LA ORACIÓN
EN LOS EVANGELIOS
Los evangelios hacen tantas referencias a la oración,
que conviene reunir unas cuantas para procurarse una idea de lo que Cristo
enseñaba acerca de su significado y de las condiciones que son necesarias para
recibir una respuesta.
La oración se dirige
hacia algo que está por encima del hombre, algo que se encuentra en un nivel
superior a uno mismo.
Ya hemos visto que,
según se les emplea en los Evangelios, el lenguaje de las parábolas transmite un
sentido desde un nivel superior a uno inferior.
La oración es la
transmisión de un significado de un nivel inferior a uno superior.
El primer caso es la
comunicación del cielo a la Tierra; el segundo es de ésta a aquél.
Ya que hemos visto lo
difícil que es el que lo superior se comunique con lo inferior, no deberá
sorprendemos el hallar una dificultad similar para que ésto se comunique con
aquello.
Y es que no hay
contacto entre los dos niveles.
Volvamos a recordar
que la concepción central del hombre en
los Evangelios es que se trata de un producto incompleto, de un producto no
acabado, pero capaz de alcanzar un nivel superior por medio de un crecimiento
interior preciso que tiene que comenzar por sus propios esfuerzos; y recordemos
también una vez más que toda la enseñanza que los Evangelios contienen se
refiere a lo que es preciso hacer a fin de realizar este crecimiento.
Vistos a esta luz,
los Evangelios no vienen a ser sino una serie de instrucciones concernientes a
un desarrollo psicológico preciso y preestablecido del cual el hombre es capaz;
y si el hombre comienza la tarea de cumplirlo, estas instrucciones le abrirán
los ojos y le permitirán ver en qué dirección yace todo su sentido completo.
También volvamos a
recordar que la obtención de este nivel superior del hombre se llama cielo o el reino de los cielos, y que este reino está en el hombre mismo y que es una
posibilidad latente de su propio crecimiento interior, o del renacimiento de sí
mismo; y que el hombre, al nivel en que se encuentra, es como una criatura que
no ha despertado, como un experimento incompleto, y recibe el nombre de Tierra.
Estos son los dos
niveles, el superior y el inferior, y entre ambos hay grandes diferencias, tan
grandes como las distinciones que existen entre una semilla y una flor.
Así ocurre que la
comunicación entre ambos niveles es difícil.
La misión de Cristo
fue la de tender un puente, la de conectar y establecer en sí mismo una
correspondencia entre estos dos niveles, El Divino y el humano; y de esto
hablaremos en otro lugar.
Por ahora podemos
decir que a menos que este contacto sea establecido por unos cuantos hombres a
intervalos, fracasaría toda comunicación con lo superior, y el hombre quedaría
sin la menor idea o enseñanza que lo pueda elevar; o sea que quedaría a merced
de sus instintos, de sus propios intereses, de su violencia y de sus apetitos
animales.
De este modo
permanecería huérfano de cualquier influencia que le pueda elevar por encima de
una condición de barbarie.
LA NECESIDAD DE LA
PERSISTENCIA EN LA ORACIÓN………
En vista de las
dificultades que hay para establecer comunicación entre los niveles inferior y
superior podemos comprender que el contacto directo con Dios no es cosa tan
fácil como creen algunas personas religiosas.
Estas a menudo
piensan que pueden tomar contacto con un nivel superior, o sea con Dios, permaneciendo lo que son.
No advierten que para
lograr este vínculo tienen que cambiar de manera de ser, tienen que ser
diferentes.
Ahora veamos algunas
de las observaciones acerca de la oración que hacen los Evangelios, y que se
refieren a la idea de la necesidad de ser persistente.
Uno de los discípulos
le pregunta a Cristo cómo debe rezar.
Le dice: "Señor,
enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos". (A propósito
de esto, no hay nada que indique cómo Juan el Bautista enseñaba a orar.)
Y Cristo responde:
"Cuando oréis, decid:
«Padre nuestro que estás en los cielos, sea tu nombre santificado.
Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la
Tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en
tentación, más líbranos del malo»."
(Luc. XI, 2-4.)
Observemos cómo
continúa Cristo:
Díjoles también:
«¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche y le
dirá: amigo, préstame tres panes.
Porque un amigo ha venido a mí de camino, y no tengo qué ponerle
delante; y él dentro, respondiendo dijere: no me seas molesto, la puerta está
ya cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme y darte.
