lunes, 9 de febrero de 2015

LA ORACIÓN EN LOS EVANGELIOS

LA ORACIÓN EN LOS EVANGELIOS


Los evangelios hacen tantas referencias a la oración, que conviene reunir unas cuantas para procurarse una idea de lo que Cristo enseñaba acerca de su significado y de las condiciones que son necesarias para recibir una respuesta.

La oración se dirige hacia algo que está por encima del hombre, algo que se encuentra en un nivel superior a uno mismo.

Ya hemos visto que, según se les emplea en los Evangelios, el lenguaje de las parábo­las transmite un sentido desde un nivel superior a uno inferior.

La oración es la transmisión de un significado de un nivel inferior a uno superior.

El primer caso es la comunicación del cielo a la Tierra; el segundo es de ésta a aquél.

Ya que hemos visto lo difícil que es el que lo superior se comunique con lo inferior, no deberá sorprendemos el hallar una dificultad similar para que ésto se comunique con aquello.

Y es que no hay contacto entre los dos niveles.

Volvamos a recordar que la concepción central del hombre en los Evangelios es que se trata de un producto incompleto, de un producto no acabado, pero capaz de alcanzar un nivel superior por medio de un crecimiento interior preciso que tiene que comenzar por sus propios esfuerzos; y recordemos también una vez más que toda la enseñanza que los Evangelios contienen se refiere a lo que es preciso hacer a fin de realizar este crecimiento.

Vistos a esta luz, los Evangelios no vienen a ser sino una serie de instrucciones concernientes a un desarrollo psicológico preciso y preestablecido del cual el hombre es capaz; y si el hombre comienza la tarea de cumplirlo, estas instrucciones le abrirán los ojos y le permitirán ver en qué dirección yace todo su sentido completo.

También volvamos a recordar que la obtención de este nivel superior del hombre se llama cielo o el reino de los cielos, y que este reino está en el hombre mismo y que es una posibilidad latente de su propio crecimiento interior, o del renacimiento de sí mismo; y que el hombre, al nivel en que se encuentra, es como una criatura que no ha despertado, como un experimento incompleto, y recibe el nombre de Tierra.

Estos son los dos niveles, el superior y el inferior, y entre ambos hay grandes diferencias, tan grandes como las distinciones que existen entre una semilla y una flor.

Así ocurre que la comunicación entre ambos niveles es difícil.

La misión de Cristo fue la de tender un puente, la de conectar y esta­blecer en sí mismo una correspondencia entre estos dos niveles, El Divino y el humano; y de esto hablaremos en otro lugar.

Por ahora podemos decir que a menos que este contacto sea esta­blecido por unos cuantos hombres a intervalos, fracasaría toda comunicación con lo superior, y el hombre quedaría sin la menor idea o enseñanza que lo pueda elevar; o sea que quedaría a merced de sus instintos, de sus propios intereses, de su violencia y de sus apetitos animales.

De este modo permanecería huérfano de cualquier influencia que le pueda elevar por encima de una condi­ción de barbarie.

LA NECESIDAD DE LA PERSISTENCIA EN LA ORACIÓN………

En vista de las dificultades que hay para establecer comunicación entre los niveles inferior y superior podemos comprender que el contacto directo con Dios no es cosa tan fácil como creen algunas personas religiosas.

Estas a menudo piensan que pueden tomar contacto con un nivel superior, o sea con Dios, permane­ciendo lo que son.

No advierten que para lograr este vínculo tienen que cambiar de manera de ser, tienen que ser diferentes.

Ahora veamos algunas de las observaciones acerca de la oración que hacen los Evangelios, y que se refieren a la idea de la nece­sidad de ser persistente.

Uno de los discípulos le pregunta a Cristo cómo debe rezar.

Le dice: "Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos". (A propósito de esto, no hay nada que indique cómo Juan el Bautista enseñaba a orar.)

Y Cristo responde:

"Cuando oréis, decid:

«Padre nuestro que estás en los cielos, sea tu nombre santificado. Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la Tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros peca­dos, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, más líbranos del malo»." (Luc. XI, 2-4.)

Observemos cómo continúa Cristo:

Díjoles también:

«¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche y le dirá: amigo, préstame tres panes.
Porque un amigo ha venido a mí de camino, y no tengo qué ponerle delante; y él dentro, respondiendo dijere: no me seas molesto, la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme y darte.
Os digo que aunque no se levante a darle por ser su amigo, cierto por su importunidad se levantará, y le dará todo lo que habrá menester»." (Luc. XI, 5-8.)

