lunes, 5 de octubre de 2015

NUEVO COMENTARIO SOBRE LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

NUEVO COMENTARIO SOBRE LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
Por: Maurice Nicoll

El hijo pródigo se encuentra en medio de una grande hambre y recuerda que en casa de su padre hay pan en abundancia.

Pero —ya hemos insistido en esto— ni la hambruna ni el pan han de tomarse al pie de la letra.

El pan que falta al hijo pródigo no es el pan material.

Del mismo modo, cuando al rezar el Padre Nuestro decimos: 'el pan nuestro de cada día dánoslo hoy', no hemos de pensar en el pan material.

Consideremos lo que en esta oración significa el 'pan'.

La versión clásica griega no contiene las palabras 'cada día'.

En el Nuevo Testamento se las emplea en las dos versiones que citan la oración. (Mateo, VI, 11, y Lucas, XI, 3).

La palabra griega epiousios (έπιουσιος), es, como metanoia, un vocablo difícil de entender.

No se puede traducirlo con facilidad.

La palabra epiousios no significa ni 'cotidiano', ni 'cada día'.

Es de un significado mucho más complejo.

Pero, aunque este sea un hecho sobre el cual se ha advertido a menudo y al que se han dado múltiples interpretaciones, todas las versiones del Nuevo Testamento conservan la idea de 'cada día'.

Y la mayoría de las gentes siguen convencidas de que significa el pan material, creen que están pidiendo qué comer, día a día.

Los que tienen comida en abundancia la pronuncian sin entenderla, y si alguna vez piensan en su significado, creen que se refiere a los menesterosos faltos de alimento.

No advierten cuan extraordinario es dar, a una frase de una oración espiritual, el sentido de un alimento físico; no advierten lo extraño del contexto:

'El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, y perdona nuestras deudas...'

El pedido del 'pan nuestro' es el primer pedido personal de esta oración; y, por lo mismo, es lo más importante.

Le sigue un segundo pedido personal.

'Perdónanos'.

Es algo extraño; en pos del significado tan tremendo de las primeras líneas, de las que solamente hemos tocado una idea —que la voluntad de Dios no se hace en la tierra—, la mayoría piensa que de pronto cambia todo el nivel de la oración; y que este verso pide alimentos físicos.

A esto sigue una solicitud personal: que se nos perdonen nuestras deudas o pecados.

Creen que la primera solicitud personal es física; y aunque se dan cuenta de que el perdón de los pecados ha de ser cosa mucho más grande, algo de índole espiritual, y por lo mismo psicológico en su sentido más hondo, no advierten nada extraño en el hecho de que este pedido de 'pan' le preceda.

Hay tres rogativas personales en esta oración; la primera es la del 'pan nuestro de cada día'; la segunda es de un 'perdón' y la tercera es de que no nos deje 'caer en tentación.'

Aquí termina la oración original.

Posteriormente se le añadieron las palabras:

'porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos, Amén.'

En la parábola del hijo pródigo se ve claramente que cuando el hombre se vuelve y va en sentido contrario —y esta reversión se presenta con igual claridad en su forma pictórica externa—, va hacia donde hay pan en abundancia.

Huye de la grande hambre que está sufriendo.

Pero ¿de qué pan se trata?

La palabra calificadora es epiousios, pésimamente traducida al castellano, pues de ninguna manera significa 'de cada día'.

La idea de epiousios es la que define la naturaleza de este pan.

Procuremos entender su significado.

Se divide en dos partes: epi y ousios.

En griego, la palabra ousia (ούσια) quiere decir: lo que es propio de uno; su sentido es más bien legalista y se refiere a lo que constituye la propiedad de una persona en particular.

Si tomamos el derivado de esa palabra en esta forma y hasta este punto, tendremos un sentido completamente nuevo para la primera súplica personal.

Al orar: "El pan nuestro de cada día dánoslo hoy", se está en realidad pidiendo lo que es propio, lo de uno, y de ninguna manera pan material.

Se pide alimento para lo que es uno.

Si se la formula en esta inteligencia, la súplica comienza a tener un significado especialmente profundo, en una vida en la que nada es lo que parece ser y en la que todos llevan una existencia artificial, irreal, pues hace ya mucho tiempo que perdieron lo que les es 'propio' y no recuerdan nada.

