LA
PARÁBOLA DEL SEMBRADOR PARTE 2
Por:
Maurice Nicoll
Pasemos
a la segunda categoría.
La
primera es la del hombre sumamente externo, se apoya en los sentidos.
La
segunda ya es algo más íntima.
Cada
categoría se adentra más, es más y más elevada en la vertical.
La
versión de Mateo describe la segunda categoría así:
"Y parte [de la simiente] cayó en pedregales,
donde no tenía mucha tierra; y nadó luego, porque no tenía profundidad de
tierra: más en saliendo el sol, se quemó y secóse, porque no tenía raíz."
Procuremos
entender esta categoría de hombres con relación a la siembra de la simiente de
la enseñanza esotérica en la humanidad.
Son
personas que poseen cierta clase de centro magnético que os explicaré más
adelante.
Primero
veamos la interpretación atribuida a Cristo:
"Y el que fue sembrado en pedregales, éste es
el que oye la palabra y luego la recibe con gozo.
Más no tiene raíz en sí; antes es temporal: que
venida la aflicción o la persecución por la palabra, luego se ofende."
A
primera vista, esto describe al hombre que no puede hacer frente a las
dificultades de lo esotérico, ni en sí ni en la enseñanza.
No
puede trabajar en sí mismo, ni con otros, ni soportar sus manifestaciones
desagradables.
Al ir
en pos de una enseñanza esotérica, tiene que haber ante todo una valorización
de las ideas esotéricas.
Luego
viene la aplicación de las ideas a uno mismo, a si mismo.
Y junto
con esto llega a darse cuenta de las propias dificultades.
Si una
persona llega a este punto, advertirá que sus dificultades no las debe a otros,
sino que las lleva todas en sí misma.
Si no
es violenta ni se deprime, podrá seguir adelante, pues hallará la energía
necesaria al no malgastarla en quejas, lamentaciones, ni en culpar a los demás
o sentirse ofendido.
Pero
esta segunda categoría indica algo más que un entusiasmo superficial.
Llega
más hondamente en su significado.
Y su
significado más profundo se refiere al hombre que va solamente en pos de conocimiento.
Es
quien únicamente trabaja en la línea del conocimiento.
Se ha
de trabajar (o sea, se han de hacer esfuerzos) para introducir el conocimiento
esotérico en la mente.
Esto
produce nuevas conexiones.
Pero
también se ha de trabajar para ser.
Vale
decir, trabajar sobre sí mismo, sobre la clase de gente que uno es.
Si se
es violento, pues hay que trabajar sobre la violencia.
Lo
mismo si se es perezoso.
Quien
se nutre de emociones negativas ha de cambiarlas, etc., etc.
El
hombre que sólo trabaja en la línea del conocimiento es unilateral.
En
cuanto surgen las primeras dificultades humanas se quiebra.
Sabe,
pero no puede.
¿Por
qué no?
Porque
su nivel de ser, o sea la clase de persona que es, vive muy por debajo de su
conocimiento.
La
parábola se refiere a este hombre.
Es el
sembrado en pedregales.
Las
rocas, las piedras, en el lenguaje evangélico, representan conocimiento; digamos, solamente
conocimiento de la verdad.
La
piedra de los tiempos significa la verdad eterna.
Por
verdad entendamos en este caso el conocimiento esotérico y no una verdad
ordinaria del mundo, sino una verdad especial acerca de la transformación del
hombre.
La
verdad esotérica.
El
conocimiento corriente no transforma el ser.
Pero
tampoco lo transforma el conocimiento especial, a menos que lo aplique.
Y a sí
mismo.
Pues el
sujeto del conocimiento es uno mismo.
Y uno
mismo es el experimento.
El
hombre que posee cierto grado de centro magnético recibe gozoso el conocimiento
esotérico.
Quiere
enterarse de todo, y lo compara con otras ideas esotéricas que ha estudiado.
Pero
cuando tiene que aplicarlas a sí mismo, vacila y cae, falto de una raíz emocional.
Para
que nos afecte, el conocimiento tiene que hacerse emocional en nosotros.
Para
que nos influyan, las ideas esotéricas deben llegar a nuestras emociones.
El
hombre del pedregal es el que quiere conservarlo todo en la forma de
conocimientos y tener la satisfacción de saber
acerca de la Verdad.
Es el
teórico.
Podrá
oír la palabra, pero no podrá hacerla, y tampoco tratará de hacerlo.
