categoría indica algo más que un entusiasmo superficial.

Llega más hondamente en su significado.

Y su significado más profundo se refiere al hombre que va solamente en pos de conocimiento.

Es quien únicamente trabaja en la línea del conocimiento.

Se ha de trabajar (o sea, se han de hacer esfuerzos) para introducir el conocimiento esotérico en la mente.

Esto produce nuevas conexiones.

Pero también se ha de trabajar para ser.

Vale decir, trabajar sobre sí mismo, sobre la clase de gente que uno es.

Si se es violento, pues hay que trabajar sobre la violencia.

Lo mismo si se es perezoso.

Quien se nutre de emociones negativas ha de cambiarlas, etc., etc.

El hombre que sólo trabaja en la línea del conocimiento es unilateral.

En cuanto surgen las primeras dificultades humanas se quiebra.

Sabe, pero no puede.

¿Por qué no?

Porque su nivel de ser, o sea la clase de persona que es, vive muy por debajo de su conocimiento.

La parábola se refiere a este hombre.

Es el sembrado en pedregales.

Las rocas, las piedras, en el lenguaje evangélico, representan conocimiento; digamos, solamente conocimiento de la verdad.

La piedra de los tiempos significa la verdad eterna.

Por verdad entendamos en este caso el conocimiento esotérico y no una verdad ordinaria del mundo, sino una verdad especial acerca de la transformación del hombre.

La verdad esotérica.

El conocimiento corriente no transforma el ser.

Pero tampoco lo transforma el conocimiento especial, a menos que lo aplique.

Y a sí mismo.

Pues el sujeto del conocimiento es uno mismo.

Y uno mismo es el experimento.

El hombre que posee cierto grado de centro magnético recibe gozoso el conocimiento esotérico.

Quiere enterarse de todo, y lo compara con otras ideas esotéricas que ha estudiado.

Pero cuando tiene que aplicarlas a sí mismo, vacila y cae, falto de una raíz emocional.

Para que nos afecte, el conocimiento tiene que hacerse emocional en nosotros.

Para que nos influyan, las ideas esotéricas deben llegar a nuestras emociones.

El hombre del pedregal es el que quiere conservarlo todo en la forma de conocimientos y tener la satisfacción de saber acerca de la Verdad.

Es el teórico.

Podrá oír la palabra, pero no podrá hacerla, y tampoco tratará de hacerlo.

Gusta oír todas las novedades de lo esotérico, etc.

Distingue las ideas esotéricas de las ordinarias, pero todo se le queda en la mente.

Su centro magnético obra en la zona del conocimiento.

Cuando sale el sol, o sea cuando viene la tribulación y la persecución, es débil.

No puede hacer frente a sus dificultades internas, a sus negaciones, a sus dudas, a la persecución y tribulaciones íntimas.

No puede luchar en defensa de lo esotérico en si mismo, y no puede dar frutos.

Esta es la segunda categoría.

Es cosa bastante extraordinaria conocer a tales personas.

Van de un Maestro a otro; se entusiasman con esto y al poco tiempo con otra cosa.

Cuando se habla con ellos, uno encuentra que tienen una colección de fragmentos de información o de conocimiento que a menudo les confunden y que no los aplican prácticamente.

Su interés estriba en coleccionar cierta clase de ideas, pero no sienten su profundidad, ni su propia relación con ellas.

Y en cuanto las cosas se ponen difíciles, huyen y corren en pos de otras ideas.

Es una condición ligeramente mejor que la de una mera curiosidad intelectual acerca del esoterismo.

Todo en ellos permanece externo, no tanto como en la primera categoría, pero entre interno y externo.

Sea cual fuere la enseñanza que les sacuda personalmente, se ofenden.

En griego, el término (σκανδαλιζω) significa no sólo ser ofendido, sino también ser escandalizado.

La persona se hace negativa, se compadece, habla mal, no ve conexión alguna entre lo que se le enseña y la forma como se conduce.

Conforme se ha dicho, en el lenguaje de las parábolas la piedra de los tiempos quiere decir la verdad eterna.

Simón, el discípulo de Jesús, fue rebautizado con el nombre de Cephas, que significa "piedra".

Acerca de Pedro, Jesús dijo: "Sobre esta piedra edificaré mi iglesia." (Mateo, XVI- 18)

Pedro poseía conocimiento y lo guardaba.

Pero todavía no era un conocimiento emocional, de modo que Cristo le dijo que no tenía fe y que lo negaría.

Y puesto que era solamente un hombre de conocimientos, un hombre de la verdad, pero incapaz de comprensión profunda, Cristo tuvo que enseñarle lo que significa perdonar.

Por eso se citan dos parábolas acerca del perdón y ambas dirigidas a Pedro.

El hombre que solamente se apoya en la Verdad es áspero, despiadado.

No perdona a nadie.

Por este motivo se dice que después de haber negado a Cristo, Pedro lloró.

Lloró porque en ese momento la enseñanza de Cristo se hizo emocional en él.

Dejó de verla solamente como un conocimiento.

Lo que fuera intelectual llegó a su nivel emocional.

Se vio a sí mismo a la luz de lo que se le había enseñado.

Vio la enorme distancia que había entre su saber y su ser.

Y en vez de solamente saber, empezó a comprender.

