lunes, 5 de octubre de 2015

JESÚS Y PILATOS

JESÚS Y PILATOS
Por: Maurice Nicoll

En su conversación con Jesús, Pilatos le pregunta:

"¿Qué cosa es verdad?"
                    
El episodio se transcribe de esta suerte:

"Así que Pilatos volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y díjole: ¿Eres tú el rey de los judíos?, respondióle Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mi?

Pilatos respondió: ¿Soy yo judío? Tú gente y los pontífices te han entregado a mí: ¿qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo: si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí.

Díjole entonces Pilatos: Luego ¿rey eres tú? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey.

Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad.

Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

Dícele Pilatos: ¿Qué cosa es verdad? Y como hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y diceles; Yo no hallo en él ningún crimen." (Juan, XVIII, 33/38).

Pilatos ni espera que se le conteste a lo que ha preguntado.

En el cuadro en que Juan lo presenta, sale otra vez a la multitud (los judíos).

Pero esta acción, como todo cuanto de él se dice a propósito del juicio de Jesús, indica la respuesta a su propia pregunta acerca de la verdad.

La narración pone de relieve el tipo de hombre a que corresponde Pilatos.

Muestra lo que a este tipo le significa la verdad.

A primera vista, Poncio Pilatos es un personaje enigmático.

Pero en realidad se trata de un hombre para quien la verdad es cuestión de política; y por muy bien educado, ilustrado y humano que sea un hombre así, obrará en todos los casos de la misma manera en el momento crítico.

Sea lo que fuere lo que piense y sienta en privado, evitará toda responsabilidad personal, todo juicio independiente, e irá siempre hacia la multitud.

Jesús dice a Pilatos:

'Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.'

Y Pilatos pregunta: '¿Qué cosa es verdad?'

Y se va hacia la multitud.

Su verdad es la multitud.

Y aunque sabe que Jesús no es culpable de ningún crimen, no obra de acuerdo con su conocimiento.

Lo que decide su conducta es el griterío de la multitud.

Para él, eso es lo correcto, pues tal es su verdad.

Aun cuando cada cual tiene una idea diferente de la verdad, sea lo que fuere lo que el hombre llama la verdad, será siempre lo que le parezca bien.

Y eso hará.

Para Nicodemo, la verdad era cuestión de los sentidos.

Comienza a creer en la verdad de Cristo apoyándose en los milagros que ha visto con sus propios ojos.

Y Jesús le dice con toda claridad que está equivocado y que su punto de partida es del todo inútil.

Para Pílalos, en cambio, la verdad es cuestión de cálculo, prudencia y transacción; sin embargo, sabe mucho más.

Teme obrar sobre la base de lo que sabe y siente.

De suerte que, según lo presenta Mateo (XXVII-24V, se dice que "se hacía más alboroto, [y] tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; veréislo vosotros." Y este Pilatos es el mismo a través de los siglos.

En el Evangelio Apócrifo titulado El Evangelio de Nicodemo o los Hechos de Pilatos, se retratan con mayor énfasis los esfuerzos que hizo Pilatos por librar a Jesús.

Esta narración contiene un incidente en el que Pilatos aparece hablando a solas con Jesús, y le pregunta:

"¿Qué haré contigo?", y Jesús le responde: "Obra conforme te ha sido dado." Pilatos pregunta nuevamente: "¿Cómo me ha sido dado?" Y Jesús le responde: "Los profetas profetizaron mi muerte y mi resurrección."

Jesús tenía que morir y Pilatos debía condenarlo.

Este extraño episodio indica que Jesús en realidad pidió a Pilatos que lo condenase a muerte, y aún cuando Pilatos parece no haberlo querido.

Jesús mismo le ayudó con lo que le dijo a solas, aquello de que obrase como al fin obró.

Aparte de otras muchas razones, este episodio ha dado lugar a que haya opiniones muy profundas de que el drama de Cristo fue, efectivamente, un drama actualizado y representado en la vida real, consciente y con toda deliberación, y por razones sumamente precisas.