Tomemos nota de que en esta oración las primeras frases son un reconocimiento de que existe la posibilidad de un superior nivel de vida, que hay poderes o potestades por encima o sobre el nivel de la humanidad.

De suyo esto indica que el hombre puede alcanzar un nuevo estado.

También se pide que la voluntad de Dios se haga en la tierra, o sea, se pide que se haga individualmente en el hombre, en la 'tierra' del hombre, del hombre sensual.

En seguida viene la primera súplica personal: la de lo propio, o sea lo real de uno mismo; se pide alimento para esta propia realidad.

Por consiguiente, no se pide un pan corriente, sino alimento que pueda nutrir el desarrollo interior, el crecimiento interno, del propio ser, en su propio pensamiento, sentimiento y entendimiento.

Si esta transformación o renacimiento de que hablan los Evangelios en cada línea es un hecho posible, ha de haber necesariamente en el hombre algo interno muy cercano, algo que le toca y que si él pudiese oírle, sentirle y comenzar a entenderle y seguirle, le conduciría a la metanoia, a su retorno, y de este modo a un sentido completamente nuevo de si y al significado de su vida en la tierra.

En la palabra epi-ousios, la partícula epi (έπι), denota, en su sentido más primitivo, posición; la posición de cualquier cosa que descansa sobre alguna otra.

O sea que es algo que está por encima de esta última, y que la toca.

De modo que el significado completo de esta palabra, traducida por 'cada día', significa con relación a la palabra pan, aquello que es lo real en el hombre, lo que le es propio, lo que ha perdido y que está encima de él y le toca.

Y esta parte de la oración es una súplica personal para sentir lo que se ha perdido, para volver a este sentimiento perdido y sentirlo ahora, en este día, en este momento; pues dicho sentimiento es en verdad alimento, no material por cierto, sino el alimento que da vida al hombre, que hace que el hombre viva.

Cuando el hijo menor de la parábola 'volvió en sí', sintió los primeros destellos de esta emoción, de este alimento que ya había olvidado, y así retornó y volvió a reconocerlo de nuevo.

Maurice Nicoll


SIMÓN PEDRO EN LOS EVANGELIOS

SIMÓN PEDRO EN LOS EVANGELIOS

Por: Maurice Nicoll

Simón Pedro es uno de los pocos discípulos acerca de quien se habla más o menos detalladamente en los Evangelios.

Su carácter se destaca con bastante claridad, aún cuando el hecho no sobresale mucho a menos que se comprenda todo el sentido interior de lo que se dice acerca de él.

Y para esto es preciso tener alguna comprensión del lenguaje de las parábolas.

PESCADORES DE HOMBRES

"Y pasando junto a la mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en la mar porque eran pesca­dores. Y les dijo Jesús: «Venid en pos de mí y haré que seáis pescadores de hombres». Y luego, dejadas sus redes, le siguie­ron." (Mar. I, 16-18.)

Más adelante hablaremos acerca de esta extraña frase: "pes­cadores de hombres".

Pero por ahora podemos mencionar que en el Evangelio de Lucas se destaca con mayor énfasis la profecía de que ellos, los discípulos, devendrán "pescadores de hombres".

En él se relata que después que hubieron trabajado toda la noche sin pescar nada, Cristo indicó a Simón que lanzara las redes y que luego, "habiéndolo hecho, encerraron gran multitud de pescado que su red se rompía".

Y Jesús expresó a Simón:

"No temas, desde ahora pescarás hombres".

LOS PECES Y EL HOMBRE

Claro es que existe cierta analogía entre los peces y el hombre según el lenguaje que se utiliza en este incidente.

El acontecimiento que sigue lo registra el Evangelio de Mar­cos.

Es aquel que informa que Jesús curó a la suegra de Simón.

Este incidente, quizá demasiado pueril a primera vista, tiene otro significado:

"Y la suegra de Simón estaba acostada con calentura; y le hablaron luego de ella.

Entonces llegando él la tomó de la mano y la levantó; y luego la dejó la calentura y les servía." (Marc. I, 30-31.)