Cristo da énfasis especial a la idea de que LA PERSISTENCIA es algo necesario.

Y como ilustración utiliza algo que parece sugerir que las plegarias van dirigidas a alguien que las escucha; pero que no quiere ser molestado, y a quien se le obliga a hacer algo tan sólo si se persiste en la demanda; y cierto también subraya que sólo mediante UNA PETITORIA DESVERGONZADA es que se puede obtener una respuesta.

La palabra "importunidad" significa, al traducirla literalmente, una desvergonzada impudicia.

La misma idea, la idea de que la oración no es algo que obtenga una pronta respuesta, se expresa en otro pasaje:

"Y propúsoles también una parábola sobre que es necesario orar siempre, y no desmayar, diciendo:

«Había un juez en una ciudad el cual ni temía a Dios ni respetaba al hombre.

Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él di­ciendo: hazme justicia de mi adversario.

Pero él no quiso por algún tiempo; más después de esto dijo dentro de si: aunque ni temo a Dios ni tengo respeto al hombre, todavía porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, porque al fin no venga y me muela»." (Luc. XVIII, 1-5.)

Se traza un paralelo entre la viuda que pide justicia a un juez que se decide a obrar únicamente porque se ve obligado a ello, a fin de evitarse mayores molestias, y el hombre que eleva sus oraciones a Dios.

Todo esto quiere decir que las preces no tienen una fácil respuesta.

Existen barreras.

No se obtiene ayuda con facilidad.

En muchas partes de su enseñanza Cristo dice a sus discípulos que oren de continuo, pero en ninguna les dice que las preces tienen una fácil y pronta respuesta.

No es cosa simple obtener respuesta desde un nivel superior a los pedidos que provie­nen de uno inferior.

Tan sólo la persistencia y la intensidad pueden hacer que un nivel superior responda.

El obstáculo se representa como algo similar a conseguir que un hombre ya acostado se levante a atendernos, o que un juez mundano haga justicia a una viuda.

Cristo enseñó que en relación a las oraciones y a la obten­ción de ayuda por medio de ellas, la situación es más o menos la misma que en los asuntos del mundo, cuando un hombre pide una ayuda que los demás no quieren proporcionarle.

Pero en el caso de las plegarias no se trata de renuencia, sino de una difi­cultad inherente a la naturaleza misma de las cosas.

Lo inferior no tiene ningún contacto con lo superior.

Hay que comprender este punto muy claramente: lo inferior no tiene ningún vínculo directo con lo superior.

Dios y “el hombre” no se encuentran al mismo nivel.

Toda la concepción del aspecto invisible del universo, o del mundo espiritual, que implica la enseñanza de los Evangelios, es que existen niveles superiores e inferiores, que estos niveles son distintos los unos a los otros y que todo se halla arreglado en un orden de lo que está arriba y de lo que está abajo, o sea, arreglado en un orden de niveles.

Lo de abajo no tiene relación con lo de arriba, así como el piso bajo de una casa no está en contacto con el piso alto.

A fin de poder llegar a lo que está arriba es necesario pasar por muchas dificultades en el camino.

Y esto es lo que causa que a uno le parezca que hubiera renuencia de parte de lo superior para contestar a lo inferior.

Pero no es que la haya; las cosas así parécenle a la mente humana y así las ilus­tra Cristo en los términos que emplea en las comparaciones ya mencionadas, aquellas que denotan la necesidad de hacer gran­des esfuerzos a fin de poder obtener una respuesta a las oraciones.

Parecería que el hombre que reza honestamente, el hombre que reza con sinceridad, tuviese que lanzar algo a cierta altura, por medio de la intensidad de su propósito, antes que pueda esperar que alguien le escuche o antes de obtener una respuesta; y fraca­sando en su intento, fracasando en su esfuerzo para hacer el pedido correctamente, frustrado en su empeño para lanzar aquello a una altura adecuada, llegase a pensar que está orando en vano y rezando a quien no quiere responderle.

Así, el hombre se siente descorazonado.

Pero debe seguir insistiendo.

La oración del hombre, su propósito, su pedido, tienen que ser algo en lo que habrá que persistir; tiene que seguir pidiendo aún cuando no ob­tenga respuesta.

Tiene que ser UN DESVERGONZADO.

Como lo dice Cristo:

"Es necesario orar siempre y no desmayar".

En el original, esta expresión "no desmayar" significa "no portarse mal".

El hombre tiene que orar continuamente y no portarse mal con rela­ción a todas las dificultades que hay en la oración.

LA NECESIDAD DE SER SINCERO EN LAS ORACIONES………

Cristo a veces habla sobre la actitud del hombre que reza.