En este sentido, cualquiera puede leer en la versión de Juan, en la que se indica que aunque Pilatos quería librar a Jesús, el propio Jesús había advertido a menudo a sus discípulos de la muerte que tenía predestinada.

Y a la luz de estos nuevos pensamientos la totalidad del drama evangélico cambia, y cambian también su importancia y su significación, de modo que ya no nos es posible imaginar a Jesucristo en la condición de simple víctima de un mundo cruel, ni podemos adoptar el punto de vista sentimental por el destino que le cupo.

Jesucristo tenía que morir cumpliendo la parte o el papel que representaba.

Y Pilatos, siendo el tipo de hombre que era, y fiel a la verdad que le afectaba más imperiosamente, obró conforme a lo prescrito en el drama.

En el mismo evangelio apócrifo de Nicodemo o Pilatos, se dice algo más y es esto:

"Y Pilatos pregúntale: ¿Qué es verdad? Y respondiéndole, Jesús dice: la verdad es del cielo.

Pilatos dicele: ¿No hay, pues, verdad en la tierra? Y Jesús respondiendo dice a Pilatos: Tú mismo atestiguas cómo quien dice verdad es juzgado por quienes tienen potestad en la tierra."

Lo que tal vez no se entienda a menudo es que Jesús impartió una enseñanza especial de la que únicamente quedan los fragmentos reunidos en los Evangelios.

Y aún en estos fragmentos que se han conservado se muestra que tal enseñanza dista mucho de ser un llamado a ser píos, sino que se trata de una práctica precisa, que se apoya en un conocimiento también preciso, con ideas igualmente precisas acerca de las posibilidades que el hombre tiene de establecer un contacto con un estado superior de si mismo.

Se trata de una práctica interna.

No se hace hincapié en el cumplimiento de ritos exteriores, sino en un trabajo interior que el hombre ha de realizar en sí mismo cuando su mente comienza a despertar y su conciencia interior a hacerse activa.

El hombre empieza entonces a darse cuenta de lo que realmente es, y cuál es su verdadera situación en la tierra.

La perfección o evolución del hombre no puede llevarse a cabo a menos que emprenda este trabajo interior y lo realice con respecto al entendimiento de ciertas ideas precisas.

Una persona que siempre miente, que vive roída por la vanidad, una que está siempre llena de su propia virtud y justicia, o de odio, etc., no es persona capaz de evolucionar en semejante condición.

Y no por razones morales, sino porque su vida psíquica está distorsionada o mutilada.

Si así se les ve, los Evangelios hablan acerca de estas personas llamándolas los lisiados, cojos, ciegos, sordos, etc.

Por consiguiente, la verdad se refiere a esta posible evolución interior y a su meta, que el Evangelio denomina el reino de los cielos.

Se refiere al estado o condición interior del hombre, o sea a la clase de hombre que es.

No hace falta reflexionar mucho para poder advertir que el hombre que siempre miente, o que está lleno de odio, no podrá desarrollarse debidamente dentro de los términos del desarrollo de una vida exterior ordinaria; y nada bueno podrá venir de un hombre con una vida interior distorsionada.

Desde aquí es posible ver que hay otros muchos rasgos y cualidades, o falta de cualidades, que obstaculizarán al hombre interiormente, y acerca de lo cual se precisa un conocimiento especial.

Pues si existe un nivel superior en el hombre, y también un posible contacto con dicho nivel, y si los hay que lo han logrado, fuerza es que también exista un conocimiento especial relativo a su desarrollo y, por lo mismo, cierta forma de verdad que lo apoye.

Y acerca de este conocimiento y forma de verdad tratan los Evangelios.

Por esta razón se ha dicho más de una vez que Jesús impartió 'una enseñanza precisa' que empieza con la metanoia y conduce al renacimiento.

Jesús dice muchas cosas importantes acerca de tal enseñanza, y algunas de ellas son difíciles de entender.

Pero siempre relaciona la 'verdad' con su enseñanza.

O sea que la verdad empieza con el conocimiento de su enseñanza.

A cierta altura expresa: "Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió...