Todo cuanto se registra en el compacto relato acerca de las enseñanzas de Cristo tiene un significado especial.

No hay una sola frase, una sola palabra en los Evangelios que no encierre un significado que va muchísimo más allá del sentido literal.

To­memos nota de que Cristo "la levantó" porque ella estaba "acos­tada", y que luego ella "les servía".

Esto tiene su propio sentido.

Según el lenguaje de los Evangelios, "estar acostado" quiere de­cir estar mentalmente dormido, y "levantarse" significa comenzar a despertar en la mente.

Hasta podemos adivinar la clase de "calentura" que tenia la suegra de Simón Pedro, la clase de fiebre, y qué es lo que significa haber sido curada y haber aceptado la enseñanza de Cristo.

Pero este incidente tiene un significado más profundo.

Y esta significación nada tiene que ver con la suegra de Simón Pedro.

Pues madre, padre, suegro, suegra, esposo, esposa, hermanos, hermanas, etc., todo esto hay que entenderlo psico­lógicamente.

Según el antiguo lenguaje de las parábolas, denotan distintos aspectos del hombre, diferentes afectos, varias relaciones que existen en uno mismo hacia uno mismo, distintos niveles de ser.

De la misma manera, un niño recién nacido, o una criatura, bien pueden significar en el lenguaje de las parábolas el comienzo de algo nuevo y sumamente precioso en el hombre, tal como una nueva comprensión, un nuevo sentimiento, una diferente mane­ra de pensar; algo que recién comienza, que es preciso cuidar con esmero, protegiéndolo contra cualquier herida, contra cual­quier ofensa.

Es menester recordar que el lenguaje de las parábolas se basa sobre hechos sensibles, sobre cosas físicas, sobre cosas naturales y perceptibles por medio de los sentidos; pero su verdadero significado está mucho más allá de los objetos y de las cosas que sólo se mencionan como una manera para representar el sentido psicológico, o sea, el sentido que está por encima del nivel literal, del nivel físico.

En Marcos se relata que cuando los doce discípulos fueron nombrados por Jesús, "a Simón llamó Pedro".

PEDRO

En griego, Pedro significa πετρος, una roca, o una piedra.

En el Evangelio de Mateo se describe más acabadamente el nombramiento de Pedro.

Este ha reconocido a Cristo como "el hijo del Dios vivo".

Y Cristo le dice:

"Más yo también te digo que tu eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no preva­lecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la Tierra será ligado en los cie­los; y todo lo que desatares en la Tierra será desatado en los cielos." (Mat. XVI, 18-19.)

LAS LLAVES DEL CIELO

La promesa de dar a Pedro las llaves del Cielo significa el poder de entender la enseñanza de Cristo, la enseñanza que Cristo está dando a la humanidad en la Tierra, las lecciones acerca de una posible evolución íntima.

Esta es la evolución del hombre hacia un estado interior que se llama cielo; y se le llama así para diferenciarlo de la Tierra.

ROCA O PIEDRA

Pero de momento su conocimiento es puramente intelectual, pues roca o piedra se refieren sólo al sa­ber, al conocimiento de la Verdad que enseñó Cristo.

Pedro está capacitado mentalmente, pero por ahora su creencia en Cristo es por medio de Cristo y no en sí mismo.

En este sentido se le puede comparar a la segunda categoría de la parábola de El Sembrador, que "sembró en la roca".

Esta es la manera como se describe a quien recibe el Verbo del reino, que es la enseñanza acerca de una posible evolución interior del hombre; y la acoge con entusiasmo, pero no tiene raíces en sí mismo, de modo que cuando llegan los períodos de tribulación, tropieza.

Recibe el Verbo intelectualmente y ésta es la razón de que se haga semejante referencia a la roca.

Lo acoge como conocimiento y nada más.

También se describe esto en el hecho de que cuando miró a Cristo camino de la crucifixión, lo negó.

Porque Pedro veía a Cristo como a un rey que establecería un reino en la Tierra.

Los evangelios siempre presentan a Pedro como un ser violento, apasionado, sin desarrollo alguno en sus emociones.

No contaba con ninguna comprensión emocional, aún cuando en apariencia tenía cierta captación intelectual de la enseñanza.

