JESÚS Y
PILATOS
Por:
Maurice Nicoll
En su
conversación con Jesús, Pilatos le pregunta:
"¿Qué
cosa es verdad?"
El
episodio se transcribe de esta suerte:
"Así que Pilatos volvió a entrar en el
pretorio, y llamó a Jesús y díjole: ¿Eres tú el rey de los judíos?, respondióle
Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mi?
Pilatos respondió: ¿Soy yo judío? Tú gente y los
pontífices te han entregado a mí: ¿qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no
es de este mundo: si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían
para que yo no fuera entregado a los judíos: ahora, pues, mi reino no es de
aquí.
Díjole entonces Pilatos: Luego ¿rey eres tú?
Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey.
Yo para esto he nacido, y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio a la verdad.
Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.
Dícele Pilatos: ¿Qué cosa es verdad? Y como hubo
dicho esto, salió otra vez a los judíos, y diceles; Yo no hallo en él ningún
crimen." (Juan, XVIII, 33/38).
Pilatos
ni espera que se le conteste a lo que ha preguntado.
En el
cuadro en que Juan lo presenta, sale otra vez a la multitud (los judíos).
Pero
esta acción, como todo cuanto de él se dice a propósito del juicio de Jesús,
indica la respuesta a su propia pregunta acerca de la verdad.
La
narración pone de relieve el tipo de hombre a que corresponde Pilatos.
Muestra
lo que a este tipo le significa la verdad.
A
primera vista, Poncio Pilatos es un personaje enigmático.
Pero en
realidad se trata de un hombre para quien la verdad es cuestión de política; y
por muy bien educado, ilustrado y humano que sea un hombre así, obrará en todos
los casos de la misma manera en el momento crítico.
Sea lo
que fuere lo que piense y sienta en privado, evitará toda responsabilidad
personal, todo juicio independiente, e irá siempre hacia la multitud.
Jesús
dice a Pilatos:
'Todo
aquel que es de la verdad oye mi voz.'
Y
Pilatos pregunta: '¿Qué cosa es verdad?'
Y se va
hacia la multitud.
Su
verdad es la multitud.
Y aunque
sabe que Jesús no es culpable de ningún crimen, no obra de acuerdo con su
conocimiento.
Lo que
decide su conducta es el griterío de la multitud.
Para
él, eso es lo correcto, pues tal es su
verdad.
Aun
cuando cada cual tiene una idea diferente de la verdad, sea lo que fuere lo que
el hombre llama la verdad, será siempre lo que le parezca bien.
Y eso
hará.
Para
Nicodemo, la verdad era cuestión de los sentidos.
Comienza
a creer en la verdad de Cristo apoyándose en los milagros que ha visto con sus
propios ojos.
Y Jesús
le dice con toda claridad que está equivocado y que su punto de partida es del
todo inútil.
Para
Pílalos, en cambio, la verdad es cuestión de cálculo, prudencia y transacción;
sin embargo, sabe mucho más.
Teme
obrar sobre la base de lo que sabe y siente.
De
suerte que, según lo presenta Mateo (XXVII-24V, se dice que "se hacía más
alboroto, [y] tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo:
Inocente soy yo de la sangre de este justo; veréislo vosotros." Y este
Pilatos es el mismo a través de los siglos.
En el
Evangelio Apócrifo titulado El
Evangelio de Nicodemo o los Hechos de Pilatos, se retratan con mayor
énfasis los esfuerzos que hizo Pilatos por librar a Jesús.
Esta
narración contiene un incidente en el que Pilatos aparece hablando a solas con
Jesús, y le pregunta:
"¿Qué
haré contigo?", y Jesús le responde: "Obra conforme te ha sido
dado." Pilatos pregunta nuevamente: "¿Cómo me ha sido dado?" Y
Jesús le responde: "Los profetas profetizaron mi muerte y mi
resurrección."
Jesús
tenía que morir y Pilatos debía condenarlo.
Este
extraño episodio indica que Jesús en realidad pidió a Pilatos que lo condenase
a muerte, y aún cuando Pilatos parece no haberlo querido.
Jesús
mismo le ayudó con lo que le dijo a solas, aquello de que obrase como al fin
obró.
Aparte
de otras muchas razones, este episodio ha dado lugar a que haya opiniones muy
profundas de que el drama de Cristo fue, efectivamente, un drama actualizado y
representado en la vida real, consciente y con toda deliberación, y por razones
sumamente precisas.