Os digo que aunque no se levante a darle por ser su amigo, cierto por
su importunidad se levantará, y le dará todo lo que habrá menester»." (Luc. XI, 5-8.)
Cristo da énfasis
especial a la idea de que LA PERSISTENCIA es algo necesario.
Y como ilustración
utiliza algo que parece sugerir que las plegarias van dirigidas a alguien que
las escucha; pero que no quiere ser molestado, y a quien se le obliga a hacer
algo tan sólo si se persiste en la demanda; y cierto también subraya que sólo
mediante UNA PETITORIA DESVERGONZADA es que se puede obtener una respuesta.
La palabra
"importunidad" significa, al traducirla literalmente, una
desvergonzada impudicia.
La misma idea, la
idea de que la oración no es algo que obtenga una pronta respuesta, se expresa
en otro pasaje:
"Y propúsoles también una parábola sobre que es necesario orar
siempre, y no desmayar, diciendo:
«Había un juez en una ciudad el cual ni temía a Dios ni respetaba al
hombre.
Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo:
hazme justicia de mi adversario.
Pero él no quiso por algún tiempo; más después de esto dijo dentro de
si: aunque ni temo a Dios ni tengo respeto al hombre, todavía porque esta viuda
me es molesta, le haré justicia, porque al fin no venga y me muela»." (Luc. XVIII, 1-5.)
Se
traza un paralelo entre la viuda que pide justicia a un juez que se decide a
obrar únicamente porque se ve obligado a ello, a fin de evitarse mayores
molestias, y el hombre que eleva sus oraciones a Dios.
Todo
esto quiere decir que las preces no tienen una fácil respuesta.
Existen
barreras.
No
se obtiene ayuda con facilidad.
En
muchas partes de su enseñanza Cristo dice a sus discípulos que oren de
continuo, pero en ninguna les dice que las preces tienen una fácil y pronta
respuesta.
No
es cosa simple obtener respuesta desde un nivel superior a los pedidos que
provienen de uno inferior.
Tan
sólo la persistencia y la intensidad pueden hacer que un nivel superior
responda.
El
obstáculo se representa como algo similar a conseguir que un hombre ya acostado
se levante a atendernos, o que un juez mundano haga justicia a una viuda.
Cristo
enseñó que en relación a las oraciones y a la obtención de ayuda por medio de
ellas, la situación es más o menos la misma que en los asuntos del mundo,
cuando un hombre pide una ayuda que los demás no quieren proporcionarle.
Pero
en el caso de las plegarias no se trata de renuencia, sino de una dificultad
inherente a la naturaleza misma de las cosas.
Lo
inferior no tiene ningún contacto con lo superior.
Hay
que comprender este punto muy claramente: lo inferior no tiene ningún vínculo
directo con lo superior.
Dios
y “el hombre” no se encuentran al mismo nivel.
Toda
la concepción del aspecto invisible del universo, o del mundo espiritual, que
implica la enseñanza de los Evangelios, es que existen niveles superiores e
inferiores, que estos niveles son distintos los unos a los otros y que todo se halla
arreglado en un orden de lo que está arriba
y de lo que está abajo, o sea,
arreglado en un orden de niveles.
Lo
de abajo no tiene relación con lo de arriba, así como el piso bajo de una casa
no está en contacto con el piso alto.
A
fin de poder llegar a lo que está arriba es necesario pasar por muchas
dificultades en el camino.
Y
esto es lo que causa que a uno le parezca que hubiera renuencia de parte de lo
superior para contestar a lo inferior.
Pero
no es que la haya; las cosas así parécenle a la mente humana y así las ilustra
Cristo en los términos que emplea en las comparaciones ya mencionadas, aquellas
que denotan la necesidad de hacer grandes esfuerzos a fin de poder obtener una
respuesta a las oraciones.
Parecería
que el hombre que reza honestamente, el hombre que reza con sinceridad, tuviese
que lanzar algo a cierta altura,
por medio de la intensidad de su propósito, antes que pueda esperar que alguien
le escuche o antes de obtener una respuesta; y fracasando en su intento,
fracasando en su esfuerzo para hacer el pedido correctamente, frustrado en su
empeño para lanzar aquello a una altura adecuada, llegase a pensar que está
orando en vano y rezando a quien no quiere responderle.
Así,
el hombre se siente descorazonado.
Pero
debe seguir insistiendo.