Gusta
oír todas las novedades de lo esotérico, etc.
Distingue
las ideas esotéricas de las ordinarias, pero todo se le queda en la mente.
Su
centro magnético obra en la zona del conocimiento.
Cuando
sale el sol, o sea cuando viene la tribulación y la persecución, es débil.
No
puede hacer frente a sus dificultades internas, a sus negaciones, a sus dudas,
a la persecución y tribulaciones íntimas.
No
puede luchar en defensa de lo esotérico en si mismo, y no puede dar frutos.
Esta es
la segunda categoría.
Es cosa
bastante extraordinaria conocer a tales personas.
Van de
un Maestro a otro; se entusiasman con esto y al poco tiempo con otra cosa.
Cuando
se habla con ellos, uno encuentra que tienen una colección de fragmentos de
información o de conocimiento que a menudo les confunden y que no los aplican
prácticamente.
Su
interés estriba en coleccionar cierta clase de ideas, pero no sienten su
profundidad, ni su propia relación con ellas.
Y en
cuanto las cosas se ponen difíciles, huyen y corren en pos de otras ideas.
Es una
condición ligeramente mejor que la de una mera curiosidad intelectual acerca del esoterismo.
Todo en
ellos permanece externo, no tanto como en la primera categoría, pero entre
interno y externo.
Sea
cual fuere la enseñanza que les sacuda personalmente, se ofenden.
En
griego, el término (σκανδαλιζω) significa no sólo ser ofendido, sino también
ser escandalizado.
La
persona se hace negativa, se compadece, habla mal, no ve conexión alguna entre
lo que se le enseña y la forma como se conduce.
Conforme
se ha dicho, en el lenguaje de las parábolas la piedra de los tiempos quiere
decir la verdad eterna.
Simón,
el discípulo de Jesús, fue rebautizado con el nombre de Cephas, que significa "piedra".
Acerca
de Pedro, Jesús dijo: "Sobre esta piedra edificaré mi iglesia."
(Mateo, XVI- 18)
Pedro
poseía conocimiento y lo guardaba.
Pero
todavía no era un conocimiento emocional, de modo que Cristo le dijo que no
tenía fe y que lo negaría.
Y
puesto que era solamente un hombre de conocimientos, un hombre de la verdad,
pero incapaz de comprensión profunda, Cristo tuvo que enseñarle lo que
significa perdonar.
Por eso
se citan dos parábolas acerca del perdón y ambas dirigidas a Pedro.
El
hombre que solamente se apoya en la Verdad es áspero, despiadado.
No
perdona a nadie.
Por
este motivo se dice que después de haber negado a Cristo, Pedro lloró.
Lloró
porque en ese momento la enseñanza de Cristo se hizo emocional en él.
Dejó de
verla solamente como un conocimiento.
Lo que
fuera intelectual llegó a su nivel emocional.
Se vio
a sí mismo a la luz de lo que se le había enseñado.
Vio la
enorme distancia que había entre su saber y su ser.
Y en
vez de solamente saber, empezó a comprender.
La
referencia que aquí se hace a Pedro sólo tiene que ver con el sentido de piedra según lo emplea el lenguaje de
las parábolas, y con relación al significado del hecho de que Cristo llamase
Pedro, o piedra, a Simón.
De
ninguna manera quiero decir que Pedro correspondía a la segunda categoría de
los hombres de la parábola del sembrador, pues cuando le llegó la hora de la
aflicción y la persecución tuvo raíces
en sí.
Pero en
un comienzo creyó únicamente por medio de su Maestro, y no por si mismo.
La piedra representa un nivel primitivo
de la verdad, un nivel que no calma la sed.
Las
escrituras mencionan a menudo a los que tienen 'hambre' y 'sed'.
Cuando
la persona carece de conocimiento de la verdad, se dice que tiene sed; y las
piedras no calmarán su sed.
Es
preciso sacar agua de la
piedra, como lo hizo Moisés.
Cristo
dice que quien crea no sufrirá sed.
El
libro de Amos explica que habrá hambre en la tierra, y explica concretamente
que no será hambre de pan ni sed de agua literales.
"No
hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová." (Amos,
VIII, 11)
No cabe
duda de que todas estas palabras, tierra, hambre, sed, tienen un sentido
psicológico y no literal.
En la
cita que sigue se representa una vez más que la falta de la palabra de Dios es
hambre y sed: "… y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra de
sus manos.