Es inútil rezar con una actitud errada, de modo que el hombre tiene que hurgar en sí mismo y advertir desde dónde está elevando sus oraciones, porque no habrá comunicación alguna con un nivel superior por medio de lo que en él es INSINCERO Y FALSO.

Únicamente aquello que es SINCERO, aquello que es GENUINO puede tocar un nivel superior.

Por ejemplo, cualquier muestra de vanidad, pre­sunción o arrogancia detiene de manera inmediata toda comuni­cación con los niveles superiores.

Por este motivo es por el que tanto se habla acerca de la purificación de las emociones en los Evangelios, ya que la mayor impureza en el hombre, y aquella que más directamente se destaca en las parábolas y dichos de Cristo, proviene de los sentimientos de propia justicia, de mérito particular, de valor propio, de superioridad, etc.

Esto se muestra en la parábola dirigida a "unos que confiaban en sí como justos y menospreciaban a otros".

"Dos hombres subieron al templo a orar: el uno fariseo, el otro publicano.

El fariseo, en pie, oraba consigo de esta manera:

«Dios, te doy gracias que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano.

Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo».

Más el publicano estando lejos no quería ni aún alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho diciendo: «Dios, sé propicio a mí, pecador».

Os digo que éste descendió a su casa justificado, antes que el otro; porque cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado" (Luc. XVIII, 10-14.)

Para orar, para tomar contacto con un nivel superior, el hom­bre tiene que saber y SENTIR QUE ES NADA EN COMPARACIÓN CON AQUELLO QUE ESTÁ SOBRE ÉL.

Pero debe verlo sinceramente y no sólo percibirlo como si al mirar las estrellas se diese cuenta de cuán pequeña es la Tierra.

Esto último es sentirse pequeño en cuanto a una magnitud física, y el hombre lo que tiene que hacer es sentirse pequeño en cuanto a una magnitud psicológica.

A menos que el hombre SIENTA QUE ES NADA, todas sus oraciones serán inútiles en un aspecto práctico, de la misma manera en que es inútil un fósforo húmedo.

El hombre es puro en su vida emo­cional en proporción a sus sentimientos de NADIDAD, de su propia IGNORANCIA y de su DESAMPARO.

Cristo expresa con exactitud la misma idea cuando habla de las cosas que uno hace de sí mismo, y no movido por la propia vanidad:

"Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su pago.

Más tú, cuando oras, éntrate en tu cámara y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará." (Mat. VI, 5-6.)

"Entrar en la cámara y cerrar la puerta" significa ir hacia la casa de sí mismo, a la habitación más íntima, y cerrando las puertas a todo lo externo, rezar desde aquel ser interno que no es el siervo del público o un mito social inventado por el medio ambiente, o un buscador de recompensas y de tributos y elogios externos.

Es ir más allá de cualquier conexión con la vanidad y con la presunción.

Únicamente el hombre interior del individuo es quien puede obtener respuesta a las oraciones y comunicarse con un nivel superior.

El aspecto externo y mundano del hombre, el hombre presumido, no puede orar.

Todas estas instrucciones y muchas similares se refieren a la manera de transmitir un mensaje a un nivel superior.

Son instruc­ciones prácticas acerca de los métodos de transmisión de telepatía, que sólo devienen posibles por medio de las emociones reales.

Solamente éstas, las EMOCIONES GENUINAS, tienen posibilidad de hacer la comunicación; sólo las emociones verdaderas son telepáticas.

Las emociones falsas, aquellas basadas en la vanidad o en la presunción, no pueden transmitir nada.

Para obtener res­puesta a las oraciones, éstas tienen que ser de cierta calidad.

Tienen que llenar ciertos requisitos y uno de ellos es que deben originarse en UN SENTIMIENTO ABSOLUTAMENTE PURO Y GENUINO, porque de otro modo no llegarán a su destino.

De suerte que el hombre tiene que purificarse liberándose de sí mismo en su vida emocional, o sea que tiene que desarrollarse emocionalmente.

Tiene que co­menzar a amar a su prójimo.

Esta es la primera etapa del desarro­llo emocional que Cristo enseñó.

¡Y cuán difícil es!

Cuán difícil es comportarse conscientemente con los demás, aún con aquellos a quienes uno cree que ya ama.

¿Podéis decir que amáis más allá de vuestro “amor propio”?

Sólo las emociones que están por encima del amor propio y de las particulares emociones pueden comunicar con algo que sea en verdad más que uno mismo.