La
oración del hombre, su propósito, su pedido, tienen que ser algo en lo que
habrá que persistir; tiene que seguir pidiendo aún cuando no obtenga
respuesta.
Tiene
que ser UN DESVERGONZADO.
Como
lo dice Cristo:
"Es
necesario orar siempre y no desmayar".
En
el original, esta expresión "no desmayar" significa "no portarse
mal".
El
hombre tiene que orar continuamente y no portarse mal con relación a todas las
dificultades que hay en la oración.
LA NECESIDAD DE SER
SINCERO EN LAS ORACIONES………
Cristo a veces habla
sobre la actitud del hombre que reza.
Es inútil rezar con
una actitud errada, de modo que el hombre tiene que hurgar en sí mismo y
advertir desde dónde está elevando sus oraciones, porque no habrá comunicación
alguna con un nivel superior por medio de lo que en él es INSINCERO Y FALSO.
Únicamente aquello
que es SINCERO, aquello que es GENUINO puede tocar un nivel superior.
Por ejemplo,
cualquier muestra de vanidad, presunción
o arrogancia detiene de manera inmediata toda comunicación con los
niveles superiores.
Por este motivo es
por el que tanto se habla acerca de la purificación
de las emociones en los Evangelios, ya que la mayor impureza en el hombre, y aquella que
más directamente se destaca en las parábolas y dichos de Cristo, proviene de
los sentimientos de propia justicia, de mérito particular, de valor propio, de
superioridad, etc.
Esto se muestra en la
parábola dirigida a "unos que confiaban en sí como justos y menospreciaban
a otros".
"Dos hombres subieron al templo a orar: el uno fariseo, el otro
publicano.
El fariseo, en pie, oraba consigo de esta manera:
«Dios, te doy gracias que no soy como los otros hombres, ladrones,
injustos, adúlteros, ni aun como este publicano.
Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo».
Más el publicano estando lejos no quería ni aún alzar los ojos al
cielo, sino que hería su pecho diciendo: «Dios, sé propicio a mí, pecador».
Os digo que éste descendió a su casa justificado, antes que el otro;
porque cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será
ensalzado" (Luc.
XVIII, 10-14.)
Para orar, para tomar
contacto con un nivel superior, el hombre tiene que saber y SENTIR QUE ES NADA EN COMPARACIÓN CON AQUELLO QUE
ESTÁ SOBRE ÉL.
Pero debe verlo
sinceramente y no sólo percibirlo como si al mirar las estrellas se diese
cuenta de cuán pequeña es la Tierra.
Esto último es
sentirse pequeño en cuanto a una magnitud física, y el hombre lo que tiene que
hacer es sentirse pequeño en cuanto a una magnitud psicológica.
A menos que el hombre
SIENTA QUE ES NADA, todas sus oraciones serán inútiles en un aspecto práctico,
de la misma manera en que es inútil un fósforo húmedo.
El hombre es puro en
su vida emocional en proporción a sus sentimientos de NADIDAD, de su propia IGNORANCIA
y de su DESAMPARO.
Cristo expresa con
exactitud la misma idea cuando habla de las cosas que uno hace de sí mismo, y
no movido por la propia vanidad:
"Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el
orar en las sinagogas y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos
de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su pago.
Más tú, cuando oras, éntrate en tu cámara y cerrada tu puerta ora a tu Padre
que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará." (Mat. VI, 5-6.)
"Entrar en la
cámara y cerrar la puerta" significa ir hacia la casa de sí mismo, a la
habitación más íntima, y cerrando las puertas a todo lo externo, rezar desde
aquel ser interno que no es el siervo del público o un mito social inventado
por el medio ambiente, o un buscador de recompensas y de tributos y elogios
externos.
Es ir más allá de
cualquier conexión con la vanidad y con la presunción.
Únicamente el hombre interior del individuo es
quien puede obtener respuesta a las oraciones y comunicarse con un nivel
superior.
El aspecto externo y
mundano del hombre, el hombre presumido, no puede orar.
Todas estas
instrucciones y muchas similares se refieren a la manera de transmitir un mensaje a un nivel superior.
Son instrucciones
prácticas acerca de los métodos de transmisión de telepatía, que sólo devienen
posibles por medio de las emociones reales.
Solamente éstas, las EMOCIONES
GENUINAS, tienen posibilidad de hacer la comunicación; sólo las emociones
verdaderas son telepáticas.