Hay que ver a Pedro como a un ser colérico, entusiasta, que escuchaba con gran atención todo cuanto Cristo enseñaba a sus discípulos en privado, recordando muy bien todo cuanto decía, pero impaciente con los demás.

Su naturaleza emocional estaba fuertemente sujeta a la persona visible de Cristo.

De sí mismo pensaba que era capaz de una lealtad a toda prueba hacia la persona de Cristo.

Captó la enseñanza en cierto nivel, pero no pudo verla tan profundamente como tal vez la observaron los otros.

Era presuroso, veloz, de un brillante intelecto, violento, lleno de amor propio.

Pedro era un hombre a quien Cristo reconoció como un ser capaz de poder, algún día, captar la enseñanza para si mismo, pero sólo después de grandes sufrimientos.

Lo vio como un hombre que de momento no tenía raíces en sí mismo, pero capaz de arraigarse a profundidad cuando hubiera recibido todos las sacudidas que necesitaba su naturaleza.

El golpe de la crucifixión fue el más fuerte de todos los que recibió Pedro.

De una manera general, también fue el más fuerte golpe que padecieron todos los discípulos.

Es necesario hacer un esfuerzo y poder imaginar lo que estos hombres sintieron al ver cómo se conducía a Cristo a sufrir la muerte más degradante de ese tiempo, la muerte que sólo se daba a los crimi­nales.

¡Cuántos de los seguidores de Cristo deben haber sentido entonces que no podía haber Verdad alguna, ni significado alguno en la enseñanza que habían oído, si tal era la suerte que corría El Maestro!

En vista de que Pedro no podía valorizar la enseñanza aparte de la persona del Maestro, porque no tenía raíces en sí mismo y dependía exteriormente.

Cristo mismo le advirtió de esta incapacidad, la incapacidad de obtener la enseñanza aparte del Maestro.

Y esto se registra en el momento en que Cristo anuncia su muerte:

ESCÁNDALO

"Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos y de los príncipes y de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día. Y Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: «Señor, ten compasión de ti: en ninguna manera esto te acontezca». Entonces él, volviéndose dijo a Pedro:

«Quítate de delante de mi, Satanás; me eres escándalo; porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de los hombres»." (Mat. XVI, 21-23.)

Y es preciso comprender que todos estos incidentes relativos a Pedro tienen un significado de acuerdo a la clase de hombre que él era.

En cierta forma, era como Nicodemo, quien únicamente podía creer por medio de los milagros visibles.

Y a Nicodemo fue a quien Jesús le dijo que todo estribaba en nacer de nuevo internamente y no en base a cosas que sólo conciernen a la evidencia que procuran los sentidos.

Verdad es que Pedro estaba hecho de una pasta mejor que la de Nicodemo, pero Jesús le dice expresa­mente que le falta fe.

Le dice:

"Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como a trigo; más yo he rogado por ti, que tu fe no falte: y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. Y él le dijo: «Señor, pronto estoy a ir contigo aún a cárcel y a muertes». Y él dijo: «Pedro, te digo que, el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces»." (Luc. XXXII, 31-34.)

Este incidente se relata de una manera distinta en el Evan­gelio de Juan:

"Dícele Simón Pedro:

«Señor, ¿a dónde vas?» Respondióle Jesús: «Donde yo voy no me puedes ahora seguir; más me seguirás después». Dicele Pedro: «Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti». Respondióle Jesús: «Tu alma pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces»." (Juan XIII, 36-38.)

MÁS ME SEGUIRÁS DESPUÉS

En este pasaje Cristo pronostica el cambio que habrá en Pedro, cuando dice: "más me seguirás después".

EL GALLO

El gallo signi­fica un despertar, y tres veces significa una negación completa, total, extrema.

Y es que Pedro no podía despertar hasta que sus sentimientos acerca de Cristo hubiesen sido destruídos.

Cuando se dio cuenta del modo tan absoluto y extremo en que podía negar a Cristo, entonces recién despertó.

Cantó el gallo.

En Lucas se dice que Pedro "lloró amargamente" cuando cantó el gallo, y que Cristo se volvió y le "miró".

Lloró porque en ese momento le llegó la enseñanza en su forma emocional.