En este
sentido, cualquiera puede leer en la versión de Juan, en la que se indica que
aunque Pilatos quería librar a Jesús, el propio Jesús había advertido a menudo
a sus discípulos de la muerte que tenía predestinada.
Y a la
luz de estos nuevos pensamientos la totalidad del drama evangélico cambia, y
cambian también su importancia y su significación, de modo que ya no nos es
posible imaginar a Jesucristo en la condición de simple víctima de un mundo
cruel, ni podemos adoptar el punto de vista sentimental por el destino que le
cupo.
Jesucristo
tenía que morir cumpliendo la parte o el papel que representaba.
Y
Pilatos, siendo el tipo de hombre que era, y fiel a la verdad que le afectaba
más imperiosamente, obró conforme a lo prescrito en el drama.
En el
mismo evangelio apócrifo de Nicodemo o Pilatos, se dice algo más y es esto:
"Y
Pilatos pregúntale: ¿Qué es verdad? Y respondiéndole, Jesús dice: la verdad es
del cielo.
Pilatos
dicele: ¿No hay, pues, verdad en la tierra? Y Jesús respondiendo dice a
Pilatos: Tú mismo atestiguas cómo quien dice verdad es juzgado por quienes
tienen potestad en la tierra."
Lo que
tal vez no se entienda a menudo es que Jesús impartió una enseñanza especial de
la que únicamente quedan los fragmentos reunidos en los Evangelios.
Y aún
en estos fragmentos que se han conservado se muestra que tal enseñanza dista
mucho de ser un llamado a ser píos, sino que se trata de una práctica precisa,
que se apoya en un conocimiento también preciso, con ideas igualmente precisas
acerca de las posibilidades que el hombre tiene de establecer un contacto con
un estado superior de si mismo.
Se
trata de una práctica interna.
No se
hace hincapié en el cumplimiento de ritos exteriores, sino en un trabajo
interior que el hombre ha de realizar en sí mismo cuando su mente comienza a
despertar y su conciencia interior a hacerse activa.
El
hombre empieza entonces a darse cuenta de lo que realmente es, y cuál es su
verdadera situación en la tierra.
La
perfección o evolución del hombre no puede llevarse a cabo a menos que emprenda
este trabajo interior y lo realice con respecto al entendimiento de ciertas
ideas precisas.
Una
persona que siempre miente, que vive roída por la vanidad, una que está siempre
llena de su propia virtud y justicia, o de odio, etc., no es persona capaz de
evolucionar en semejante condición.
Y no
por razones morales, sino porque su vida psíquica está distorsionada o
mutilada.
Si así
se les ve, los Evangelios hablan acerca de estas personas llamándolas los
lisiados, cojos, ciegos, sordos, etc.
Por
consiguiente, la verdad se refiere a esta posible evolución interior y a su
meta, que el Evangelio denomina el reino de los cielos.
Se
refiere al estado o condición interior del hombre, o sea a la clase de hombre que es.
No hace
falta reflexionar mucho para poder advertir que el hombre que siempre miente, o
que está lleno de odio, no podrá desarrollarse debidamente dentro de los
términos del desarrollo de una vida exterior ordinaria; y nada bueno podrá
venir de un hombre con una vida interior distorsionada.
Desde
aquí es posible ver que hay otros muchos rasgos y cualidades, o falta de
cualidades, que obstaculizarán al hombre interiormente, y acerca de lo cual se
precisa un conocimiento especial.
Pues si
existe un nivel superior en el hombre, y también un posible contacto con dicho
nivel, y si los hay que lo han logrado, fuerza es que también exista un
conocimiento especial relativo a su desarrollo y, por lo mismo, cierta forma de
verdad que lo apoye.
Y
acerca de este conocimiento y forma de verdad tratan los Evangelios.
Por
esta razón se ha dicho más de una vez que Jesús impartió 'una enseñanza
precisa' que empieza con la metanoia y
conduce al renacimiento.
Jesús
dice muchas cosas importantes acerca de tal enseñanza, y algunas de ellas son
difíciles de entender.
Pero
siempre relaciona la 'verdad' con su enseñanza.
O sea
que la verdad empieza con el conocimiento de su enseñanza.
A
cierta altura expresa: "Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me
envió...