Las emociones falsas,
aquellas basadas en la vanidad o en la presunción, no pueden transmitir nada.
Para obtener respuesta
a las oraciones, éstas tienen que ser de cierta calidad.
Tienen que llenar
ciertos requisitos y uno de ellos es que deben originarse en UN SENTIMIENTO
ABSOLUTAMENTE PURO Y GENUINO, porque de otro modo no llegarán a su destino.
De suerte que el
hombre tiene que purificarse liberándose de sí mismo en su vida emocional, o
sea que tiene que desarrollarse emocionalmente.
Tiene que comenzar a
amar a su prójimo.
Esta es la primera
etapa del desarrollo emocional que Cristo enseñó.
¡Y cuán difícil es!
Cuán difícil es
comportarse conscientemente con los demás, aún con aquellos a quienes uno cree
que ya ama.
¿Podéis decir que
amáis más allá de vuestro “amor propio”?
Sólo las emociones
que están por encima del amor propio y de las particulares emociones pueden
comunicar con algo que sea en verdad más que uno mismo.
Después de todo, es
solamente lógico que encaremos la siguiente pregunta:
¿Cómo podrá una
emoción centrada en “el amor propio” vincularse con otras gentes?
Sólo pueden
comunicarse con uno mismo.
De suerte que ya
podéis apreciar la razón por la que se insiste en "amar al prójimo".
LA RESPUESTA A LAS
ORACIONES………
Refiriéndose a la
oración, Cristo dice: "Pedid y se os dará".
Pero el hombre debe
saber lo que significa pedir.
La plegaria es el
medio de obtener una respuesta desde un nivel superior del universo, de manera
que sus influencias desciendan y penetren momentáneamente lo que es un nivel
inferior.
Consideremos, pues,
lo que significa pedir.
Visto con corrección,
el universo es la respuesta a una
súplica.
El hombre de ciencia
trabaja confiadamente creyendo que obtendrá una respuesta del universo físico como resultado de sus experimentos,
de sus teorías y de sus esfuerzos, los que constituyen la suma de la súplica.
Esto es orar en una forma.
Esta oración obtiene
una respuesta si acierta con el medio adecuado de pedir.
Lo que significa que
la súplica ha sido formulada bien.
Pero dar con una
forma adecuada de suplicar es algo que requiere tiempo, trabajo y esfuerzo, y
no solamente una "impúdica desvergüenza", sino que también lleva el
sentimiento de certeza en lo desconocido, o sea fe.
Por ejemplo, mediante
sus persistentes ruegos, el hombre de ciencia ha descubierto y ha establecido
comunicación entre la vida humana y las fuerzas de la electricidad, de la
electromagnética, fuerzas que corresponden a otro mundo, a un inframundo, al
orbe de los electrones.
Esta es una respuesta
a sus súplicas.
En cierto sentido,
constituye una comunicación con otro mundo.
En la actualidad
podemos percibir que estamos viviendo en un universo hecho a medida, algo que
es sumamente complejo y que yace más allá de nuestra comprensión; pero nos
hallamos seguros que reaccionará a nuestros esfuerzos.
Tal es, en verdad,
nuestra actitud hacia el universo y es algo acerca de lo cual no abrigamos
dudas.
Estamos seguros que
si tratamos la manera de cómo hacer algo comenzaremos también a recibir los
resultados.
Al preparar un plato
delicioso obtenemos una respuesta que corresponde exactamente a la forma como
hacemos este determinado ruego.
Si los resultados que
alcanzamos no son lo que esperamos, estamos recibiendo una réplica inadecuada;
pero inadecuada no porque el universo esté en un error o en una falla, sino
porque la manera como hemos hecho la súplica, nuestra formulación, ha sido
errada.
Como no sabemos cómo pedir correctamente, tenemos que
aprender a cocinar mejor, o sea que debemos enseñarnos a pedir de una manera mejor.
Pedir es suplicar.
Si no viviésemos en
un universo visible e invisible, en un universo que responde al bien pedir (cualquiera que sea la naturaleza de
la respuesta, ya sea buena, ya sea mala) ni el hombre de ciencia ni el hombre
en demanda de ayuda interior podrían obtener una solución.
Sin embargo, no
siempre es fácil lograr ésta.
Es preciso llenar
determinados requisitos.
Con respecto a las
oraciones en su calidad de súplica o de pedido, es menester que no sean
mecánicas ni una simple repetición, o al pensar que el "mucho parlar"
dará resultados; no es la cantidad sino la calidad de las oraciones lo verdaderamente importante.