Des­pués de todo, es solamente lógico que encaremos la siguiente pre­gunta:

¿Cómo podrá una emoción centrada en “el amor propio” vincularse con otras gentes?

Sólo pueden comunicarse con uno mismo.

De suerte que ya podéis apreciar la razón por la que se insiste en "amar al prójimo".

LA RESPUESTA A LAS ORACIONES………

Refiriéndose a la oración, Cristo dice: "Pedid y se os dará".

Pero el hombre debe saber lo que significa pedir.

La plegaria es el medio de obtener una respuesta desde un nivel superior del universo, de manera que sus influencias desciendan y penetren momentáneamente lo que es un nivel inferior.

Consideremos, pues, lo que significa pedir.

Visto con corrección, el universo es la respuesta a una súplica.

El hombre de ciencia trabaja confiada­mente creyendo que obtendrá una respuesta del universo físico como resultado de sus experimentos, de sus teorías y de sus esfuerzos, los que constituyen la suma de la súplica.

Esto es orar en una forma.

Esta oración obtiene una respuesta si acierta con el medio adecuado de pedir.

Lo que significa que la súplica ha sido formulada bien.

Pero dar con una forma adecuada de suplicar es algo que requiere tiempo, trabajo y esfuerzo, y no solamente una "impúdica desvergüenza", sino que también lleva el sentimiento de certeza en lo desconocido, o sea fe.

Por ejemplo, me­diante sus persistentes ruegos, el hombre de ciencia ha descubierto y ha establecido comunicación entre la vida humana y las fuerzas de la electricidad, de la electromagnética, fuerzas que corresponden a otro mundo, a un inframundo, al orbe de los electrones.

Esta es una respuesta a sus súplicas.

En cierto sentido, constituye una comunicación con otro mundo.

En la actualidad podemos percibir que estamos viviendo en un universo hecho a medida, algo que es sumamente complejo y que yace más allá de nuestra comprensión; pero nos hallamos seguros que reaccionará a nuestros esfuerzos.

Tal es, en verdad, nuestra actitud hacia el universo y es algo acerca de lo cual no abrigamos dudas.

Estamos seguros que si tratamos la manera de cómo hacer algo comenzaremos también a recibir los resultados.

Al preparar un plato delicioso obtenemos una respuesta que corresponde exactamente a la forma como ha­cemos este determinado ruego.

Si los resultados que alcanzamos no son lo que esperamos, estamos recibiendo una réplica inade­cuada; pero inadecuada no porque el universo esté en un error o en una falla, sino porque la manera como hemos hecho la súplica, nuestra formulación, ha sido errada.

Como no sabemos cómo pedir correctamente, tenemos que aprender a cocinar me­jor, o sea que debemos enseñarnos a pedir de una manera mejor.

Pedir es suplicar.

Si no viviésemos en un universo visible e invisi­ble, en un universo que responde al bien pedir (cualquiera que sea la naturaleza de la respuesta, ya sea buena, ya sea mala) ni el hombre de ciencia ni el hombre en demanda de ayuda interior podrían obtener una solución.

Sin embargo, no siempre es fácil lograr ésta.

Es preciso llenar determinados requisitos.

Con res­pecto a las oraciones en su calidad de súplica o de pedido, es menester que no sean mecánicas ni una simple repetición, o al pensar que el "mucho parlar" dará resultados; no es la cantidad sino la calidad de las oraciones lo verdaderamente importante.

La mera repetición de palabras no da ningún resultado.

Cristo dijo:

"Y orando, no seáis prolijos"  (no uséis repeticiones vanas).

Y como ya lo hemos visto, es necesario insistir en la oración.

El hombre tiene que poseer cierta idea de lo que está pidiendo, y tiene que persistir en su súplica y creer que le será posible obtener resultados.

Así como el hombre de ciencia utiliza un particular modo de oración dirigida al universo natural, eleva su ruego una vez que ha captado la idea de que puede descubrir algo y la siente como una posibilidad; y una vez y otra modifica su súplica por medio de la corrección en los errores que comete en su experimento; emplea todo su ingenio hasta obtener una solución adecuada y que corresponda a su ruego.

Igualmente, el hombre que ora al universo espiritual tiene que poseer la misma fe, la misma paciencia, la misma inteligencia y poder de inventiva.

El hombre tiene que trabajar y esforzarse en inventar con respecto a su propio desarrollo interior, de similar manera a la que un hombre de ciencia hace otro tanto para lograr un resultado o un descubrimiento.

El hombre de ciencia obtendrá una respuesta si las cosas están bien con relación a su súplica; asimismo, el hombre que reza obtendrá una respuesta si su ruego es el que le corresponde hacer correctamente.