Por
tanto mi pueblo fue llevado cautivo, porque
no tuvo ciencia: y su
gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed." (Isaías, V,
12/13)
La
falta de conocimiento de la verdad, que
es una condición psicológica, se representa en el lenguaje visual de las
parábolas como una falta de alimento y de agua, que da lugar a ciertos estados
físicos.
TERCERA
CATEGORÍA:
La
tercera categoría de la parábola se enuncia de esta suerte:
"Y parte cayó en espinas, y las espinas
crecieron y la ahogaron."
Se dice
que Cristo la interpretó así:
"Y el que fue sembrado en espinas, éste es el
que oye la palabra; pero el afán de este siglo (eón,
αίων) y el engaño de las riquezas
ahogan la palabra y hácese infructuosa."
La
versión de Marcos dice, además: "y las codicias que hay en las otras
cosas, entrando ahogan la palabra."
La
interpretación de Cristo, según Lucas, expresa:
"Éstos son los que oyeron [oír significa
entender] mas yéndose son ahogados de los cuidados y de las riquezas y de los pasatiempos
de la vida, y no llevan fruto."
Esta
categoría se refiere a los que entienden y comprenden lo esotérico, pero en que
algo anda mal en su parte emocional.
La
tercera lleva la atención al centro emocional.
Las
espinas se refieren al aspecto emocional, a los intereses emocionales.
Esta
idea aparece en otra parte, ahí donde Cristo dice:
"Por
sus frutos los conoceréis.
¿Cójense
uvas de los espinos, o higos de los abrojos?"
Los
espinos y los abrojos representan la vida emocional.
Las malas
emociones no pueden dar buen fruto.
Ni
puede esperarse frutos de las personas cuyos intereses emotivos corrientes se
sobreponen al interés emocional y a la valorización necesaria para que la
enseñanza esotérica se desarrolle en ellos.
El
centro magnético no es lo suficientemente fuerte en la parte emocional.
La
corona de espinas que colocaron en la cabeza de Cristo antes de crucificarlo
tiene un significado idéntico.
Representa
la condición de quienes le crucificaron.
Y le
crucificaron justamente aquellos que podían comprender, y que estaban siempre
distraídos por las intrigas, los celos, las ambiciones de poder, etc.
En este
caso se llaman espinas y en otras citas, abrojos.
A esto
corresponde también la idea de las preocupaciones, de la ansiedad y de toda
suerte de emociones negativas.
La
corona de espinas representa la condición emocional de la humanidad en aquellos
tiempos.
Estaban
emocionalmente ahogados por los propios intereses.
Y aún
cuando muchos de ellos pudiesen entender la enseñanza de Cristo, no le daban
cabida en su vida diaria.
La
'voluntad' que brota del estado emocional en el hombre, y que cambia según se
desarrolla, estaba en tal condición entonces que la enseñanza de Cristo no les
podía afectar de una manera real.
Es
decir, no podía ser lo primero en ellos, no podía ser su
principal sentimiento.
Pues si
no se le puede sentir emocionalmente, el conocimiento no toca el ser.
No
puede obrar.
No
tiene ningún poder sobre la persona.
Dicho
de otro modo, aunque se le sienta hasta cierto punto, no se puede aplicarlo y
vivirlo.
Hay
otros intereses emocionales demasiado fuertes.
Esta es
una idea que se expresa en muchas parábolas.
Vale
decir, la idea de lo que uno más quiere.
Son las
emociones las que dan su importancia a las cosas; o sea que son las que nos
hacen valorizarlas, amarlas, buscarlas.
La
imagen de la parábola se refiere al hombre demasiado identificado con las cosas
del mundo y cuyos principales intereses emocionales tienen que ver con sí
mismo; no sólo le hieren y acongojan, sino que le impiden todo desarrollo.
Un
hombre así tiene centro magnético, pero no fuerte.
Le
abruman todas las inquietudes y preocupaciones del mundo y todo cuanto el mundo
le ofrece.
Puede
entender, pero no comprende.
Está
sembrado de tal modo en la vida que nada puede ocurrirle.
Todas
las categorías que hemos considerado: el hombre que nada entiende, el que
entiende sólo intelectualmente, el que entiende también emocionalmente, pero
poco, todas representan más profundamente distintos estados del hombre con
relación al esoterismo.
Pero
hablaremos de esto más adelante.
Maurice
Nicoll
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