La mera repetición de
palabras no da ningún resultado.
Cristo dijo:
"Y orando, no seáis prolijos" (no
uséis repeticiones vanas).
Y como ya lo hemos
visto, es necesario insistir en la oración.
El hombre tiene que
poseer cierta idea de lo que está pidiendo, y tiene que persistir en su súplica
y creer que le será posible obtener resultados.
Así como el hombre de
ciencia utiliza un particular modo de oración dirigida al universo natural,
eleva su ruego una vez que ha captado la idea de que puede descubrir algo y la
siente como una posibilidad; y una vez y otra modifica su súplica por medio de
la corrección en los errores que comete en su experimento; emplea todo su
ingenio hasta obtener una solución adecuada y que corresponda a su ruego.
Igualmente, el hombre
que ora al universo espiritual tiene que poseer la misma fe, la misma paciencia,
la misma inteligencia y poder de inventiva.
El hombre tiene que
trabajar y esforzarse en inventar con respecto a su propio desarrollo interior,
de similar manera a la que un hombre de ciencia hace otro tanto para lograr un
resultado o un descubrimiento.
El hombre de ciencia
obtendrá una respuesta si las cosas están bien con relación a su súplica;
asimismo, el hombre que reza obtendrá una respuesta si su ruego es el que le
corresponde hacer correctamente.
Pero tiene que
conocerse a sí mismo y comprender qué es lo que está pidiendo.
Pedir algo
imposible, solicitar lo que sólo nos ha de provocar daño, es pedir
incorrectamente.
LA SUPLICA EN LAS
ORACIONES………
¿Qué es lo que vamos
a pedir en nuestras plegarias?
En la oración que
Cristo formuló para sus discípulos cuando ellos le preguntaron cómo debían
rezar, todo deseo personal queda aparentemente descartado.
Pero como todo cuanto
se dice en los Evangelios, ésta oración trata acerca de la manera como alcanzar
un nivel superior en el posible
crecimiento interior del hombre; a éste crecimiento se le llama el reino de los
cielos, y esta oración tiene una cualidad que no es de este mundo; no debe
extrañamos que así sea.
Sin embargo, si
tomamos en cuenta el objetivo que persigue, nada puede ser más personal.
El Padre Nuestro
trata acerca de la evolución de uno mismo.
La primera frase
marca el nivel superior: "Padre, santificado sea tu nombre, venga a
nosotros tu reino".
O sea que es un
pedido para establecer una comunicación entre lo superior y lo inferior.
Se pide una conexión
entre el cielo y la Tierra.
Esta es la primera
súplica; y es necesario entender que esto denota alcanzar cierto estado
emocional preciso a fin de que estas palabras puedan pronunciarse con alguna
intensidad de significado.
En otras versiones se
dice: "Padre Nuestro que estás en los cielos".
Un hombre puede
demorar un minuto, una hora o toda una vida antes de alcanzar la percepción
emocional del significado que tienen estas palabras, las que hay que pronunciar
conscientemente.
Luego viene la
súplica por el pan de cada día, y este pan no significa el pan al pie de la
letra sino una cosa transubstancial.
Se ignora el
significado de la palabra original, pero no cabe duda que su intención es
"espiritual"; se solicita pan o alimento espiritual que nutra la
comprensión del hombre en su lucha por alcanzar un nivel superior.
Después viene el
pedido de ser perdonado así como perdonamos a los otros; y esto significa que
para poder alcanzar un nivel superior es absolutamente necesario cancelar, ante
todo, las deudas ajenas que llevamos asentadas en aquel libro de cuentas que
existe en nuestra memoria, imaginando lo que el prójimo nos debe con su
conducta hacia nosotros, su falta de consideración, etc.
El no perdonar a
nuestros deudores es mantenerse sujeto y encadenado a la "tierra".
Nos aprisionamos a
nosotros mismos, nos mantenemos ahí donde estamos si es que no podemos
cancelar nuestras deudas; y así como perdonamos a quienes nos adeudan, así
seremos perdonados por los muchos errores y fracasos suscitados en el
crecimiento de nuestra comprensión, o sea en nuestra evolución.
Luego viene el
extraño pedido de no caer en tentación.