Se vio a sí mismo a la luz del conocimiento que se le había proporcionado.

Vio la distancia que mediaba entre lo que sabía y lo que era.

Y en lugar de solamente saber, comenzó a entender.

Pero antes que suce­diese esto, Pedro únicamente creía a través de Cristo, por medio de Cristo.

Y en tanto que el hombre crea por medio de otro hombre no tiene fe, pues cree a través de los sentidos y no de su compren­sión interior; o sea, que no tiene raíces en sí mismo.

Si las cosas van mal, deja de creer.

Y un hombre que solamente cree de la manera como lo hacía Pedro, antes que haya comenzado su rege­neración emocional, lo único que puede hacer es evitar que los demás crean.

El creer de una manera apasionada y violenta en alguna otra persona evita que los demás comprendan.

Semejante persona utiliza su Verdad, su propio conocimiento de la Verdad y la utiliza con violencia; así corta la comprensión de otras personas.

Esto sucede porque su estado emocional es un estado incorrecto, inapropiado, pues únicamente tiene la Verdad y el conocimiento.

Es partidista.

No tiene paciencia.

LA OREJA

Este es uno de los significados del incidente en el que Pedro corta la oreja del soldado del gran sacerdote:

"Entonces Simón Pedro, que tenía espada, sacóla e hirió al siervo del pontífice y le cortó la oreja derecha.

Y el siervo se llamaba Mateo.

Jesús entonces dijo a Pedro: «Mete tu espada en la vaina: el vaso que el Padre me ha dado ¿no lo tengo que beber?»" (Juan XVIII, 10-11.)

En otro de los Evangelios se dice que Cristo tocó la oreja a Mateo y lo curó (Luc. XXII, 51).

Espada significa la Verdad combativa, y la oreja siempre se utiliza como símbolo de la comprensión emocional, como en el caso de "Bienaventurados los que tienen oídos para oír", etc.

EL PODER DE ENTENDER EMOCIONALMENTE

O sea que oídos, u oreja, quieren decir, en un sentido psicológico, el poder de entender emocionalmente.

Jesús refutó a Pedro y le dijo que guardase su espada, y curó la oreja del siervo.

Todo esto tiene un significado totalmente distinto de aquel que proporcionan los sentidos, y a fin de poder entender estas cosas es preciso que uno se aleje por completo de la narra­tiva histórica y del desarrollo de los hechos según la descripción.

La descripción histórica tiene como objetivo el ofrecer un medio para representar el significado psicológico.

Pero durante mucho tiempo es difícil apartarse de la mente literal, de la mente natural, con relación a esos asuntos, y abrirse a un nivel superior de entendimiento.

Pedro es un hombre que tiene conocimientos, pero es un ser violento; en este sentido representa la clase de hombre que recibe una enseñanza de la Verdad acerca de la posible evolución interior del hombre y la recibe únicamente como conocimiento, y piensa partiendo de su lógica.

Y nada hay más falto de misericordia que la lógica de la Verdad escueta.

Todas las persecuciones que han realizado las iglesias siempre partieron de la Verdad escueta debido a la disputa sobre algún detalle, y se realizaron sin misericordia alguna.

Cuando una persona piensa lógicamente, no tiene miseri­cordia, pues no tiene ninguna comprensión.

Es un hombre dog­mático.

En asuntos científicos es el hombre que utiliza el cono­cimiento para asesinar.

Sin embargo, hay que recordar que Cristo enseñó que el amor a Dios y al prójimo es la formulación total de su enseñanza.

Dijo:

"Amarás al Señor tu Dios de todo corazón y de toda tu alma y de toda tu mente.

Este es el primero y el grande manda­miento.

Y el segundo es semejante a éste: amaras a tu prójimo como a ti mismo.

De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." (Mat. XXII, 37-40.)

EL PERDÓN

Pedro no podía perdonar porque era un hombre de cono­cimiento únicamente.

Todavía no había despertado a lo emocional.

El perdón viene como consecuencia del desarrollo emocional.

Sólo cuando hemos logrado éste nos es posible perdonar las deudas de nuestros deudores.