Pero tiene que conocerse a sí mismo y comprender qué es lo que está pidiendo.

Pedir algo impo­sible, solicitar lo que sólo nos ha de provocar daño, es pedir incorrectamente.

LA SUPLICA EN LAS ORACIONES………

¿Qué es lo que vamos a pedir en nuestras plegarias?

En la oración que Cristo formuló para sus discípulos cuando ellos le preguntaron cómo debían rezar, todo deseo personal queda aparentemente descartado.

Pero como todo cuanto se dice en los Evangelios, ésta oración trata acerca de la manera como alcanzar un nivel superior en el  posible crecimiento interior del hombre; a éste crecimiento se le llama el reino de los cielos, y esta oración tiene una cualidad que no es de este mundo; no debe extrañamos que así sea.

Sin embargo, si tomamos en cuenta el objetivo que persigue, nada puede ser más personal.

El Padre Nuestro trata acerca de la evolu­ción de uno mismo.

La primera frase marca el nivel superior: "Padre, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino".

O sea que es un pedido para establecer una comunicación entre lo supe­rior y lo inferior.

Se pide una conexión entre el cielo y la Tierra.

Esta es la primera súplica; y es necesario entender que esto de­nota alcanzar cierto estado emocional preciso a fin de que estas palabras puedan pronunciarse con alguna intensidad de signifi­cado.

En otras versiones se dice: "Padre Nuestro que estás en los cielos".

Un hombre puede demorar un minuto, una hora o toda una vida antes de alcanzar la percepción emocional del significado que tienen estas palabras, las que hay que pronunciar conscientemente.

Luego viene la súplica por el pan de cada día, y este pan no significa el pan al pie de la letra sino una cosa transubstancial.

Se ignora el significado de la palabra original, pero no cabe duda que su intención es "espiritual"; se solicita pan o alimento espiritual que nutra la comprensión del hombre en su lucha por alcanzar un nivel superior.

Después viene el pedido de ser perdonado así como perdonamos a los otros; y esto significa que para poder alcanzar un nivel superior es absolutamente necesario cancelar, ante todo, las deudas ajenas que llevamos asen­tadas en aquel libro de cuentas que existe en nuestra memoria, imaginando lo que el prójimo nos debe con su conducta hacia nosotros, su falta de consideración, etc.

El no perdonar a nuestros deudores es mantenerse sujeto y encadenado a la "tierra".

Nos aprisionamos a nosotros mismos, nos mantenemos ahí donde esta­mos si es que no podemos cancelar nuestras deudas; y así como perdonamos a quienes nos adeudan, así seremos perdonados por los muchos errores y fracasos suscitados en el crecimiento de nuestra comprensión, o sea en nuestra evolución.

Luego viene el extraño pedido de no caer en tentación.

Pero es preciso darse cuenta de que ningún hombre puede realizar un desarrollo inte­rior sin ella, y que la naturaleza de esta clase de tentación es muy distinta a lo que las gentes por lo general consideran que es, al asociarla con la carne y las debilidades provocadas por ésta.

Por ejemplo, siempre estamos sujetos a la tentación de los malos entendidos, de la errada comprensión.

Cuando el hombre se coloca en el sendero del desarrollo interior indicado en los Evangelios, se ve tentado por toda suerte de dudas y falta de creencia;
debe pasar por las más extraordinarias dificultades de comprensión interior.

Sus poderes de razonamiento humano le fallan por com­pleto porque tal razonamiento está basado en la evidencia que proporcionan los sentidos; únicamente la fe, la certeza de que hay algo, únicamente la convicción de que el camino en que se encuen­tra conduce a alguna parte; en breves palabras, sólo su fe puede auxiliarle.

Pues fe quiere decir no sólo certeza de que existe algo que yace más allá de las pruebas de los sentidos, sino que es también una convicción de las posibilidades latentes aún antes que uno las haya realizado; de esta suerte.

Cristo expresa en una parte: "Y todo cuanto pidáis creyendo, tened fe que lo habéis recibido y lo tendréis".

Acá es preciso tomar nota de que hay que tener algo antes de poder recibirlo; es preciso obrar como si se tuviera ya aquello que aún no se posee, y así se recibirá.

Esto parece sumamente raro.

Pero todo cuanto tiene relación con el establecimiento de un contacto con un nivel superior, y todas las instrucciones acerca de la naturaleza del esfuerzo que hay que hacer, parecen siempre raras.

Consideremos: ¿no pensaría una semilla que las instrucciones para llegar a ser una flor son cosa rara?