El que
habla de sí" mismo su propia gloria busca; más el que busca la gloria del
que le envió, éste es el verdadero." (Juan, VII, 16/18)
Y lo
que continuamente repite y procura dejar en claro es que lo que él enseña no
constituye un conocimiento que el hombre pueda obtener de su contacto ordinario
con el mundo.
Como lo
hemos visto ya, el Evangelio Apócrifo hace que Pilatos pregunte si hay o no
verdad en la tierra; Jesús le responde que si la
hubiera,
las gentes no querrían crucificarle.
Aún en
otra parte dice: "Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois
de este mundo, yo no soy de este mundo." (Juan, VIII, 23)
Este y
otros pasajes del Evangelio demuestran lo que por verdad se significa en ellos; la verdad es lo que conduce al
hombre al logro de aquella condición interior de desarrollo, mejor dicho hacia
un estado o condición superior de sí mismo, que se define con el término renacimiento, y en el versículo 32
del Cap. VIII de Juan, como libertad.
"Y
conoceréis la verdad y la verdad os libertará."
Hay,
pues, una verdad que no convierte al hombre en un esclavo, ni le ata cada vez
más al poder del mundo exterior, como era el caso de Pilatos.
Esta es
la verdad que le hace libre.
Pero,
puesto que la verdad se percibe solamente por medio de las ideas, se sigue de
ello que el conocimiento ha de venir antes que la verdad, pues la verdad nace
del conocimiento como una experiencia personal.
Se
puede impartir o dar conocimiento, pero su verdad sólo puede verla el
individuo, cada individuo en sí y por sí mismo.
Hay
toda clase de conocimientos y de cada uno de ellos brotan toda suerte de
verdades.
Pero el
conocimiento y la verdad más elevados se refieren a la evolución interior del
hombre.
Cada
vez que el Nuevo Testamento habla de conocimiento, se refiere a esta categoría,
porque no puede haber un conocimiento más importante, ni forma más útil de la
verdad, que la que desarrolla al hombre y le transforma en un nuevo ser.
Cuando
en los Evangelios exclama Jesús: ¡Ay de vosotros, doctores de la ley!, que
habéis quitado la llave de la ciencia.. .' (της γνωσεως) (Lucas, XI, 52), se
refiere a esta categoría de conocimiento.
Lo
mismo dice la frase: 'conocimiento de salud γνωσις σωτηριας, (Lucas, I, 77),
refiriéndose a este conocimiento especial de la posible evolución del hombre.
En las
epístolas de Pablo se emplea a menudo el término 'conocimiento' (γνωωσεις)pero
muy rara vez en los Evangelios mismos (únicamente en los casos citados).
Más la
palabra 'verdad' (άληθεια) se
usa continuamente.
Por
este motivo precisamos tratar más detalladamente el significado de la palabra
'verdad.'
¿Qué es
para nosotros la verdad?
¿Qué es
lo que el hombre llama verdad, y qué es conocimiento?
Y ¿qué
relación tiene la verdad con el conocimiento?
¿Qué
clases de verdad y de conocimiento existen?
Trataremos
acerca de estas cuestiones en el siguiente capítulo.
Lo que
ahora podemos entender es que los Evangelios hablan de la verdad como la llave del renacimiento,
y que no hay posibilidad alguna de renacimiento a menos que la persona haya
empezado a captar la verdad.
Todo
cuanto en el hombre es una mentira le entorpece; y en cualquier hombre casi
todo es mentira.
Todas
las mentiras del hombre, todas las mentiras en que apoya su vida, todas las
mentiras en que se apoya el mundo.
La
mentira, en suma, se yergue como una barrera tremenda que retiene al hombre, y
así retiene a la humanidad entera en el nivel a que se encuentra.
No
puede haber evolución para el hombre si no es por la verdad.
Todo lo
especial, real y bueno en el hombre sólo puede crecer a la luz de la verdad.
Esta es
la verdad a que se refiere Jesús diciendo que tampoco la hay en aquel aspecto
del hombre que toca la tierra.
Las
cosas del mundo visible tienen su propia verdad.
Jesús
habla de otro orden de verdad.
La
verdad de que habla Jesús es "desde arriba" (άνωθενή), y el hombre ha
de empezar desde lo íntimo, desde el espíritu de su propio entendimiento, para
poder llegar a esa verdad "de arriba".
Dicha
verdad está por encima de los sentidos terrenales, y por eso "es del
cielo."
Maurice
Nicoll
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