El que habla de sí" mismo su propia gloria busca; más el que busca la gloria del que le envió, éste es el verdadero." (Juan, VII, 16/18)

Y lo que continuamente repite y procura dejar en claro es que lo que él enseña no constituye un conocimiento que el hombre pueda obtener de su contacto ordinario con el mundo.

Como lo hemos visto ya, el Evangelio Apócrifo hace que Pilatos pregunte si hay o no verdad en la tierra; Jesús le responde que si la
hubiera, las gentes no querrían crucificarle.

Aún en otra parte dice: "Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo." (Juan, VIII, 23)

Este y otros pasajes del Evangelio demuestran lo que por verdad se significa en ellos; la verdad es lo que conduce al hombre al logro de aquella condición interior de desarrollo, mejor dicho hacia un estado o condición superior de sí mismo, que se define con el término renacimiento, y en el versículo 32 del Cap. VIII de Juan, como libertad.

"Y conoceréis la verdad y la verdad os libertará."

Hay, pues, una verdad que no convierte al hombre en un esclavo, ni le ata cada vez más al poder del mundo exterior, como era el caso de Pilatos.

Esta es la verdad que le hace libre.

Pero, puesto que la verdad se percibe solamente por medio de las ideas, se sigue de ello que el conocimiento ha de venir antes que la verdad, pues la verdad nace del conocimiento como una experiencia personal.

Se puede impartir o dar conocimiento, pero su verdad sólo puede verla el individuo, cada individuo en sí y por sí mismo.

Hay toda clase de conocimientos y de cada uno de ellos brotan toda suerte de verdades.

Pero el conocimiento y la verdad más elevados se refieren a la evolución interior del hombre.

Cada vez que el Nuevo Testamento habla de conocimiento, se refiere a esta categoría, porque no puede haber un conocimiento más importante, ni forma más útil de la verdad, que la que desarrolla al hombre y le transforma en un nuevo ser.

Cuando en los Evangelios exclama Jesús: ¡Ay de vosotros, doctores de la ley!, que habéis quitado la llave de la ciencia.. .' (της γνωσεως) (Lucas, XI, 52), se refiere a esta categoría de conocimiento.

Lo mismo dice la frase: 'conocimiento de salud γνωσις σωτηριας, (Lucas, I, 77), refiriéndose a este conocimiento especial de la posible evolución del hombre.

En las epístolas de Pablo se emplea a menudo el término 'conocimiento' (γνωωσεις)pero muy rara vez en los Evangelios mismos (únicamente en los casos citados).

Más la palabra 'verdad' (άληθεια) se usa continuamente.

Por este motivo precisamos tratar más detalladamente el significado de la palabra 'verdad.'

¿Qué es para nosotros la verdad?

¿Qué es lo que el hombre llama verdad, y qué es conocimiento?

Y ¿qué relación tiene la verdad con el conocimiento?

¿Qué clases de verdad y de conocimiento existen?

Trataremos acerca de estas cuestiones en el siguiente capítulo.

Lo que ahora podemos entender es que los Evangelios hablan de la verdad como la llave del renacimiento, y que no hay posibilidad alguna de renacimiento a menos que la persona haya empezado a captar la verdad.

Todo cuanto en el hombre es una mentira le entorpece; y en cualquier hombre casi todo es mentira.

Todas las mentiras del hombre, todas las mentiras en que apoya su vida, todas las mentiras en que se apoya el mundo.

La mentira, en suma, se yergue como una barrera tremenda que retiene al hombre, y así retiene a la humanidad entera en el nivel a que se encuentra.

No puede haber evolución para el hombre si no es por la verdad.

Todo lo especial, real y bueno en el hombre sólo puede crecer a la luz de la verdad.

Esta es la verdad a que se refiere Jesús diciendo que tampoco la hay en aquel aspecto del hombre que toca la tierra.

Las cosas del mundo visible tienen su propia verdad.

Jesús habla de otro orden de verdad.

La verdad de que habla Jesús es "desde arriba" (άνωθενή), y el hombre ha de empezar desde lo íntimo, desde el espíritu de su propio entendimiento, para poder llegar a esa verdad "de arriba".

Dicha verdad está por encima de los sentidos terrenales, y por eso "es del cielo."

Maurice Nicoll



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