Pasar desde un nivel aún al comienzo de otro nivel, es pasar por medio de tentaciones muy difíciles de las que no tiene la menor idea quienquiera que se sienta satisfecho de sí mismo.

Pero la llave para la comprensión del Padre Nuestro yace en la primera frase.

Es una oración que está destinada a llegar a un nivel superior:

"Venga a nosotros tu reino".

O sea, déjame entrar en tu reino; que la voluntad del cielo, la voluntad de un nivel superior, se haga en mí como tierra.

Y la súplica, aquella de no ser tentado en exceso, más allá de las propias fuerzas, se refiere a ese empeño de seguir adelante, pues muchos son los obstáculos que hay en el camino.

Y como se han representado los hechos en el Antiguo Testamento, Dios lucha contra el hombre y trata de subyugarlo y aún de destruirlo.

Esta es la forma como se expresa la lucha individual para elevarse por encima del propio nivel y alcanzar uno superior.

Parece que aquello mismo a que uno eleva sus súplicas se convirtiese en un enemigo, un ser que continuamente se opone a cada paso que uno da.

Pero si recordamos que alcanzar un nivel superior significa la transformación de uno mismo, el renacimiento de uno mismo, entonces la idea se hace bastante clara.

Tal cual es, el hombre no puede llegar a un nivel superior.

No puede acercarse a Dios tal cual es.

El nivel superior tendrá que oponérsele en tanto permanezca siendo la misma clase de hombre.

Ahora bien; todas estas súplicas son tocante a cómo llegar a otro estado, a otra condición.

El Padre Nuestro trata íntegra­mente acerca de una finalidad.

No trata acerca de cosas de la vida.

En pocas palabras demuestra, aparte de lo dicho en las parábolas y aún en la enseñanza sobre las mismas cosas, que el signifi­cado esencial de la oración debe ser tocante a esto; y que esto es en lo que tiene el hombre que pensar primordialmente cuando ora, y suplicarlo más que cualquier otra cosa, suplicar lo que es necesario para alcanzar el objetivo.

Porque éste es el objetivo supremo.

Cristo lo definió diciendo: "Buscad primero el reino de Dios...", o sea el nivel más elevado que le es posible alcanzar al hombre.

Tal es lo que el hombre tiene que pedir verdadera­mente en sus plegarias.

Y desde que tal es el objetivo supremo de toda oración, el hombre debería vincular cualquier objetivo inferior que motive su súplica, con este objetivo supremo.

Pues éste es el significado supremo del hombre, y le conduce al nivel más elevado a que le es posible llegar.

Maurice Nicoll



domingo, 8 de febrero de 2015

BIENAVENTURADOS LOS MANSOS

BIENAVENTURADOS LOS MANSOS
SERMÓN DE LA MONTAÑA

Tomemos otra frase del Sermón de la Montaña:

"Bienaventurados los mansos".

Significa ello que los mansos lograrán la bienaventuranza, la felicidad interior, lograrán algo que todos buscan porque nadie es feliz internamente, nadie tiene esa extraña fuente de felicidad interior llamada Bienaventuranza.

Las gentes creen a menudo que La Bienaventuranza es lo que sucederá después, pero desde el punto de vista del Trabajo así como desde el punto de vista del Evangelio ésta no es la manera correcta de aprehender la profunda idea que aquí se señala.

Se puede lograr una fuente de felicidad interior si se aplican las ideas del Trabajo a uno mismo.

Ahora bien, ¿qué significa "manso" en el sentido original de la palabra griega?

Significa "no resentido". "bienaventurados los no resentidos."

Ahora bien, creo que puede relacionar esta frase con aquella usada en el Trabajo que dice que debemos poner fin a las cuentas internas.

¿Cuando se siente resentido no está haciendo acaso cuentas internas?

¿No está considerando internamente?

Han de notar que el Sermón de la Montaña empieza con la práctica de la no identificación consigo mismo y lo dice en esta frase: los pobres en espíritu lograrán la bienaventuranza.

Un hombre lleno de sí mismo, un hombre completamente identificado consigo mismo, es un hombre que no será capaz de alcanzar este diferente nivel de Ser donde diferentes influencias obran sobre él y satisfarán esa extraordinaria falta de felicidad interior que todo hombre, si es honrado, sabe que está sufriendo.

Ahora bien, verán que si un hombre puede observarse a sí mismo y dejar de identificarse tanto consigo mismo y con las imágenes de sí mismo y con su vanidad será capaz de practicar LA MANSEDUMBRE en el verdadero sentido de la palabra griega, esto es, no experimentará ningún resentimiento cuando la gente no se comporta con él como cree que ha de comportarse, es decir, no hará tantas cuentas internas a los otros.