El desarrollarse emocionalmente significa perfeccionarse por encima y más allá del amor propio y de todos los intereses absorbentes a los cuales aquel da lugar.

Desarrollarse emocionalmente significa pasar al estado en que se ama al pró­jimo.

Muy típica de Pedro es la pregunta que le hace a Cristo:

"Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mi?

¿Hasta siete?''

Y Jesús le responde:

"No te digo hasta siete, más aún hasta setenta veces siete".

Luego relata la siguiente parábola, dirigida a Pedro:

"Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos.

Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que debía diez mil talentos.

Más a éste, no pudiendo pagar, mandó su señor ven­derle, y a su mujer e hijos con todo lo que tenían, y que se le pagare.

Entonces aquel siervo, postrado, le adoraba diciendo «Señor, ten paciencia conmigo y yo te lo pagará todo».

El se­ñor, movido a misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.

Y saliendo, aquel siervo halló a uno de sus consier­vos, que le debía cien denarios; y trabando de él, le ahogaba diciendo:

«Págame lo que debes».

Entonces su consiervo, pos­trado a sus pies, le rogaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo».

Más él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.

Y viendo sus con­siervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo de­clararon a su señor todo lo que había pasado.

Entonces lla­mándole su señor, le dice:

«Siervo malvado, toda aquella deuda que te perdoné porque me rogaste: ¿no te convenía también a ti tener misericordia de tu consiervo como también yo tuve misericordia de ti?»

Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.

Así también hará con vosotros mi Padre celestial si no perdona­reis de vuestros corazones cada uno a su hermano sus ofensas (Mat. XVIII, 23-35.)

El perdón tiene que venir del corazón.

El perdón es emocional.

Cuando el hombre siente amor por el Bien, no juzga en base al amor por la Verdad únicamente.

El hombre de la Verdad es áspero y taciturno.

Todo lo ve lógicamente.

Y la Verdad, cuando es escueta, a todos nos juzga y a todos nos condena.

LA MISERICORDIA

Sólo la misericordia puede encontrar el camino de salida, y esta miseri­cordia tiene que comenzar con el prójimo, tal como dice en el Padre Nuestro: "Perdona nuestras deudas, así como nosotros per­donamos a nuestros deudores".

Pedro, era un hombre emocionalmente violento.

Sus emocio­nes eran mecánicas.

Existe una enorme diferencia entre el amor mecánico y el amor consciente.

En la vida, la gente ama me­cánicamente.

Con gran facilidad puede este amor mecánico conver­tirse en odio, y así en una negación.

Con el amor consciente no ocurre semejante cosa.

Es a través del amor mecánico que nos llegan todos nuestros sufrimientos; sólo el amor consciente puede aliviarnos.

El amor que Pedro sentía por Cristo trató de enseñarle a Pedro la naturaleza del amor.

En el pasaje que ahora vamos a transcribir, en el original griego se hace uso de dos palabras dife­rentes para expresar dos clases de amor, el mecánico y el consciente.

Pero esta diferencia se ha perdido en la traducción, y la palabra "amor" se usa para representar la expresión griega φιλεω y también άγαπαω.

Al dirigirse a Pedro, Cristo utiliza dos veces la palabra φιλέω, que expresa amor consciente, pero Pedro uti­liza la palabra άγαπαω, que significa o expresa el amor mecánico.

Al citar el pasaje de este incidente, voy a dar un énfasis mayor a esta diferencia alternando la traducción:

"Jesús dijo a Simón Pedro:

«Simón, hijo de Jonás, ¿me amas (conscientemente) más que estos?»

Dícele: «Sí, Señor: tú sabes que te amo (mecánicamente)».

Dícele: «Apacienta mis corderos».

Vuélvele a decir la segunda vez:

«.Simón, hijo de Jonás: ¿me amas (conscientemente)?»

Respóndele: «Sí, Señor: tú sabes que te amo (mecánicamente)».

Dícele: «Apa­cienta mis ovejas».

Dícele la tercera vez:

«Simón, hijo de Jonás: ¿me amas (mecánicamente)?»

Entristecido Pedro de que le dijese la tercera vez: «¿Me amas (mecánicamente)?»,

Diícele: «Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo (mecánicamente)».

Dícele Jesús: «Apacienta mis ovejas»." (Juan XXI, 15-17.)