La referencia que aquí se hace a Pedro sólo tiene que ver con el sentido de piedra según lo emplea el lenguaje de las parábolas, y con relación al significado del hecho de que Cristo llamase Pedro, o piedra, a Simón.

De ninguna manera quiero decir que Pedro correspondía a la segunda categoría de los hombres de la parábola del sembrador, pues cuando le llegó la hora de la aflicción y la persecución tuvo raíces en sí.

Pero en un comienzo creyó únicamente por medio de su Maestro, y no por si mismo.

La piedra representa un nivel primitivo de la verdad, un nivel que no calma la sed.

Las escrituras mencionan a menudo a los que tienen 'hambre' y 'sed'.

Cuando la persona carece de conocimiento de la verdad, se dice que tiene sed; y las piedras no calmarán su sed.

Es preciso sacar agua de la piedra, como lo hizo Moisés.

Cristo dice que quien crea no sufrirá sed.

El libro de Amos explica que habrá hambre en la tierra, y explica concretamente que no será hambre de pan ni sed de agua literales.

"No hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová." (Amos, VIII, 11)

No cabe duda de que todas estas palabras, tierra, hambre, sed, tienen un sentido psicológico y no literal.

En la cita que sigue se representa una vez más que la falta de la palabra de Dios es hambre y sed: "… y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra de sus manos.

Por tanto mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo ciencia: y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed." (Isaías, V, 12/13)

La falta de conocimiento de la verdad, que es una condición psicológica, se representa en el lenguaje visual de las parábolas como una falta de alimento y de agua, que da lugar a ciertos estados físicos.

TERCERA CATEGORÍA:

La tercera categoría de la parábola se enuncia de esta suerte:

"Y parte cayó en espinas, y las espinas crecieron y la ahogaron."

Se dice que Cristo la interpretó así:

"Y el que fue sembrado en espinas, éste es el que oye la palabra; pero el afán de este siglo (eón, αίων) y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y hácese infructuosa."

La versión de Marcos dice, además: "y las codicias que hay en las otras cosas, entrando ahogan la palabra."

La interpretación de Cristo, según Lucas, expresa:

"Éstos son los que oyeron [oír significa entender] mas yéndose son ahogados de los cuidados y de las riquezas y de los pasatiempos de la vida, y no llevan fruto."

Esta categoría se refiere a los que entienden y comprenden lo esotérico, pero en que algo anda mal en su parte emocional.

La tercera lleva la atención al centro emocional.

Las espinas se refieren al aspecto emocional, a los intereses emocionales.

Esta idea aparece en otra parte, ahí donde Cristo dice:

"Por sus frutos los conoceréis.

¿Cójense uvas de los espinos, o higos de los abrojos?"

Los espinos y los abrojos representan la vida emocional.

Las malas emociones no pueden dar buen fruto.

Ni puede esperarse frutos de las personas cuyos intereses emotivos corrientes se sobreponen al interés emocional y a la valorización necesaria para que la enseñanza esotérica se desarrolle en ellos.

El centro magnético no es lo suficientemente fuerte en la parte emocional.

La corona de espinas que colocaron en la cabeza de Cristo antes de crucificarlo tiene un significado idéntico.

Representa la condición de quienes le crucificaron.

Y le crucificaron justamente aquellos que podían comprender, y que estaban siempre distraídos por las intrigas, los celos, las ambiciones de poder, etc.

En este caso se llaman espinas y en otras citas, abrojos.

A esto corresponde también la idea de las preocupaciones, de la ansiedad y de toda suerte de emociones negativas.

La corona de espinas representa la condición emocional de la humanidad en aquellos tiempos.

Estaban emocionalmente ahogados por los propios intereses.

Y aún cuando muchos de ellos pudiesen entender la enseñanza de Cristo, no le daban cabida en su vida diaria.

La 'voluntad' que brota del estado emocional en el hombre, y que cambia según se desarrolla, estaba en tal condición entonces que la enseñanza de Cristo no les podía afectar de una manera real.

Es decir, no podía ser lo primero en ellos, no podía ser su principal sentimiento.

Pues si no se le puede sentir emocionalmente, el conocimiento no toca el ser.

No puede obrar.

No tiene ningún poder sobre la persona.

Dicho de otro modo, aunque se le sienta hasta cierto punto, no se puede aplicarlo y vivirlo.

Hay otros intereses emocionales demasiado fuertes.

Esta es una idea que se expresa en muchas parábolas.

Vale decir, la idea de lo que uno más quiere.

Son las emociones las que dan su importancia a las cosas; o sea que son las que nos hacen valorizarlas, amarlas, buscarlas.

La imagen de la parábola se refiere al hombre demasiado identificado con las cosas del mundo y cuyos principales intereses emocionales tienen que ver con sí mismo; no sólo le hieren y acongojan, sino que le impiden todo desarrollo.

Un hombre así tiene centro magnético, pero no fuerte.

Le abruman todas las inquietudes y preocupaciones del mundo y todo cuanto el mundo le ofrece.

Puede entender, pero no comprende.

Está sembrado de tal modo en la vida que nada puede ocurrirle.

Todas las categorías que hemos considerado: el hombre que nada entiende, el que entiende sólo intelectualmente, el que entiende también emocionalmente, pero poco, todas representan más profundamente distintos estados del hombre con relación al esoterismo.

Pero hablaremos de esto más adelante.

Maurice Nicoll


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