PERDONAR………

De hecho, llegará eventualmente al estado mencionado en la Oración del Señor de ser capaz de PERDONAR completamente las deudas que los otros tienen con él, pues este es el verdadero significado de la palabra griega traducida como perdonar en la frase "y perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

No, el significado es mucho más poderoso que este, mucho más práctico.

El significado es CANCELAR COMPLETAMENTE.

Por ello podemos ver cuán cercana es la enseñanza del Trabajo acerca de no hacer cuentas internas a lo que se dice también en los Evangelios.

Les recuerdo que siempre se dijo de este Trabajo que era Cristianismo Esotérico, a saber, el significado interior y la fragancia de los Evangelios que han sobrevivido.

Los Evangelios se refieren muchas veces al Reino de los Cielos y lo que es necesario hacer para entrar en Él.

Los Evangelios dicen que es preciso ser una persona muy diferente para tener alguna posibilidad de entrar en el Reino de los Cielos.

Asimismo dicen que a no ser que un hombre se convierta en un niñito no puede entrar en el Reino de los Cielos.

Sí, pero ¿qué significa en la práctica?

Se refiere al Círculo Consciente de la Humanidad, y con ello quiere decir gentes de un nivel de Ser mucho más elevado que el nuestro tal como somos ahora.

Cristo formuló ciertas reglas, ciertas indicaciones, ciertas enseñanzas relativas a lograr el Reino de los Cielos.

Estas son dadas en el Sermón de la Montaña, el que nos ofrece una indicación perfectamente clara de cómo alcanzar el Círculo Consciente de la Humanidad, trabajando sobre nuestro Ser, trabajando sobre nuestro nivel de Ser tal como es ahora.


Maurice Nicoll

LA PARABOLA DEL HIJO PRODIGO

LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
LA ESENCIA Y EL VIAJE DE RETORNO

Ahora bien, ya que la Esencia desciende de un "plano superior" y por último se encierra en un cuerpo de sangre y carne, en el Hombre la octava ascendente debe existir en relación con este descenso.

Aquí se sostiene la idea que la Esencia, por haber descendido, debe ser capaz de re-ascender —esto es, de desandar el camino de su descenso—.

Si la Esencia re-asciende y el centro de gravedad de la conciencia de un hombre y de su ser estuviesen verdaderamente en la Esencia en lugar de estar en la Personalidad, luego el re-ascenso de la Esencia seria asimismo el ascenso del hombre al nivel de su origen.

Sería el viaje de retomo.

Esa idea del "viaje de retorno" se menciona en varios lugares en la antigua literatura esotérica, como en el Himno de la Vestidura de Gloria en los escritos gnósticos, y hay obviamente una referencia en la parábola del Hijo Prodigo en los Evangelios (Lucas, XV 11-32).

El Hijo Prodigo, que con toda probabilidad era un hombre que había satisfecho todos los deseos de su “amor de sí” y encontró que todo sabia a nada y nada era real —tal vez haya sido un multimillonario— es descrito como alguien que "VUELVE EN SÍ".

Se dio cuenta de una manera u otra que no seguía un buen rumbo y que había llegado al fin de las cosas.

Todo carecía de sentido, como suele ocurrir cuando el único objeto de la vida es la satisfacción del “amor de sí” y sus ambiciones.

Por eso dice, luego de haber vuelto en sí:

"Me levantaré e iré a mi Padre, y le diré: Padre, erre el blanco."

Así se levantó y se llegó a su Padre.

No quiere decir su Padre terrenal.

Su Padre se regocija y dice:

"Hagamos fiesta, porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado."

Habrán de ver la significación de estas palabras, muerto y perdido.

Cuando un hombre vuelve sobre sus pasos y, dejando a la Personalidad tras él, empieza a moverse en dirección a la Esencia, deja de estar muerto o perdido.

Buscando el desarrollo de la Esencia por medio del hombre interno, y alejándose de las falsedades e insinceridades y profesiones hueras del hombre externo, empieza a estar vivo en lugar de estar muerto — interiormente, en espíritu—.

Ya SE DA CUENTA de lo que tiene que hacer, de lo que en él es espurio, de lo que tiene que observar y lograr que se vuelva cada vez más consciente y de aquello sobre lo cual debe trabajar, y de aquello de lo cual debe despojarse y dejarlo tras sí.

Ya no está más perdido, andando a la deriva y sin meta alguna a través de los años.

Ahora tiene un rumbo. Ha partido para un verdadero viaje.