Pedro no podía entender lo que Cristo quería significar.

CAMINAR SOBRE LAS AGUAS

Un incidente anterior indica cómo Pedro caminó sobre las aguas y se hundió.

Esto se describe en Mateo.

Los discípulos esta­ban en la barca durante una tormenta y vieron a Jesús caminando sobre las aguas y que marchaba hacia ellos, y tuvieron miedo.

"Más luego Jesús les habló diciendo:

«Confiad, yo soy; no tengáis miedo».

Entonces le respondió Pedro:

«Señor, sí tú eres, manda que yo vaya a ti sobre las aguas».

Y él dijo: «.Ven».

Y descendiendo Pedro del barco, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.

Más viendo el viento fuerte, tuvo miedo; y comen­zándose a hundir, dio voces diciendo:

«Señor, sálvame».

Y luego Jesús, extendiendo la mano, trabó de él, y le dice: «Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»" (Mat. XIV, 27-31.)

En su sentido más profundo, y no al pie de la letra, claro está que este pasaje significa que Pedro tenía muy poca o ninguna fe.

El origen de la fe radica en ver internamente la Verdad de algo, verlo independientemente de cualquier corroboración que puedan proporcionar las pruebas que nos presentan los sentidos.

Pedro creía a través de la persona visible de Cristo y no por sí mismo.

La enseñanza que le había dado Cristo no se había con­vertido aún en algo distinto del Cristo visible y hacia quien sentía tan apasionada lealtad.

De suerte que la enseñanza no había alcanzado aún en Pedro aquel nivel que se llama fe en el hombre.

LA FE

La fe no es una creencia ciega, sino que es el resultado de haber visto por sí mismo la Verdad de alguna cosa.

Y la fe tampoco es creer por medio de los sentidos.

La categoría de Verdad que poseía Pedro no era lo suficientemente fuerte como para sostenerlo, pues no tenía su origen en si mismo, sino fuera de él, en la persona de su Maestro.

De esta suerte, semejante Verdad no tenía la categoría de la fe, no poseía la suficiente fortaleza como para sostenerlo.

En el lenguaje de las parábolas el agua significa cierta clase de Verdad; no significa la Verdad en general, como tampoco la fuente de la Verdad.

Moisés obtuvo agua de la roca.

El agua es la Verdad con relación al hombre, en la forma en que representa la Verdad o el conocimiento de sí mismo con respecto a la evolución interior o al renacimiento.

Pero en esta condición no es algo viviente, no es "agua viva".

La fe es lo que da vida a tal Verdad; mejor dicho, es el punto de partida de la fe cuando se abstrae de los sentidos y se construye a sí misma en otro aspecto, en otra parte del hombre; y esta parte es distinta de aquella que se encuentra bajo el gobierno de los limitados y externos instrumentos de los sentidos.

En Pedro, el conocimiento, la Verdad, se basaba en un lugar inapropiado.

No entendía su significado pues siempre tenía la mirada fija en el Cristo externo, el amado Cristo que percibía sus sentidos.

Y cuando quiso asirse a esta clase de Verdad, fracasó.

Semejante Verdad no pudo sostenerle salvo por un momento, de suerte que se le dijo que no tenía fe.

No comprendía todo el significado de la enseñanza que había recibido.

Esto, el significado, le llegó más tarde.

Trató de caminar apoyándose en esta Verdad, y hundiéndose, hubo de pedir auxilio a Cristo.

El mundo exterior poseía sobre él más poder que el mundo interior; o sea que el significado externo tenía más poder que el interno.

Por este motivo no le podía soste­ner.

Las dificultades se presentaron inmediatamente; azotaron los vientos, se levantaron las olas, perdió de vista la Verdad y comenzó a hundirse.

Y todo esto significa que internamente —o sea, en sí mismo— había mezclado la vida con la enseñanza de Cristo y no las había separado.

Por las flexibles transiciones que pertenecen a este profundo lenguaje de las parábolas y a la luz de las observaciones de Cristo de que su enseñanza no es de este mundo, podemos ver cómo Pedro no podía andar aún sobre la Verdad correspondiente a la vida, aún habiendo recibido aquella categoría de Verdad enseñada por el propio Cristo.