Pero es preciso darse
cuenta de que ningún hombre puede realizar un desarrollo interior sin ella, y
que la naturaleza de esta clase de tentación es muy distinta a lo que las
gentes por lo general consideran que es, al asociarla con la carne y las
debilidades provocadas por ésta.
Por ejemplo, siempre
estamos sujetos a la tentación de los malos entendidos, de la errada
comprensión.
Cuando el hombre se
coloca en el sendero del desarrollo interior indicado en los Evangelios, se ve
tentado por toda suerte de dudas y falta de creencia;
debe pasar por las
más extraordinarias dificultades de comprensión interior.
Sus poderes de
razonamiento humano le fallan
por completo porque tal razonamiento está basado en la evidencia que proporcionan
los sentidos; únicamente la fe, la
certeza de que hay algo, únicamente la convicción de que el camino en
que se encuentra conduce a alguna
parte; en breves palabras, sólo su fe puede auxiliarle.
Pues fe quiere decir
no sólo certeza de que existe
algo que yace más allá de las pruebas de los sentidos, sino que es también una
convicción de las posibilidades latentes aún antes que uno las haya realizado;
de esta suerte.
Cristo expresa en una
parte: "Y todo cuanto pidáis creyendo, tened fe que lo habéis recibido y
lo tendréis".
Acá es preciso tomar
nota de que hay que tener algo antes de poder recibirlo; es preciso obrar como
si se tuviera ya aquello que aún no se posee, y así se recibirá.
Esto parece sumamente
raro.
Pero todo cuanto
tiene relación con el establecimiento de un contacto con un nivel superior, y
todas las instrucciones acerca de la naturaleza del esfuerzo que hay que hacer,
parecen siempre raras.
Consideremos: ¿no
pensaría una semilla que las instrucciones para llegar a ser una flor son cosa
rara?
Pasar desde un nivel
aún al comienzo de otro nivel, es pasar por medio de tentaciones muy difíciles
de las que no tiene la menor idea quienquiera que se sienta satisfecho de sí
mismo.
Pero la llave para la
comprensión del Padre Nuestro yace en la primera frase.
Es una oración que
está destinada a llegar a un nivel superior:
"Venga a
nosotros tu reino".
O sea, déjame entrar
en tu reino; que la voluntad del cielo, la voluntad de un nivel superior, se
haga en mí como tierra.
Y la súplica, aquella
de no ser tentado en exceso, más allá de las propias fuerzas, se refiere a ese
empeño de seguir adelante, pues muchos son los obstáculos que hay en el camino.
Y como se han
representado los hechos en el Antiguo Testamento, Dios lucha contra el hombre y
trata de subyugarlo y aún de destruirlo.
Esta es la forma como
se expresa la lucha individual para elevarse por encima del propio nivel y
alcanzar uno superior.
Parece que aquello
mismo a que uno eleva sus súplicas se convirtiese en un enemigo, un ser que
continuamente se opone a cada paso que uno da.
Pero si recordamos
que alcanzar un nivel superior significa la transformación de uno mismo, el
renacimiento de uno mismo, entonces la idea se hace bastante clara.
Tal cual es, el
hombre no puede llegar a un nivel superior.
No puede acercarse a
Dios tal cual es.
El nivel superior
tendrá que oponérsele en tanto permanezca siendo la misma clase de hombre.
Ahora bien; todas
estas súplicas son tocante a cómo llegar a otro estado, a otra condición.
El Padre Nuestro
trata íntegramente acerca de una finalidad.
No trata acerca de
cosas de la vida.
En pocas palabras
demuestra, aparte de lo dicho en las parábolas y aún en la enseñanza sobre las
mismas cosas, que el significado esencial de la oración debe ser tocante a
esto; y que esto es en lo que tiene el hombre que pensar primordialmente cuando
ora, y suplicarlo más que cualquier otra cosa, suplicar lo que es necesario
para alcanzar el objetivo.
Porque éste es el
objetivo supremo.
Cristo lo definió
diciendo: "Buscad primero el reino de Dios...", o sea el nivel más
elevado que le es posible alcanzar al hombre.
Tal es lo que el
hombre tiene que pedir verdaderamente en sus plegarias.
Y desde que tal es el
objetivo supremo de toda oración, el hombre debería vincular cualquier objetivo inferior que motive su
súplica, con este objetivo supremo.
Pues éste es el
significado supremo del hombre, y le conduce al nivel más elevado a que le es
posible llegar.
Maurice Nicoll