Es un viaje muy largo, pero no tardará en sentir que recibe ayuda.

Por eso en la parábola se dice:

"Y cuando aún estaba lejos, lo vio su Padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le beso."

La frase "cuando aún estaba lejos" indica que el viaje desde la Personalidad a la Esencia es muy largo.

La misericordia y el ser bien recibido señalan la ayuda.

Ocurre como si el Trabajo estuviese hablando, y diciendo que cuando un hombre vuelve verdaderamente en sí —esto es, cuando se recuerda a sí mismo y se reconoce— sabe que no es la persona que siempre pretendió ser, o aquella que ha tomado por sí mismo, y que ha seguido un rumbo equivocado y trata de mantenerse en el.

Es curioso que esa parábola es llamada la del Hijo Prodigo. .

¿De qué era prodigo?

Algunas personas dicen seriamente que se refiere al dinero.

Lo toman sensual, literalmente, e imaginan que fue usada por padres avaros que se alimentaban de algarrobas.

Habrán notado que la palabra "Prodigo" no aparece en la parábola.

Es en realidad una parábola acerca de un hombre que, por más que haya tenido éxito, descubre que la vida no le dio lo que esperaba y, al darse cuenta que debe tener otro origen que la vida, lo cual no tiene sentido tomado por sí mismo, y debe hacer otra cosa además de vivir, emprende el camino para librarse de toda la falsedad que la vida y sus modalidades han depositado en él, y despojarse de todas las actitudes que su vanidad y sus ilusiones sobre si mismo han forjado en él.

Es en realidad una parábola acerca del retorno al origen de uno mismo 

El hombre ha descubierto su verdadero origen.

Ha descubierto su Esencia.

Maurice Nicoll


LA IDEA DEL REINO DE LOS CIELOS EN LOS EVANGELIOS

LA IDEA DEL REINO DE LOS CIELOS EN LOS EVANGELIOS

La primera noción que podemos formamos del 'Reino de los Cielos' consiste en que es un lugar donde se hace la voluntad de Dios.

"Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo."

Pero, por lo general, las gentes no solamente suponen que la voluntad de Dios se hace en la tierra, sino que el Cielo significa algún 'más allá' que vendrá después y al que entrará, cuando muera, todo el que ha llevado una vida buena.

Se le contrasta siempre con la idea del Infierno.

También se considera el Infierno, no como un estado que el hombre puede alcanzar en la tierra, sino como un lugar hacia el cual van los malos cuando mueren.

Muchas de las más importantes ideas de los Evangelios se toman de esta manera, como si se tratase de un 'después' en el tiempo.

No las relacionan con el hombre que vive en la tierra ahora, o sea con el hombre que existe en el momento presente.

Pero, en distintos momentos, el hombre que vive en la tierra ahora puede hallarse en un estado mejor o peor.

Por un instante puede alcanzar un estado mejor de sí mismo, verlo todo bajo una luz mejor, o puede hallarse en un estado peor y desde ahí verlo todo oscuro.

Puede subir o bajar verticalmente.

Puede ver las cosas desde un nivel superior o inferior.

No hay quien no se dé cuenta de esto.

Y estas alzas y bajas, estos momentos de visión interior o de oscuridad que caracterizan la vida de todos, nada tienen que ver con el tiempo ni con el 'más allá.'

Son estados que el hombre es capaz de lograr en sí mismo, ahora.

Corresponden a un movimiento que asciende y desciende, dentro del hombre mismo.

De este modo son, por así decirlo, una vertical.

Cuando la persona se encuentra en un estado malo, como lo es la sospecha, todas las cosas se conectan de un modo.

Cuando las circunstancias cambian ese estado, la persona las ve de un modo muy distinto.

Es tan común esta experiencia que no vale la pena acentuar su verdad.

Pero el futuro de una persona que se halla en un estado de sospecha, no yace en el tiempo sino en ella misma, en la persona, con relación a sus otros estados o niveles de entendimiento.

Puede que la sospecha le arrastre más y más hasta un punto en que le haga obrar de un modo violento e irrevocable.

Su verdadero futuro reside en lograr otro estado en sí mismo.

Y este es un futuro psicológico.

No yace en ningún después, en el mero correr del tiempo, sino que estriba en un cambio interior en sí mismo.

De modo que en el hombre hay siempre dos futuros: uno en el correr del tiempo, y otro en UN CAMBIO DE ESTADO INTERIOR.

Y acerca de este futuro interior, acerca de este estado en el hombre, trata casi todo lo que dicen los Evangelios.

Maurice Nicoll