El cambio en el desarrollo emocional de Pedro se demuestra en el incidente final que le afectó después de la resurrección de Cristo.

Se relata que Pedro dijo a los demás discípulos:

"A pescar voy".

Algunos de los otros discípulos fueron con él, pero no pescaron nada.

"Y venida la mañana.

Jesús se puso a la ribera; más los dis­cípulos no entendieron que era Jesús.

Y díjoles: «Mozos, ¿tenéis algo de comer?»

Respondiéronle: «No».

Y él les dice:

«Echad la red a mano derecha del barco y hallaréis».

Entonces la echaron y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de los peces.

Entonces aquel discípulo al cual amaba Jesús, dijo a Pedro:

«El Señor es».

Y Simón Pedro como oyó que era el Señor, ciñóse la ropa porque estaba desnudo y echóse a la mar.

Y los otros discípulos vinieron con el barco (porque no estaban lejos de la tierra sino como doscientos codos), trayendo la red de peces.

Y como descendieron a tierra vieron ascuas puestas, y un pez encima de ellas, y pan.

Díceles Jesús:

«Traed de los peces que cogisteis ahora».

Subió Simón Pedro y trajo la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres, y siendo tantos, la red no se rompió.

Díceles Jesús:

«Venid, comed».

Y ninguno de los discípulos osaba preguntarle: «¿Tú quién eres?» sabiendo que era el Señor.

Viene pues Jesús, y toma el pan, y les da; y asimismo del pez." (Juan XXI, 4-13.)

Son muchas las ideas que contiene este incidente.

Tras su forma externa yacen muchos significados.

Tomarlo al pie de la letra es considerarlo sólo en un nivel.

¿Puede alguien creer que pescaron justamente 153 peces?

¿Pueden suponer que Pedro estaba totalmente desnudo y que luego se ciñó las ropas antes de lanzarse al agua, y que esto hay que tomarlo al pie de la letra?

¿Por qué razón registran los Evangelios una cosa tan trivial, un incidente tan curioso?

Pedro había negado a Cristo porque únicamente ali­mentaba una creencia; y así, haciendo quedado desnudo en cuanto a fe, se le muestra desnudo.

La "coraza de la fe" es aquella cubierta mental que permite a un hombre pensar claramente más allá de los sentidos, y vivir sin ser afectado por los acontecimientos del mundo y mantenerse firme en otra interpretación de la vida.

Pedro no tenía esto, y estaba desnudo.

Pero habiendo oído de boca de Juan que Cristo estaba presente, se ciñó las ropas de la fe que había abandonado y se acercó nuevamente a Cristo.

PESCAR HOMBRES

Pero el verdadero sentido con relación a Pedro es que pudo nueva­mente tener la capacidad de "pescar hombres", una vez que hubo recibido ayuda.

En las primeras enseñanzas griegas sobre la religión órfica existe una idea similar del hombre, simbolizado por un pez que debe ser pescado y sacado fuera del agua en que se encuentra.

Por ejemplo, se presenta al sol pescando al hombre.

Tras todas las formas religiosas, con todos sus vaivenes, siem­pre ha habido en él mundo un amplio y bien nutrido río de conocimiento; siempre el mismo, siempre tras semejante objetivo, o sea la vivificación interna del hombre, el crecimiento íntimo, la evolución del hombre hacia un nivel superior dentro de sí mismo.

Por eso surgen ideas similares en períodos separados por mucho tiempo en la historia; siempre surgen de la misma fuente.

Siglos más tarde aparece el rey pescador con la leyenda del Santo Grial que, se dice, fue la copa en la que José de Arimatea recibió la sangre de Jesucristo.

RESPIRAR POR MEDIO DE OTRO ORDEN DE VERDAD

Pescar hombres del mar es elevarlos de su condición de siervos de la naturaleza y conducirlos hasta que se den cuenta de que hay otro mundo más consciente que éste, y en el cual tienen que aprender a respirar por medio de otro orden de Verdad.

Pedro se había, pues, convertido en un pescador de hombres.

Cumplió con la predicción de Cristo: "Desde ahora pescarás hombres".

Maurice Nicoll